Capítulo 12

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"Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad

para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco

y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero,

que nunca te olvidaré."

Gabriel García Márquez

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Abandonó la sala custodiada por dos agentes de policía y los abogados Cary y Alice, para volver al despacho donde había estado esperando a que le llegara la hora de intervenir. Pam la esperaba, ansiosa por saber cómo había ido todo. Ella, que iba aguantando las lágrimas, se derrumbó nada más cruzar el umbral de la puerta. Enseguida acudió Pam que la estrechó entre sus brazos, intentando darle consuelo.

-¿Qué ha pasado? – preguntó preocupada – ¿ha habido algún problema?

-¡Qué va! – dijo Cary con un gran sonrisa – ha estado sublime, ha contestado todo lo que le han preguntado perfectamente, con mucha serenidad, ni te imaginas el vapuleo que le ha dado a los abogados de Bracken, tenías que haber visto la cara de todos de descomposición.

-Entonces, ¿Qué ocurre?, ¿Por qué estás así?

Pero Kate no podía ni hablar, habían sido varias horas en constante tensión, además de enfrentarse a Bracken y por supuesto haber vuelto a ver a Rick y de esa manera. No podía apartar de su mente, la cara de incredulidad, de desconcierto y de dolor de Castle. Se sentía la persona más ruin del mundo por haberlo engañado de esa manera.

-Él estaba allí, ¿verdad? – preguntó Pam comprendiéndolo todo.

-Si – sollozó Kate – y me miró de una forma, nunca voy a poder olvidar la cara que puso cuando me vio, se había levantado de su asiento incluso antes que yo saliera…

-Lo haría cuando escuchó tu nombre – dijo Pam – te llamaron dos veces. Pobre hombre, que impresión se llevaría.

Pam la acompañó a sentarse en una silla, tenían que esperar a que se calmase un poco el ambiente, pues suponían que habría sido una conmoción cuando salió a declarar una persona a la que todos daban por muerta.

El fiscal general, que era un agradable cincuentón de cabellos entrecanos, llamado Peter Morrison, entró en ese momento. Quería saludar a Kate y agradecerle por su declaración tan acertada. Le dijo que aunque con toda seguridad, no sería necesario que volviera a declarar, a lo mejor tenían que llamarla de nuevo por lo que debería permanecer en el piso franco hasta que todo terminara e incluso tendrían que aumentar la seguridad, pues ya era del dominio público que seguía con vida, aunque por otro lado en el hipotético e improbable caso de que le pasara algo todo el mundo sabría quien había sido el culpable.

Llamaron a la puerta y un oficial pidió permiso para entrar. El fiscal lo hizo pasar, preguntándole que se le ofrecía.

-Ahí afuera hay un señor que dice llamarse Castle y que pregunta si sería posible hablar con la testigo, ahora que ha terminado la sesión – dijo el oficial.

Kate no pudo evitar sobresaltarse al escuchar su nombre, pero antes de que pudiese decir algo, fue el mismo fiscal quien respondió.

-Dígale a ese señor que hasta que no termine el proceso no va ser posible hablar con la testigo.

-De acuerdo señor – dijo el oficial – con permiso – y salió de la sala.

-¿Conoces a ese tal Castle que quiere hablar contigo? – le preguntó el fiscal a Kate.

-Es mi novio – dijo ella con lágrimas en los ojos – o al menos lo era hasta que me morí, ahora no sé qué será.

-¿Estaba presente en el juicio?

Mi vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora