Carta 23

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La señora Vernon a lady De Courcy      
Churchill

Quiero darte una buena noticia, querida madre. El asunto que tanto nos ha inquietado parece estar cada vez más cerca de un feliz desenlace. Nuestras perspectivas son excelentes, puesto que los acontecimientos han tomado un cariz favorable, lamento ahora haberte transferido mis temores, ya que tal vez el placer de saber que el peligro ha pasado es un precio demasiado elevado para compensar los sufrimientos que has soportado. La dicha me tiene tan trastornada que apenas puedo sostener la pluma, pero estoy decidida a enviarte unas líneas con James, con una muy grata sorpresa: Reginald vuelve a Parklands.

Hace media hora me encontraba sentada con sir James en la sala de estar cuando mi hermano me invitó a salir de la estancia. En seguida supe que ocurría algo grave, pues se le veía muy sonrojado y al hablar mostraba una gran agitación; tú bien conoces su impetuosidad, querida madre, cuando se ve afectado por algo.

"Catherine --dijo--, he decidido regresar hoy mismo a casa. Siento dejarte, pero creo que es mi deber hacerlo; hace mucho tiempo que no veo a mis padre. Enviaré a James por delante con mis caballos, de modo que si tienes alguna carta, él se encargará de llevarla. No llegaré a Parklands hasta el miércoles o el jueves, ya que pasaré por Londres donde tengo que atender algunos asuntos. Sin embargo, antes de marcharme --siguió diciendo, aún con mayor firmeza, aunque bajando el tono de voz-- debo ponerte sobre aviso. No dejes que Martin convierta a Frederica Vernon en una desgraciada. Él pretende casarse con ella animado por lady Susan, pero tu sobrina no puede soportar la idea. Ten la seguridad de que todo cuanto digo es cierto. sé que Frederica se siente muy desdichada por la visita de sir James. Es una joven de gran dulzura y creo que merece mejor suerte. Tienes que echar a ese hombre inmediatamente de aquí. ¡No es más que un estúpido! ¡Y sólo Dios sabe las intenciones que esconde lady Susan! ¡Adiós! --añadió, estrechando mi mano con gravedad--. No sé cuándo volveré a verte; pero no olvides lo que te he contado de Frederica; debes ocuparte de que se le haga justicia. Es una joven afectuosa y su inteligencia es mayor de lo que suponíamos".

Entonces salió corriendo escaleras arriba. Yo no intenté detenerlo, pues bien sabía qué era la que estaba sintiendo en esos momentos, y no creo necesario describirte mis propios sentimientos mientras escuchaba sus palabras. Permanecí inmóvil durante unos segundos, paralizada por el asombro. Era una sensación muy agradable, y, sin embargo, necesité algún tiempo para controlar mi alegría.

Aproximadamente diez minutos después de volver a la sala de estar, lady Susan hizo su aparición. Comprendí que había estado discutiendo con Reginald y busqué con impaciente curiosidad alguna señal en su rostro que confirmara mis sospechas. Como buena maestra del engaño que es, no descubrí en ella nada que reflejara la menor preocupación. Después de conversar brevemente sobre algunos asuntos sin trascendencia, se dirigió a mí con estas palabras: "He sabido por Wilson que el señor De Courcy nos abandona. ¿Es cierto que se marcha de Churchill hoy mismo?". Le contesté que así era. "No nos dijo nada ayer por la noche --añadió riendo--, ni tampoco esta mañana en el desayuno. Pero tal vez ni él mismo lo supiera; los jóvenes suelen precipitarse en sus decisiones, pero no son más rápidos en tomarlas que inconstantes en mantenerlas. No me sorprendería que cambiase de idea y terminara quedándose". Poco después salió de la estancia. Pero no creo que existan motivos para temer, querida madre, un cambio en los planes de Reginald; las cosas han llegado demasiado lejos. Ellos deben haber discutido acerca de Frederica. La sangre fría de lady Susan es asombrosa. ¡Qué alegría sentirás al ver nuevamente a mi hermano, y más mereciendo toda tu estima y no siento más que un motivo de felicidad para mi padre y para ti!

La próxima vez que escriba, espero poder comunicarte que sir James se ha marchado, que lady Susan ha sido vencida y que Frederica ha dejado de sufrir. Tenemos mucho trabajo por delante, pero lo haremos. Estoy impaciente por saber qué ha motivado este sorprendente cambio. Termino mi carta de igual modo que la comencé, en un tono de buena nueva y felicitándote por ello.

      Siempre tuya,

                                                                        Catherine Vernon

Lady SusanNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ