Capítulo 38

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NICK

En cuanto llegué al instituto y no la vi supe que algo no iba bien. No sé si fue instinto o una vocecita en mi cabeza advirtiéndome de que algo estaba ocurriendo, pero bajé del coche de un salto y me fui directo hacia las vallas. Pude ver que había bastantes alumnos alrededor del gimnasio. Salté las va- llas y me fui directo hacia allí. Muchos de los presentes abrieron los ojos como platos al verme llegar. Otros se dieron codazos entre sí y me señala- ron. Entonces vi a Jenna y Lion que aparecían de las gradas de los campos de atletismo e iban en dirección al gimnasio.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó mi amigo al verme ir hacia ellos.

—¿Habéis visto a Noah? —les pregunté sin ni siquiera saludarlos. Tenía un mal presentimiento.

Jenna se encogió de hombros.
—La dejé dentro hace unos quince minutos.
Le di la espalda y me encaminé hacia allí con ellos pisándome los talones.

Al entrar todos se me quedaron mirando y solo fui consciente de los gritos que provenían del final de la habitación. Eran desgarradores. Sentí tal pánico al oír su voz gritando de aquella forma que perdí el control sobre mí mismo.

—¿¡Dónde está?! —pregunté chillando mientras seguía su voz hasta la puerta de un armario que había detrás: estaba dentro; la habían encerrado, y gritaba y golpeaba la puerta desesperada por salir.

—¡SACADME DE AQUÍ!

Me temblaron las manos pero procuré contener la calma. Intenté abrir la puerta pero la habían cerrado con llave. Me volví más furioso que en toda mi vida.

—¡¿Quién coño tiene la puta llave?!

Los que estaban a mi alrededor se encogieron ante mis gritos, pero yo solo podía oír la voz desgarradora de Noah dentro de ese armario.

Cassie apareció por un lado de la habitación, parecía completamente aterrorizada. Me tendió la llave y por poco no le arranco el brazo al quitársela de las manos.

—Solo ha sido...

—¡Cállate! —le chillé y de inmediato introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta.

Solo pude verla un segundo antes de que sus brazos se me echaran en- cima y enterrara su cabeza en mi cuello sollozando entrecortadamente y temblando de terror.

Noah estaba llorando... llorando; desde que la conocía no la había visto derramar ni una sola lágrima, ni cuando su novio le puso los cuernos, ni cuando nos peleamos en Bahamas, ni cuando se enfadaba con su madre, ni cuando la dejé tirada en la carretera... Nunca la había visto llorar de ver- dad y la persona que estaba ahora entre mis brazos se deshacía en lágrimas desgarradoras.

Se había formado un corro alrededor nuestro que nos miraban en silencio.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora