Capítulo 1 Culpa tuya

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NOAH

Hoy por fin cumplía dieciocho años.

Aún recordaba como nueve meses atrás estaba contando los días para que por fin pudiese ser mayor de edad, tomar mis propias decisiones y largarme corriendo de este lugar. Obviamente las cosas ya no eran como nueve meses atrás, todo había cambiado tanto que era increíble de solo pensarlo. No solo había terminado por acostumbrarme a vivir aquí sino que ahora no me veía viviendo en otra parte que no fuese esta ciudad. Había conseguido hacerme un hueco en mi instituto y también en la familia con la que me había tocado vivir.

Todos los baches que había tenido que ir superando, no solo en estos meses, sino desde que había nacido me habían convertido en una persona más fuerte, o al menos eso creía. Habían pasado muchas cosas, no todas buenas pero me quedaba con la mejor: Nicholas. ¿Quién iba a decir que iba a terminar enamorándome de él? Pues estaba tan locamente enamorada que me dolía el corazón. Habíamos tenido que aprender a conocernos, aprender a subsistir como pareja, y no era fácil, era algo en lo que trabajábamos todos los días. Ambos teníamos personalidades que chocaban mucho y Nick no era una persona fácil de llevar, pero lo quería con locura.

Por ese motivo estaba más triste que contenta ante la inminente fiesta de mi cumpleaños. Nick no iba a estar, hacía dos semanas que no le veía, se había pasado los últimos meses viajando a San Francisco, le quedaba un año para terminar la carrera y su padre le había abierto muchísimas puertas, y él se había aprovechado de cada una de ellas. Lejos quedaba el Nick que se metía en problemas, ahora era distinto, había madurado conmigo, había cambiado a mejor, aunque mi miedo era que en cualquier momento su antiguo yo volviese a salir a la luz.

Me observé en el espejo. Me había recogido el pelo en un moño desarreglado en lo alto de la cabeza, aunque elegante y perfecto para llevarlo con el vestido blanco que mi madre y Will me habían regalado por mi cumpleaños. Mi madre se había vuelto loca con la fiesta que había organizado, según ella esta iba a ser su última oportunidad de representar su papel, puesto que en una semana me graduaba en el instituto y poco después me mudaba a la universidad. Había mandado solicitudes a muchas universidades pero finalmente me había decantado por la UCLA de Los Ángeles. Ya había tenido demasiados cambios y demasiadas mudanzas, no quería largarme a otra ciudad y menos alejarme de Nick. Él estaba en esa misma universidad, le quedaba un año y también sabía que lo más probable era que iba a terminar mudándose a San Francisco para trabajar en la nueva empresa de su padre, pero ya me preocuparía por eso más tarde, todavía quedaba un año y no quería deprimirme.

Me levanté del tocador. Me había maquillado especialmente para aquel día, aunque sin especial interés, más bien lo hacía por mi madre que estaba insoportablemente sensible últimamente. Mis ojos estaban perfectamente delineados, dándole un aspecto gatuno y muy bonito. Mis labios estaban coloreados de un color rojizo natural y mis mejillas ligeramente sonrosadas.

Me alejé del espejo y antes de ponerme el vestido, mis ojos se fijaron en la cicatriz de mi estómago. Uno de mis dedos acarició aquella parte de mi piel que estaría dañada y marcada de por vida y sentí un escalofrío. El estruendo del disparo que acabó con la vida de mi padre resonó entonces en mi cabeza y tuve que respirar hondo para no perder la compostura.

No había hablado con nadie de mis pesadillas ni del miedo que sentía cada vez que pensaba en lo ocurrido, ni como mi corazón se disparaba enloquecido cada vez que un estruendo demasiado fuerte sonaba cerca de mí. No quería admitir que mi padre había vuelto a causarme un trauma, ya bastante tenía con no poder quedarme a oscuras a no ser que fuese con Nick a mi lado, no pensaba admitir que ya no podía dormir tranquilamente, ni que no podía dejar de pensar en mi padre muriendo justo a mi lado, ni como su sangre salpicando mi rostro me había convertido en una loca total. Cuando me duchaba era incapaz de no frotar mi mejilla izquierda compulsivamente durante varios segundos, eran cosas que me guardaba para mí, no quería que nadie supiese que estaba más traumatizada que antes, que mi vida seguía presa por los miedos que aquel hombre me había causado. Mi madre en cambio, estaba más tranquila que en toda su vida, aquel miedo que siempre había intentado ocultar había desaparecido, ahora era completamente feliz con su marido; ya era libre. A mí me quedaba un largo camino por recorrer y el problema es que no sabía muy bien a dónde dirigirme.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora