Capítulo 23: Vamos a la playa

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Una semana después.

Como era costumbre en cada martes, me dirigí al salón para asistir a la clase de Ética que tenía en común con Marianne. Me senté en mi asiento y la esperé. La profesora y el resto de mis compañeros llegaron, pero ella no apareció. Eso me sorprendió un poco ya ella nunca había tenido una inasistencia, pero traté de no darle importancia. Me senté junto a mi mejor amiga y su pareja.

—¿Ya estudiaron para Gestión de Puertos? —preguntó Grecia.

—Ay, ¡ni me lo recuerdes! —exclamó Dafne—. Ayer no dormí por estar ocupada con el trabajo de Macroeconomía.

Las dos me miraron.

—Yo ni siquiera he abierto el cuaderno —confesé.

—Podríamos estudiar juntas más tarde —Grecia propuso—. Tres cabezas piensan mejor que una.

—Buena idea —mi mejor amiga sonrió.

—¿Está Marianne Fitzgerald aquí? —la profesora la buscó con la mirada—. Es una pena —dijo al darse cuenta de su ausencia—. Según el calendario web, hoy está cumpliendo años.

Dafne me miró.

—¿Es su cumpleaños? —me preguntó en voz baja.

Me encogí de hombros.

—Acabo de enterarme.

La profesora continuó con la clase y yo no pude concentrarme por estar pensando en ese descubrimiento. Caí cuenta de lo poco que sabía acerca de ella. Había tantas cosas triviales de las que nunca hablamos. No pude aguantar las ganas de felicitarla, así que agarré mi celular y le mandé un mensaje decía: Feliz cumpleaños, anciana. La respuesta nunca llegó. Apenas la clase terminó, salí del salón y llamé, pero se dirigió al buzón de mensajes.

—Kathe —me llamó Dafne—, ¿vienes con nosotras?

—Lo siento, chicas. Es mi madre —señalé mi teléfono—, me acaba de recordar que debo acompañarla a hacer unos recados.

Dafne me miró con recelo; ella sabía que estaba mintiendo.

—Está bien —dijo Grecia—. En otra ocasión será.

—Si te desocupas temprano, avísame. Te vendría bien estudiar.

—Lo haré —me despedí de las dos.

De inmediato, salí de la universidad y agarré una ruta de buses que me dejaba a unas calles del apartamento de Marianne. Caminé lo que faltaba y, una vez allí, toqué la puerta hasta que abrió.

—¿Katheleen? —preguntó extrañada.

—¿Por qué no me dijiste antes? —la abracé—. ¡Feliz cumpleaños!

—Gracias, pero, a decir verdad, odio esta fecha.

—¿Por eso tienes el celular apagado?

Asintió con desgana.

—También porque sé que mi mamá no podrá resistir las ganas de llamarme. De seguro lo hará a escondidas de mi padre.

—¿Y no quisieras hablar con ella? —pasamos al comedor.

—La última vez que lo hicimos, mi papá se dio cuenta. No quiero imaginar lo que tuvo que aguantar. No quiero causarle problemas.

Me quedé sin palabras.

—¿Una cerveza? —preguntó para cortar el silencio.

—Creo que así estoy bien. ¿Tienes planeado algo para hoy?

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEOnde histórias criam vida. Descubra agora