Carta 19

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Lady Susan a la señor Johnson
Churchill      

Sé que estarás impaciente por saber algo más de Frederica, y tal vez pienses que es un descuido de mi parte el no haberte escrito antes. Llegó con su tío hace quince días y en cuanto nos encontramos a solas le pregunté el motivo de su conducta; así me di cuenta de que no me había equivocado al imaginar que se trataba de mi carta. Su contenido la asustó de tal modo que, con una mezcla de rebeldía infantil y de locura, sin detenerse a pensar que aunque huyera de Wingmore Street no escaparía a mi autoridad, decidió fugarse del internado y refugiarse en casa de sus amigos, los Clark. Afortunadamente, cuando ya había logrado alejarse dos calles, en el colegio se dieron cuenta de su ausencia, la buscaron y la encontraron.

Ésa ha sido la primera hazaña digna de mención de la señorita Frederica Vernon, lo que le pronostica un brillante futuro, sobre todo si tenemos en cuenta que ha sido realizada a la tierna edad de dieciséis años. Sin embargo yo me siento profundamente indignada por la lección de moralidad que ha pretendido dar la señorita Summers al expulsar a mi hija, y parece haberlo hecho con tanta sutileza, teniendo en cuenta el círculo social en en que se mueve la familia Vernon, que sólo se me ocurre pensar que tenía miedo de quedarse sin cobrar. En cualquier caso, por la razón que sea, Frederica vuelve a estar en mis manos, y como no tiene otra cosa en qué ocupar su tiempo, parece decidida a continuar con los románicos planes que iniciamos en Langford. De hecho se está enamorando de Reginald De Courcy. No sólo me desobedece al rechazar una oferta de matrimonio inmejorable, sino que entrega su cariño a otro hombre sin esperar mi aprobación. Nunca he visto a una joven de su edad con más probabilidades de convertirse en la burla de la gente. Sus sentimientos se le notan a leguas, y es tan adorablemente ingenua demostrándolos que todo parece indicar que terminará siendo ridiculizada y despreciada por cualquier hombre que se cruce su camino.    

No puede haber ingenuidad en los asuntos del amor y, tanto por su carácter como por su forma de comportarse, Frederica siempre da muestras de una gran simpleza. Todavía no estoy segura de que Reginald se haya dado cuenta, aunque eso no tiene importancia, pues no siente por ella más que indiferencia y creo que la despreciaría si llegara a comprender sus sentimientos. Los Vernon elogian su belleza, pero él parece ignorarla. Lo cierto es que Frederica goza de la estima de su tía, sin duda por ser tan diferente a mí, y por tanto resulta la compañía perfecta para la señora Vernon, a la que le gusta destacar en todo y siempre que puede monopoliza la conversación; seguramente ella piensa que Frederica jamás podrá eclipsarla. Cuando llegó a Churchill yo puse especial cuidado en que no se vieran demasiado, pero ahora ya no me importa que se relacionen, pues creo que mi hija respetará las normas sobre lo que puede o no decir.   

Pero no creo que tanta amabilidad me ha hecho abandonar el plan del matrimonio; nada de eso, estoy rotundamente decidida a continuar con él , aunque todavía no he resuelto cómo. No quisiera plantear el asunto aquí y tener que discutir sobre él con dos personas  tan sabias y sensatas como el señor y la señora Vernon; y tampoco puedo permitirme el lujo de ir a la ciudad. Así que la señorita Frederica deberá esperar un poco.    

      Siempre tuya,

                                                                    S. Vernon

Lady SusanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora