-Parece ser que sí – respondió Pam.

-¿Y ese pobre hombre no sabía que estaba viva?, ¿acaba de enterarse ahora? – preguntó el fiscal solidario.

-No tenía ni idea – dijo Kate – es lo que me dijeron, tenía que desaparecer sin implicar a nadie de mi vida.

-Menudo papelón – dijo el fiscal – y ese novio suyo, ¿es insistente?

-Ni se lo imagina – respondió Kate esbozando una media sonrisa y recordando lo pesado que podía llegar a ser Castle cuando se lo proponía.

-Bueno, pues si insiste demasiado, tendremos que ver la forma de tranquilizarlo – dijo el fiscal pensativo.

-¿Cómo? – preguntó Kate alarmada – ¿no irán a hacerle daño? – pensando en que podrían hacerle para mantenerlo alejado.

-Tranquila mujer – sonrió el fiscal – ya verás como no le pasa nada. Bueno será mejor ir saliendo, ya tienen que haberse ido los periodistas y todo el mundo – y dirigiéndose a Kate – siento que tenga que seguir encerrada, pero tenemos que seguir teniendo cuidado. De todas maneras, no será por mucho más tiempo. Mañana vamos a presentar a otro testigo esencial, ya es el último, y si mi intuición no me falla, vamos a darle el golpe de gracia al senador Bracken.

-¿Es el otro testigo que también estaba escondido como yo? – preguntó curiosa.

-¿Cómo sabe usted de ese testigo? – preguntó el fiscal.

-Se lo dijimos nosotros cuando fuimos a California a prepararla para declarar – explicó Alice – ella quería saber si de verdad había valido la pena tener que esconderse, si realmente había estado en peligro y entonces nosotros le contamos un poco, pero ella no sabe quién es, solo que hay alguien más como ella.

-No importa – dijo el fiscal – si Dios quiere en unos días acabará todo esto, vaya a descansar, se lo merece – y se despidió sin más.

Salieron del despacho. Los pasillos estaban desiertos. Tomaron el ascensor hasta el garaje y ya allí cada uno se dirigió a su vehículo, Kate, Pam y otros dos agentes, a la furgoneta negra que Kate tenía más que aborrecida.

Estaba agotada, de lo único que tenía ganas era de llegar a la casa, abrazar a su hijo y dormir un rato.

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"Hay probabilidad de que ocurran cosas inesperadas

en cada segundo de nuestra frágil existencia."

Paulo Coelho

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Como cada día y al finalizar la sesión, las diferentes cadenas de radio y televisión hacían un especial informativo con los pormenores de la jornada. El juicio contra el senador Bracken se había convertido en la noticia más comentada de la ciudad. En otra parte de la gran manzana, en la comisaría 12th la agente Karpowsky que seguía religiosamente el juicio por una pequeña radio que llevaba conectada a la oreja, fue la primera persona del lugar que escuchó el nombre de la testigo sorpresa. El café que tenía en las manos se le cayó al suelo y sin detenerse a recogerlo salió corriendo hasta las mesas de sus compañeros Ryan y Esposito que estaban ya recogiendo para marcharse.

-Chicos, chicos – gritó una acalorada Karpowsky que se acercaba corriendo a ellos.

-¿Qué te pasa?, ¿Hay un caso nuevo? – preguntó Ryan más que extrañado, porque no era ella precisamente quien les avisaba de los nuevos casos.

-Poned la televisión – dijo señalando al aparato que había allí, en una repisa en alto.

-Pero, ¿Qué ocurre? – preguntó Esposito mientras la encendía.

Mi vida sin tiWhere stories live. Discover now