XV

590 42 34
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


—Creo que has llegado al límite de lo que anhelabas tanto.

La voz de Sandra era distante, como si de un eco se tratara, Javed Roosevelt tenía los ojos pegados y los oídos tapados: — ¿Por qué no siento nada?

—No lo sé.

— ¿Me vas a decir lo que está pasando?

— Nada está pasando nada cariño, tranquilo.

El doctor Roosevelt así lo hizo, se quedó dónde estaba, se restregó los ojos y respiró profundamente, luego de un pequeño mareo, se recompuso y sintió como Sandra cogía su mano y la besaba delicadamente.

— ¿Te duele el dedo?

—Ciertamente, supongo que algún día se pondrá bien.

Sandra rodeó la mesa, se alzó un poco la falda y besó al doctor en la frente: —Haré un poco de café, ¿te parece?—, ambos esbozaron una pequeña sonrisa y Sandra se fue, estaba sin su bata y el doctor podía ver como la ropa se le ceñía al cuerpo: "Ella está tratando de seducirme, ¿tan idiota parezco?", se rio en sus adentros y pensó todo lo que estaba pasando, pues nada era muy normal y habiendo sido la persona que era, él buscaría alguna respuesta sin importar qué.

Así pues, pasado el tiempo, Sandra regresó con dos tazas de café negro sin azúcar y las posó en el escritorio.

—Y, dime, ¿cuál es el plan para todos esos cuerpos? Creo que no permanecerán como queremos tanto tiempo.

— Aún no puedo decírtelo, de igual manera, no durarán para siempre pero si para cuando todo esto termine.

Y mientras decía todo esto, el doctor sacaba del cajón del escritorio su diario. —Aquí está la mayor parte del plan, pero sabes que últimamente no he estado muy bien.

—Deberías descansar un poco.

—No puedo permitírmelo, esto lo he planeado desde hace mucho tiempo—, y en su cabeza los recuerdos de cuando surgió la idea y se hizo pública; nadie llegó a creerlo y Javed Roosevelt nunca había sido más serio en algo: "Quiero llegar a entender la mente humana lo mejor posible, quiero intentar lo que nadie nunca ha intentado". Y pasaron loa años, nadie nunca supo cómo la idea sería realizada y Javed Roosevelt se metió tanto allí, que cuando salió del agujero, ya casi nadie lo recordaba, pero eso claramente no duró mucho, pues, como saben, Javed Roosevelt era sin duda un genio y un amante de la atención.

—Lo sé...—, Sandra se movió hacia donde estaba el doctor, cogió el diario, lo guardó en su lugar y se sentó en sus piernas. Lo besó delicadamente, con dulzura encantadora, y él, bueno, él hizo exactamente lo mismo, como en los viejos tiempos, después de que su situación se pusiera seria. Ella siendo su mejor estudiante y él siendo su maestro preferido, se complementaban de la mejor manera y al momento de conectarse, la situación prohibida hizo, claramente, la situación un tanto candente. Ambos recordaron aquello y siendo así, regresaron a las caricias, sin embargo no eran las apasionadas con ganas de más, sino, las caricias suaves de dos amantes que se reencontraban de nuevo. Y las cosas fluyeron encima de aquel sillón de cuero malgastado que amaban tanto. Entre suspiros, pequeños gemidos y una que otra torpeza, se rencontraron de la mejor manera posible.

Experimento FOBIA ©Where stories live. Discover now