Capítulo 31: Una visita inesperada

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Me asomé para observar lo que estaba por pasar. Una vez la puerta se abrió, ella soltó un gran suspiro de alivio. Quienes habían estado tocando eran dos chicos de tez trigueña: uno tenía un piercing en la ceja y el otro tenía el cabello pintado de morado. Sus gestos eran bastante expresivos y teatrales. Comparados con Marianne, quien se mostraba impasible, los dos se veían muy afeminados.

—¿Por qué vinieron hasta acá?

—¡Nos cansamos de esperarte! —el muchacho del piercing le dio besos eufóricos como saludo.

Al darme cuenta de que no había amenaza, coloqué el bate sobre la cama y empecé a vestirme. Mientras tanto, desde adentro pude escuchar lo que los tres hablaban.

—Les había dicho que, si tenía tiempo, les llevaba el paquete a casa. Si no, quedamos en encontrarnos en la fiesta.

—Marianne —le reprochó el de cabello morado—. La fiesta ya ha empezado. ¿En qué mundo vives?

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

—Dios mío. No me digas que tienes a una chica metida allá adentro y por eso perdiste la noción del tiempo.

—No es asunto suyo.

—¡Bebé! —me llamaron al unísono.

—Puedes salir. ¡Amamos a las lesbianas!

Al terminar de ponerme la ropa, salí con algo de timidez. Los dos soltaron un gritillo de emoción y se acercaron. El chico del cabello morado me agarró del brazo y me hizo dar una vuelta.

—Vaya, vaya… ¿Quién es este bombón?

—¿Es tu novia? —preguntó el otro.

—Repito: no es asunto suyo.

—¡Qué mala educación! —reclamó el del piercing. Marianne torció los ojos y él le dio la espalda para seguir hablándome—. Yo soy Marcus y él es Alexis.

—Yo me llamo Katheleen —los saludé con dos besos—. Un gusto conocerlos. ¿Son amigos de Marianne?

—Clientes —corrigió ella—, son clientes. De los más intensos.

—¡Y tú eres de las peores dealers! —exclamó Alexis—. ¿Nos vas a seguir haciendo esperar? ¡Tráenos el producto de una vez! —dio unas palmadas indicándole que se apurara.

—Nosotros te cuidamos a Katheleen —Marcus sonrió.

Ella soltó un suspiro.

—No le hagan nada, por favor.

Se fue a la cocina. Por los ruidos que se escuchaban, parecía que estaba revolviendo un par de trastos. Medio minuto más tarde, regresó con una caja de madera entre sus manos. Se iban a abalanzar apenas la vieron, pero ella impidió que se acercaran.

—¿Tienen el dinero? —preguntó.

—Pero por supuesto que sí —Alexis sacó de su bolsillo un par de billetes de la denominación más alta y se los dio a Marianne. Ella a cambio les entregó cuatro cigarrillos caseros—. ¿Estás segura de que contienen las hojas de vloek?

—Los hice yo misma.

—Oh, ¡me muero por probarlos! —Marcus sacó un encendedor.

—Aquí no —ella los detuvo—. No sabemos qué efectos tenga.

—Pero te hemos dado mucha pasta por esto.

—Valdrá la pena. Sólo esperen.

—¿Al menos podrías hacernos un ride hasta la discoteca? —Alexis hizo un puchero—. Casi nos dejas en quiebra.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEWhere stories live. Discover now