Capítulo 8. Ramona.

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-Voy- grito desperezándome  cuando escucho que tocan a la puerta.

Espera, ¿Dije que tocan a la puerta? ¿Quién podría ser? A lo mejor Werner decidió reducir nuestro tiempo de condena y ha venido por nosotros.

Froto mis ojos y veo a Alex quien se encuentra igual de confundido, su cabello aún revuelto por estar recién levantado.

-Voy yo- me detiene a medio camino.

Camina hacia la puerta y yo lo sigo de cerca, cuando la abre nos encontramos con una señora algo mayor, alta de cabello rojizo recogido en una coleta demasiado estirada y robusta, muy parecida a Tronchatoro.

Debo admitir que intimida un poco.

-Vengo de parte del señor Arber- dice en tono osco.

Debo admitir que es algo interesante.

-¿En qué podemos ayudarle?- Alex cubre mi cuerpo con el suyo como protegiéndome de aquella mujer.

-Bueno, él mencionó algo acerca de unos chicos que eran incapaces de lavar su ropa y comer algo decente, así como de mantener la casa limpia y sobrevivir por sí mismos- y lo peor de todo es que lo dice como si no se tratara de nosotros.

Pongo los ojos en blanco.

-Supongo que se refiere a nosotros -qué vergüenza - pase.

Hago a un lado a Alex para permitirle el paso a la señora.

-Me llamo Ramona, por cierto.

-Oh, Ramona, encantada de conocerle, nosotros somos Alex y Felissa, y quiero que sepa que el señor Arber sólo estaba bromeando, no somos ese desastre que él describió, a decir verdad hemos estado llevando todo esto de la mejor manera.

Pero mi explicación parece no importarle porque mantiene su rostro neutro, es más parece que algo le incomodara constantemente, espero no ser yo. Entonces ve a Chubaca y lo que yo espero que relaje un poco el ambiente no hace más que empeorarlo.

-Puaj- arruga sus facciones - él no mencionó nada de un perro.

Su actitud me molesta e inmediatamente me pongo a la defensiva.

-Es mi perrita y yo me hago cargo de ella, así que no  representa ningún problema para usted.

-Como sea- se da la vuelta, y comienza a caminar.

Cuando está lo suficientemente lejos me giro hacia Alex.

-¿Realmente crees que la haya mandado tu tío?

Me encojo de hombros.

-No estoy segura, pero es cierto que -aunque no quiera aceptarlo - necesitamos ayuda.

Me regala una media sonrisa.

-Creo que dio justo en el clavo al decir que no somos capaces de comer algo decente.

-Pero qué horror- oímos que dice la mujer con disgusto, la encuentro fuera de la recámara viendo a lo que seguramente son los restos de la cama derribada. Farfulla algo sobre salvajes adolescentes inconscientes y entra a la habitación sin dirigirnos la mirada.

-Al parecer piensa que la hemos roto teniendo sexo salvaje- Alex ríe, y recuerdo lo mucho que costó que siquiera me sonriera cuando recién llegué, era tan molesto y amargado.

-Al estilo Crepúsculo, eh- me río para evitar ponerme roja como un tomate.

-Con todas esas plumas volando en la habitación y...

-Basta- le riño- no salgas con esas cosas ahora.

-¿Por qué, te da pena?

-Alex.

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