El doctor Roosevelt se encontraba ahí, respirando fuertemente por la boca, sudando y temblando, miraba a Sandra como si quisiera asesinarla, estaba furioso, dio un paso al frente y cayó, se retorció en el suelo como si de un perro con rabia se tratara y vomitó.

Sandra lo miró con cara inexpresiva, esperó a que el ataque terminara, y cuando lo hizo, se agachó y lo levantó: — Javed Roosevelt sufriendo un síndrome de abstinencia. ¿Tan bajo has caído corazón? —, el doctor solo la miró, pues no tenía las fuerzas para decir o mover algo. Sandra lo arrastró por el suelo, ensuciando su pantalón con su propio vómito.

La habitación contaba con una camilla, varias botellas de alcohol y el olor insoportable del vómito, Sandra retuvo la respiración, se dirigió a la camilla y tiró como pudo al doctor.

—Me repugnas. — dijo y acomodó al doctor, parte por parte, luego, cuando este cerró los ojos, Sandra salió de la habitación, consiguió una toalla en una de las habitaciones abiertas y regresó a donde se encontraba el doctor, le limpió el sudor y lo miró.

Se masajeó las sienes de nuevo, evitó vomitar y salió a la oficina, casi corriendo. Fue directo al escritorio, revisó el proceso del experimento y las cámaras. Dándose cuenta de donde se encontraba la morgue, fue lo más rápido posible.

Quitándose los zapatos y corriendo descalza, entró a la cabina principal de cristal, buscó morfina, una aguja y su inyección; al conseguirla, regresó al botadero donde se encontraba el doctor, casi de inmediato y sin importar nada, le clavó la aguja en la pierna y vertió la morfina, esperando a que eso lo ayudara.

Como si de oxígeno tratara, el doctor respiró hondo y equilibró su respiración, pero volvió a vomitar.

Se quedó dormido luego de algunos minutos. Sandra, entonces, trató de mover al doctor hacia su oficina. Con el peso muerto del cuerpo del doctor, Sandra, arrastrándolo por el piso, caminó lo que más pudo. Llegó a medio camino cuando el doctor empezó a moverse un poco.

Desistió, pues los brazos ya le estaban doliendo, con el frío de la baldosa en los pies, caminó hacia donde la cafetera se encontraba, consiguió de uno de los muebles una cubeta, la llenó de agua, que por alguna razón salió marrón oscuro y se la llevó consigo hacia la mitad de la edificación donde el cuerpo casi inmóvil del doctor se encontraba.

No lo pensó dos veces cuando le echo el agua al doctor, empapándolo y ensuciando más su bata. Lo único que logró Sandra con lo que hizo fue que el doctor vomite nuevamente: —Espero que ya te estés muriendo.

El dr. Roosevelt estaba tendido en el piso con la mejilla llena de vómito, para ese momento, él mismo, en su inconciencia esperaba que fuera la última vez, pues ya se estaba sintiendo mejor. Con el mayor esfuerzo que su cuerpo le dio, abrió los ojos como pudo, mirando los pies descalzos de Sandra.

Un parpadeo cambió su perspectiva, pues, cuando sus ojos enfocaron nuevamente los pies de Sandra, una de sus piernas cambió de color, y luego se encogió. Se alteró, trató de levantarse y advertirle, pero apenas se arrimó sobre su brazo izquierdo, Sandra ya no estaba.

No supo cómo reaccionar pero casi de inmediato, con la ropa y el pelo empapado y las gotas del agua sucia bajando por su cara, quedó inconsciente de nuevo.

Despertó con el grito que salía de su boca y también con los chillidos de las ratas. Javed Roosevelt, por primera vez, sacó su ira interior, o por lo menos así lo sintió.

Quiso levantarse y tomar agua, pero no pudo. Sus piernas ni cadera reaccionaban, apretó la mandíbula tan fuerte que de los molares le salió sangre. Javed Roosevelt estaba desesperado y más que molesto.

Experimento FOBIA ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon