Capítulo 8: Dalas: debil

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Estábamos charlando un poco, eran cerca de las dos y media de la mañana, pero ella se encontraba ya activa por las horas que durmió hace un rato, sin darme cuenta dije algo lo cual sonó algo pervertido, y me causaba demasiada gracia el verla a ella sin caer en cuenta de las palabras, hasta que al fin cayo en el chiste, era tan inocente.

Yo: Lo que pasa es que eres muy inocente y no tiene una mente pervertida – dije entre risas, cuando ella se ofendido me miro sería y luego sonrió levemente, era una sonrisa torcida, de esas que dice vamos a portarnos mal, arqueo una ceja mirándome fijamente. Se sentó sobre sus tobillos y dejó caer su pelo a un lado sin dejar de mirarme fijamente, solo quede expectante de lo que ella hacía, miro mi boca y se mordió suavemente el labio inferior y arrastro sus dedos de una manera tan suave y delicada por el mismo labio y siguió bajando, sentía la electricidad en el ambiente, como algo que me empujaba hacía ella, ella no dejaba de verme con tal intensidad, yo sólo seguía cada movimiento que hacía, no podía perder de vista ningún movimiento por más sutil que sea, sus movimientos eran tan sincronizados, con tal gracia la cual te perdías en ellos, pero yo no los podía perder, notaba su respiración tan profunda, veía como subía el pecho al inhalar y como bajaba al exhalar de manera tan acompasadas, sus ojos no se apartaban de mí, y yo me sentía tan perdido en tal gracia de ella, su mano seguía bajando, hasta topar con el bretel de su remera de noche, y comenzó a bajar por el mismo borde, siguiendo el hilo de las costuras, seguía bajando tan lento pero no quería bajar la vista hacía donde se dirigía, no sé si lo hacía intencionalmente o no se daba cuenta a donde llegaban sus dedos, pero note que pasó sobre su pecho, luego bajo mano hacía la cama, lo agradecía eternamente el que no me distraiga, no quería ver sus pechos, era una tentación la cual me costaba pasar por alto, no quería perder su mirada, esa intensa mirada que hechizaba a cualquiera, yo no era su excepción, de a poco se fue elevando, dejando de estar sentada en sus talones, y apoyando su otra mano sobre la cama, cerca de mí, demasiado cerca, quería rozar su delicada mano, sentir su suave piel, deseaba demasiado su tacto, de a poco se fue aproximando más, levanto su mano como pidiendo permiso, acercándola a mi camisa, yo quería que siguiera, lo deseaba comencé lentamente a acercarme para darle confianza de que no se detenga, quedamos a centímetro de distancia, entonces ella dijo en un leve susurro casi imperceptible mi nombre, me llamó en lo que parecía ser un gemido ahogado.

Meredith: Dalas – su vista fue de pasar de mis labios a mis ojos, adoraba su mirada, no quería romperla por nada en el mundo, levanto su mano derecha a la altura de mi mejilla, esperaba sentir su mano sobre mi piel, deseaba sentir su pequeña y delicada mano en mi cara cerré los ojos esperando sentirla, pero su tacto nunca llego me dio una pequeña sonrisa con un brillo en sus ojos y volvió a hablar - ¿Te sigo pareciendo inocente? – no entendía a qué se refería con eso, o a qué venía, estaba hechizado por su mirada, en un movimiento fugaz ella deshizo de su mirada y beso mi mejilla, un beso de niña, de los que me daba mi hermanita, esos besos sonoros e inocentes de verdad, no entendía por qué había roto la burbuja en la que nos encontrábamos, ella solo se acostó en la cama sin dejar de reír acariciándose el vientre, fue entonces cuando caí en la cuenta de que su propósito era demostrar de que no era inocente, quería demostrarme de que no era todo lo que aparentaba, me reí por lo bajo, había caído en su juego de la manera más tonta posible, de manera tan fácil, solo bastó una mirada y unos movimientos lentos para tenerme a su merced, pero no lo aceptaría tan fácil, soy hombre y somos débiles a la tentación, pero al conocer su juego ya no caería, no otra vez.

Yo: Está bien, eres buena – lo era, no podía negarlo – casi caigo no lo admitiría tan fácilmente, menos mal que llegue a quedarme como una estatua observando, sino no podría decir lo mismo.

Meredith: Que casi caes, ¿Qué dices? Por poco se te cae la baba por mí – me decía orgullosa por su encanto y su manera de hechizarme, me dio un guiño y una sonrisa de lado, esa sonrisa torcida, como la que hizo antes de comenzar con su juego.

Yo: Anda ya, sólo quise seguirte el juego para ver hasta donde eras capaz de llegar – sé que mentía, y también sé que ella se dio cuenta. Me acosté a su lado rendido.

Meredith: Si, como tú digas –ella había ganado, pero no lo admitiría.

Luego comenzamos a jugar una guerra de cosquillas, hasta que callo rendida en mis brazos, la vi agotada, me miró a los ojos, y al poco tiempo volvió a dormirse, tenía su cabeza en mi pecho, y su cabello olía a jazmines, supongo que era su shampoo, era único como olía en ella, una vez que se durmió la acomodé y le di un suave beso en la sien. Ella era única, no sabía cómo había caído en su juego tan fácilmente sin darme cuenta, Meredith en verdad me gusta, pero no podía ser, era su amigo, no debía.

Me quedé observando como dormía, los leves soplidos que daba casi imperceptibles, no podía dejar de pensar la sensualidad que ella desprendía, el erotismo al morder sus labios, el cómo jugo conmigo, la delicadeza de sus movimientos tan gráciles, tan coordinados, que hubiera pasado si ella no me habría hablado, si ella no hubiera roto la burbuja que teníamos, si nos hubiéramos besado, ¿qué estaríamos haciendo ahora mismo?, ¿seguiríamos con los besos, o solo nos estaríamos observando fijamente?, tal vez ella paro todo porque no siente lo mismo, tal vez paro porque si siente algo pero tuvo miedo, no, ¿qué estoy pensando? Ella no siente nada por mí, ella me ve sólo como su amigo, sólo quiso jugar para demostrarme algo, nada más, debo de quitar estos pensamientos de mi cabeza, soy su amigo y eso es todo, apenas nos conocemos, de seguro sólo estoy equivocado, si ha de ser eso, sólo es su belleza la que me distrae, deja de ser un gilipollas Dalas, hace sólo dos días que la conoces, sólo estás equivocado por todo lo que ha ocurrido antes. Fue entonces cuando un movimiento de Meredith me hizo olvidar de todo lo que rondaba en mi cabeza, ella se acomodó en mi pecho y apoyo su mano también, ella estaba como buscando refugio, o calor, fue cuando me di cuenta de que no nos habíamos tapado, saque el acolchado debajo de mí, tratando de no moverme mucho y nos tapé, entonces ella se acercó más a mí y cruzó una de sus piernas entre las mías, me sentía tan cómodo con ella así, no quise moverla, acomode la almohada en mi cuello y la encerré en mi brazos, fue entonces cuando caí de vuelta en la profundidad de mis sueños.


Una Nueva Vida (Cancelada)Where stories live. Discover now