Capítulo 17: De vuelta a la realidad

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Me encogí de hombros.

—Tal vez en cinco años estés casada con el pastor de una iglesia cristiana —bromeé—. Quizá seas una feliz ama de casa que cuida a sus gemelos y tiene a niña en camino.

Ella se rio.

—¿De verdad puedes verme así?

—No, claro que no.

Me miró con lujuria de nuevo.

—¿Sabes cómo te veo yo?

—¿Cómo?

—Arriba de mí. No sé si dentro de cinco años, pero en menos de cinco segundos sí.

Sonreí y me senté sobre su regazo.

—Parece que tenías razón.

—Te ves muy bien allí —llevó sus manos a mis senos.

—¿Te parece?

Se mordió el labio.

—Sí —nos besamos.

Empezó a tocar mis senos y a jugar con mis pezones. Yo agarré su garganta, hice que inclinara la cabeza y mordí su cuello. Las cosas se estaban calentando a gran velocidad. Juntamos nuestros cuerpos sin dejar ni un centímetro de distancia entre ellos. Sus manos recorrieron mis caderas impetuosamente bajo el agua y nuestras lenguas bailaron a un ritmo suave pero constante.

De pronto, ella se detuvo para agarrar el flexo de la ducha.

—¿Qué estás tramando? —le pregunté.

—Voy a enseñarte una forma de masturbarte y nunca fallar en el intento —me guiñó el ojo. Yo esperé ansiosa por ver con qué salía. Viniendo de ella, debía ser algo muy bueno.

Me ordenó que me sentara en el espacio de sus piernas, dándole la espalda y recostada a su cuerpo. La obedecí. Entonces dejó caer un chorro en forma de lluvia sobre en mi nuca. Poco a poco fue bajando por mi espalda hasta llegar a mi trasero donde permaneció un rato haciéndome sentir la presión del agua sobre mis nalgas. Hizo que me recostara para hacer el mismo recorrido en la parte de adelante.

Regó agua en mis pezones, los cuales volvieron a encogerse por el frío y la excitación. Bajó por mi abdomen haciéndome soltar uno que otro murmuro. Hizo unos ajustes para que saliera un chorro con más fuerza, metió el flexo bajo el agua y lo colocó apuntando a mi clítoris. Me estremecí en un instante. La sensación que eso propinaba era algo fuera de este mundo. Sentí cosquillas en toda mi vagina y unas ganas incontrolables de gemir cuando, treinta segundos después, me vine. Le siguió el segundo en un corto intervalo de tiempo.

Me vine un total de ocho veces en menos de seis minutos. Esos orgasmos eran cortos, pero en cada uno podía sentir que el mundo se me venía encima. La experiencia era increíble, pero no podía aguantar más, así que le arrebaté la ducha de mano, me giré para verla e hice lo mismo con ella. Ver sus gestos de placer, los temblores que tenía tras cada orgasmo y las retorcidas de su cuerpo no hacía más que excitarme. Quería ser quien provocara esas cosas en ella, no el flexo de la ducha. Quería sentir su humedad y las contracciones de su vagina. Fue por eso que cerré el flujo del agua.

—Sal ahora mismo —le ordené fuera de mis cabales—. Quiero ser yo quien te haga venirte.

Regresamos al dormitorio. Marianne iba a acostarse, pero la detuve agarrándola del brazo y la recosté contra la pared. Hice que se diera la vuelta dándome la espalda y besé su nuca mientras que tocaba sus pezones. Ella gemía cada vez más fuerte. Sabía que estaba excitada por verme actuando de esa manera, pero, más que todo, en su rostro se reflejaba la sorpresa de que le arrebatara el control. Finalmente, le di media vuelta colocándola cara a cara conmigo y me arrodillé ante ella con la intención de hacerle sexo oral.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEWhere stories live. Discover now