Capítulo 29: Interrogatorio

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Dos días después.

Dafne, Matthew y yo nos pusimos en contacto con el profesor y programamos una cita para poner la denuncia. Pese a que Marianne fue la única que no se pronunció, le mandé un mensaje de texto diciéndole la fecha, el lugar y la hora de la reunión esperando que apareciera. Sin embargo, los minutos pasaron y nunca llegó.

—Ya son las 4:12 —Matthew leyó la hora en su reloj.

—Katheleen —Dafne me tomó la mano—, ella no vendrá.

—Esperemos un minuto más, ¿sí?

—Lo siento chicos —intervino el profesor—. Si demoramos más tiempo, podríamos perder la cita.

Los tres me miraron. Solté un suspiro.

—Está bien. Vamos.

Nos acercamos a la recepción donde una secretaria tomó nuestros datos y verificó la información de la cita. Posteriormente, ella nos guio hasta una sala donde había varios muebles; nos pidió que tomáramos asiento y que esperáramos. Varios minutos después, una mujer vestida de forma elegante entró a la habitación.

—Buenas tardes a todos. La denuncia que quieren colocar es para tratar un caso de agresión perpetrado el día veintiséis de junio cerca de las 12:45 de la tarde, ¿es correcto?

Todos asentimos.

—Cada uno debe escribir su testimonio detallado sobre cómo se desarrollaron los hechos en orden cronológico —nos entregó hojas y lapiceros—. Al final, deben firmar con su nombre y documento de identidad. Tienen quince minutos para hacerlo. Les recuerdo que no deben intercambiar palabras.

El primero en terminar fue el profesor ya que no tenía mucho que contar. Le siguió Matthew con su versión de los hechos. De últimas quedamos Dafne y yo. La única persona, aparte de mí, que sabía que Marianne estaba comprando drogas era ella. Me prometió que no mencionaría nada y esperaba que cumpliera su palabra. Entregamos nuestras hojas casi al mismo tiempo. La mujer las recopiló y salió de la habitación diciendo que volvería pronto.

Pasaron quince minutos y no recibimos noticias de nadie.

—¿Por qué demoran tanto? —pregunté.

—Deben estar estudiando los testimonios para ver cómo proseguir con el interrogatorio —el profesor contestó.

—¿Interrogatorio?

Escuchamos el taconeo de la mujer que nos recibió; aquel se hacía más fuerte indicándonos que se estaba acercando. Cuando dejamos de escucharlo, la puerta se abrió.

—Como la señorita Fitzgerald no se encuentra aquí, la primera en pasar será la señorita Moncrieff.

Tragué saliva y me puse de pie.

—Por favor, deje su celular en su asiento.

—¿Mi celular?

—Sí, es una medida de protocolo.

—Vale —obedecí.

—Por favor, sígame.

Me guío hasta una habitación pequeña donde sólo había una mesa y dos sillas. Las paredes estaban pintadas en tonos neutro y carecían de adornos decorativos, salvo por una pared donde había un gran espejo que la abarcaba casi en su totalidad. Estaba bastante segura de que estábamos en una cámara de Gesell.

Las preguntas iniciales fueron sobre los hechos. La entrevistadora parecía distante y poco empática; en ocasiones, se quedaba en silencio anotando cosas en su libreta. Supuse que ese era su trabajo, pero más tarde me hizo una pregunta que me sacó de base. 

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEWhere stories live. Discover now