Capítulo 12

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NICK

Me sentía como si estuviera a punto de estallar. Cada una de mis terminaciones nerviosas se había despertado con una intensidad abrazadora e inquietante. A medida que caminaba hacia donde estaban mis amigos mi enfado crecía por momentos.

¿Por qué coño la había besado? ¿Por qué demonios había entrado en su juego? ¿Desde cuándo dejaba que una tía me calentara sin ser yo el que llevara las riendas? La respuesta contenía cuatro letras: Noah.

Desde que la había visto aquella noche no me la había podido sacar de la cabeza. No sé si era por la atracción de algo prohibido, teniendo en cuenta que éramos hermanastros, o por las enormes ganas de sentir que podía controlarla, que podía apagar aquel fuego que no cesaba de salir por su boca, que podía conseguir que se comportara como todas las demás mujeres que había tenido el placer de conocer.

Noah era totalmente diferente a todas ellas. No caía rendida a mis pies, no le temblaban las rodillas con tan solo mirarla, no se amilanaba cuando la desafiaba, sino que me contestaba aún con más fiereza que yo. Era terriblemente frustrante... y excitante al mismo tiempo. Mentalmente no cesaba de decirme a mí mismo que era una mocosa maleducada e insoportable; que debía pasar de ella, ignorarla... pero mi cuerpo me traicionaba y no sabía qué demonios hacer. La había besado, me había ofrecido a hacerlo no porque me interesara ayudarla a vengarse de su jodido novio ni para poder echarla de mi fiesta, sino que lo había hecho por el puro deseo de comerle la boca. Nada más verla aquella noche había deseado meterme entre sus piernas y hacerla mía. Era de lo más incómodo, incómodo, y frustrante teniendo en cuenta que no la soportaba. ¿Por qué demonios tenía que ser tan endemoniadamente atractiva?

Los pantalones cortos que llevaba dejaban sus piernas largas al descubierto, retando a cualquier hombre con ojos a acariciarla, a besarla... Sus cabellos me volvían loco y más cuando los llevaba así sueltos, enmarcando su rostro sonrojado por el alcohol. Pero lo más excitante habían sido sus labios... suaves como el terciopelo e hirientes cuando formulaban sus palabras de desprecio contra mí. Me había vuelto loco cuando su boca se abrió, me enloqueció la forma como su lengua giraba contra la mía, sin vergüenza, sin complejos, completamente diferente a cuando yo besaba a una chica. Yo llevaba el ritmo, yo llevaba el control. Le había mordido el labio por puro placer carnal, por el simple deseo de querer devorarla y dejarle claro quién mandaba.

«¿Y ya está?», me había preguntado con sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillando de deseo. ¡Joder! ¿qué quería que hiciera? Si no fuera quien era ya me la habría llevado a la parte trasera de mi coche; si no fuera tan jodidamente insoportable le habría regalado la mejor noche de su vida, si no fuera... si no fuera porque estaba poniendo mi mundo patas arriba...

—¡Tío!, ¿dónde estabas? ¡La primera carrera va a empezar! —me gritó Lion desde donde habían colocado mi Ferrari negro en paralelo con el Audi tuneado de mi enemigo.

Aquello era lo que necesitaba. Descargar toda la tensión acumulada mientras corría a más de ciento sesenta por una carretera de arena en mitad de la noche y ganaba uno a uno a los gilipollas de la banda de Ronnie. Necesitaba desahogarme, necesitaba sentir la adrenalina: la adrenalina era mejor que el deseo, mejor que el hecho de saber que aquella noche no iba a poder conseguir lo que verdaderamente quería...

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora