Carta 16

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Lady Susan a la señora Johnson
Churchill

Jamás me había sentido tan irritada, querida Alicia, como esta mañana al recibir una nota de la señorita Summers. Esa horrible hija mía ha estado intentando escapar del internado. No tenía la menor idea de que pudiera convertirse en un pequeño demonio, pues siempre creí que había heredado el carácter apacible de los Vernon; pero, después de leer esa carta en la que le comunicaba mis intenciones respecto a sir James, ella trató de fugarse. La verdad es que no puedo explicarme su conducta. Supongo que pretendía ir a casa de los Clark, en Staffordshire, pues no conoce a nadie más. Pero la castigaré y no tendrá más remedio que casarse con él. He enviado a Charles a la ciudad para que intente arreglar el asunto, ya que no quisiera de ningún modo verla aquí. Si la señorita Summers se empeña en mantener su actitud de expulsarla deberás ayudarme a encontrar otro colegio, a menos que logremos acelerar la boda. La señorita Summers asegura no haber podido averiguar la causa de tan extraña conducta, la que confirma mi teoría sobre el asunto.      

Frederica es demasiado tímida y tiene demasiado miedo de mí para andar con cuentos; a pesar de todo, si la bondad de su tío la animara a relatarle lo ocurrido, no correré el menor peligro. Confío en poder inventar una historia tan creíble como la suya. Si puedo presumir de lago es de elocuencia. De igual modo que la belleza despierta admiración, el dominio del lenguaje lleva a la consideración y la estima. Ésta será una buena ocasión para poner a prueba mi talento, ya que paso la mayor parte de mi vida conversando. Reginald únicamente se siente a gusto si estamos solos y cuando el tiempo lo permite paseamos durante horas por los jardines. Debo admitir que me gusta, es inteligente y muy entretenido, pero a veces se pone impertinente y es difícil de manejar. Observo en él cierta absurda sensibilidad, pues necesita que le explique minuciosamente cualquier cosa que haya oído en mi contra, y te aseguro que jamás se da por satisfecho hasta que no cree haber atado bien todos los cabos. Estoy convencida de que está enamorado de mí, pero confieso que no va con mi personalidad; yo prefiero el espíritu tierno y liberal de Manwaring, tan seguro de mis virtudes que considera correcto todo lo que hago, y contemplo con un cierto desprecio los pensamientos inquisitivos y llenos de incertidumbre de un hombre que parece cuestionar siempre la sensatez de sus emociones. Es indudable que Manwaring es muy superior a Reginald en todos los sentidos --excepto, quizá, en la disposición a estar siempre a mi lado--. El pobre está loco de celos, y no lo lamento, pues los celos son el mejor soporte del amor. Últimamente ha estado atormentándome para que lo deje venir a esta región, pues me quiere ver, alojándose de incógnito en algún lugar cercano, pero yo me he opuesto con firmeza a ese proyecto. No tienen excusa esas mujeres incapaces de respetarse a sí mismas y de tomar en consideración la opinión de los demás.

                                                                                              S. Vernon

Lady SusanWhere stories live. Discover now