Capítulo 17.

1.8K 139 71
                                    

Capítulo 17.


Creo que la última vez que corrí tanto, fue hace unas semanas, cuando huía de la misma persona, en medio de un bosque, a mitad de la noche.

Inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas, mi vista se nubló y mis piernas temblaron, estaba muerta de miedo, ¡no volvería a ninguna parte con él!

Corrí las cuadras que hacían falta hasta llegar al piso. Me metí dentro como alma que lleva el diablo, cerré la puerta con seguro y comencé a respirar con gran ajetreo. Mi respiración era irregular, y sentía mi pulso resonar una y otra vez.

Limpié mis ojos restregando mis palmas contra ellos, solté un suspiro y me resbale por la puerta hasta que mis nalgas y piernas tuvieron total contacto con el duro y frío suelo.

Mi cabeza estaba nublada con pensamientos abrumadores, mis piernas y manos no paraban de temblarme y mis lágrimas ya amenazaban con salir.

Abrí mi boca y di una gran bocanada de aire, apreté mis puños con tal fuerza que sentí mis uñas hundirse en la suave piel de mi palma, cerré los ojos con fuerza y me obligué a dejar de temblar, estaba harta, cansada y frustrada, ¡estaba en mi límite! Podía sentir fuerte y claro como la presión aumentaba, y yo estaba a punto de explotar, y de arrasar con todo a mi alrededor.

Hundí mi cara entre mis manos y grité, grité lo más fuerte que mis pulmones me permitieron, grité y saqué todo aquello que llevaba guardando desde hace más de tres meses —quizás cuatro—, grité porque era lo único que podía hacer.

¿Gritar era lo único que podía hacer...?

De inmediato levanté mi mirada al frente, sentí como mi ceño se fruncía en genuina confusión y de un impulsó me levanté del suelo.

Gritar no podía ser lo único que podía hacer, y no sería lo único que haría.

De inmediato me dirigí al baño y al llegar me miré al espejo, observé con detenimiento mi reflejo.

Mi cabello ahora era corto y estaba teñido, tenía largas y amoratadas ojeras debajo de mis ojos, mi piel era más pálida de lo normal, mis ojos no tenían el brillo que solían tener y mis labios estaban secos y partidos, sin vida.

Yo ya no tenía vida.

¿Qué más quieres de mí, Eddie? ¡¿Qué más quieres?!

Inclusive, y odiaba tener que admitirlo, había bajado de peso, ¿cómo no hacerlo?

Eddie me había robado más que tres meses de mi vida, él me había robado mi felicidad, mis sueños, mis alegrías, mis esperanzas, y había dejado en su lugar rencor y miedo.

No me voy a dar por vencida, no ésta vez, no ahora y no nunca.

Salí viva de ese maldito infierno, estoy sola y, mierda, ¡estoy muerta de miedo!

No sé que hacer, todos y todo es extraño para mí, estoy repleta de inseguridades, esto ni siquiera puede llamarse vida.

Y estoy harta, esto llegó hasta aquí.

Estoy decidida, no dejaré que un desquiciado pelirrojo me joda la vida, bastantes cosas ha jodido ya, bastante me ha jodido a mi...

Tengo que dejar de tenerle miedo hasta a mí propia sombra, estoy fastidiada de la vida que desde hace tres meses y medio llevo, y es sólo que no sé que hacer.

Estoy tan abrumada en estos momentos que mi cabeza palpita de dolor.

De algo estoy total y completamente segura, no dejaré que Eddie se salga con la suya, estoy muy cansada de huir todo el tiempo, yo no necesito a nadie más, sólo me necesito a mi, yo misma puedo "salvarme" de este degenerado, no voy a esperar que alguien más haga el trabajo sucio por mí.

Obsession| h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora