Capítulo 1: Marianne

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Ella apareció en mi vida a comienzos del primer semestre de aquel año. Para ser exacta, fue en marzo, un mes después de haber iniciado el calendario académico. Parecía ser un día común y corriente; todos estábamos en el salón esperando a la profesora para empezar la clase. Bueno, no todos, sólo un pequeño grupo de personas en el cual estoy incluida. El resto contaba ansiosamente los minutos que faltaban para poder irse del salón sin repercusiones.

Para tristeza de muchos, la profesora llegó más temprano que tarde. Nos saludó y se acercó al tablero para borrar los restos de unas ecuaciones que había dejado el profesor de la clase anterior. Miré a Dafne, mi mejor amiga. Bajo su flequillo se escondía una cara de decepción que, de un momento a otro, pasó a reflejar intriga.

-¿Quién es esa? -me preguntó en voz baja. Giré la cabeza en dirección a donde sus ojos apuntaban y la vi por primera vez.

Era alta, muy alta, pero sobre todo imponente. Estaba recostada a la pared observando a los presentes con indiferencia. Su rostro era pálido y sus facciones eran finas, salvo por sus grandes ojos y sus cejas semipobladas. Tenía el cabello corto y de color negro azabache; sus mechones eran lisos con alguna que otra onda rebelde. Lucía un poco despeinada, pero parecía no importarle.

-Chicos y chicas: ella será su nueva compañera -la profesora la miró expectante. Ante su silencio, continuó hablando-. ¿Quieres decir algo, Marianne?

-En realidad no -respondió de lo más tranquila.

-Está bien. Puedes sentarte.

Ocupó el primer asiento vacío que encontró y se quitó su chaqueta de cuero. Algunos de mis compañeros sentían tanta curiosidad sobre la chica nueva que no disimulaban sus miradas. Yo estaba un poco intrigada. Su rostro era uno de esos que no se olvidan con facilidad. En dos años y medio de estar estudiando, nunca la había visto; ni en otras clases ni en los espacios abiertos de la universidad. Además, era extraño que se matriculara un mes después de haber empezado clases y en un curso cuyos cupos estaban completos.

Dejé de darle vueltas al asunto y me concentré en la profesora. Se supone que las electivas aligeran la carga académica, pero siempre terminan siendo un dolor de cabeza. En ese caso, Camps nos estaba hablando sobre la importancia de adaptarse a los cambios y aprender a trabajar en cualquier equipo para el mundo laboral. Me hice una vaga idea de cuál era la finalidad de su discurso y acabé acertando. Esa larga introducción era para decir:

-De ahora en adelante, los trabajos que asigne se realizarán en parejas, pero no empiecen a buscar compañero porque esta vez vamos a probar algo diferente -hizo una conveniente pausa que disparó el suspenso-. Van a juntarse con la persona del salón con la que nunca han hablado, sin trampas. Voy a facilitarles el proceso.

La profesora le pidió a un chico que se pasara al frente y escogiera a su pareja. Así, los grupos se fueron formando. Yo rogaba porque mi turno llegara para elegir a Matthew, el chico más lindo del salón. Ojos verdes, cabello castaño claro, barba cuidada, bien vestido... ¡Demonios, me gustaba tanto! Nunca había reunido el valor necesario para cruzar palabras con él, pero ese semestre estaba dispuesta a cambiarlo.

-Marianne -la profesora la llamó. A regañadientes, se puso de pie y nos repasó con la mirada-. Vamos, vamos. Haz tu elección.

-No tiene sentido. Para mí todos son desconocidos.

-Entonces escoge a cualquiera. ¡Rápido, aún faltan más personas!

-Uhmm... -hubo un breve silencio- ella.

-Katheleen.

-¿Eh? -fue lo único que alcancé a articular.

-Marianne es tu compañera. Es tu responsabilidad ponerla al día con los temas que hemos dado. Si haces un buen trabajo, te adicionaré cinco décimas en la primera nota -los demás empezaron a murmullar.

SERENDIPIA PARTE I: MARIANNEWhere stories live. Discover now