34. Jamás

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CHASE

— ¡Apá! —chillaron mis hijos, llamando mi atención.

Me volteé y abrí mis ojos al ver a Derek levantándose lentamente del suelo, quedándose de pie. Saqué mi teléfono con una sonrisa mientras gritaba el nombre de mi novia, quien corrió hacia la sala.

— ¡¿Qué?! —preguntó, preocupada.

Le señalé a Derek y ella abrió la boca emocionada, a lo que asentí varias veces. Ella comenzó a gritar el nombre de William, quien también apareció en la sala lleno de preocupación, la cual desapareció cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

Le hice una seña a Derek y le di mi teléfono a Jade, quien toda nerviosa lo tomó entre sus manos para continuar con la grabación. Por un momento vi mi etapa cómo padre pasar por delante de mis ojos cuando mi hijo volteó a verme con una hermosa sonrisa en sus labios.

—Hey campeón —susurré. Me puse de cuclillas, no rompiendo el contacto visual que teníamos —. Hey príncipe, ¿me das un abrazo?

Solté una carcajada cuando dio un pequeño paso, para luego dar otro y continuar hasta llegar a mí, rodeándome con sus pequeños brazos. Reí de dicha y me levanté del suelo con mi hijo entre mis brazos, depositando varios besos en su mejilla, haciéndolo reír a él también.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar que era su cumpleaños. Tenían un año y el tiempo se había pasado volando. Sentía cómo si fuera ayer que recién los conocía, que los tenía en mis brazos por primera vez. No cambiaría a mis hijos por nada del mundo.

— ¡Miren a Kai! —exclamó William, a lo que Jade y yo regresamos nuestra atención a nuestra pequeña.

Imitó a su hermano, levantándose con torpeza y mirando a todos lados, buscando a dónde ir. William se agachó y le hizo varias señas, ganándose carcajadas de su parte. Las colitas de mi bebé comenzaron a moverse mientras que caminaba lentamente hacia el castaño, haciéndole reír de felicidad al igual que a mí.

— ¡Ya saben caminar! —exclamó Jade, riendo de felicidad. Pude notar lágrimas en sus ojos —. Están muy grandes, no puedo creer que estén cumpliendo un año.

Me acerqué a ella y planté un beso en su frente, haciéndole sonreír. Khalessi y William estaban riendo, gracias a que ella no dejaba de besar su rostro varias veces.

— ¡Apá! —gritó mi princesa, señalando al castaño.

A pesar de todos los problemas que he tenido con William, sé que puedo contar con él en todo momento con lo que respecta a mis hijos y a Jadeline. Él es el segundo padre de mis hijos y eso todos lo tienen bien en claro. Siempre me ha ayudado y estaré eternamente agradecido con él por el resto de mis días.

—Sí princesa, ahí está papá —sonreí, a lo que William me miró incrédulo.

Ambos nos miramos por varios segundos y una sonrisa se posó en los labios del castaño. Le guiñé un ojo y me acerqué, a lo que Khalessi comenzó a jugar con Derek.

—Los hombres de mi vida —suspiró Jade, haciéndonos reír. Depositó un beso en la mejilla de ambos —. No saben lo feliz que me hace verlos así, juntos y unidos.

—Tenemos una razón y un motivo —respondió William, a lo que yo asentí —. Nuestros hijos.

—Exacto, nuestros hijos —afirmé.

Me sentía afortunado, mis hijos tenían a dos hombres en sus vidas los cuales se sacrificarían siempre por ellos. Estaba seguro de que si algo me llegase a suceder, William estaría ahí para ellos sin dudarlo, lo cual me hacía absolutamente feliz.

Había alcanzado la felicidad completa, y podía decirlo: había tocado el cielo.

WILL

Me quedé mirando las estrellas sentado en el jardín trasero. Todos se encontraban adentro festejando el cumpleaños de los mellizos. Quería tiempo para pensar, y no se me ocurrió mejor idea que salir a ver las hermosas constelaciones.

—Hola. —Jade se sentó a mi lado, ofreciéndome una sonrisa. Entrelazó su mano derecha con mi izquierda —. ¿Sucede algo? ¿Por qué no estás adentro con nosotros

—Quería tiempo para mí —admití, con una mueca —. No siempre lo tengo, y la noche está hermosa. Así que pensé que no era una mala idea salir a ver el cielo.

— ¿Por qué siempre enamoras cuando hablas? —preguntó, haciéndome reír. Ella besó mi mejilla —. Lo digo en serio, eres el hombre más encantador que conozco.

—No lo suficiente —susurré, mirando la correa de Orión.

— ¿Qué quieres decir? —su tono de voz sonaba lleno de confusión. Me quedé callado —. ¿William?

Regresé mi mirada a la suya y con miedo, llevé mi mano a su rostro, acariciándolo delicadamente con mis nudillos. Jade cerró los ojos ante el contacto, a lo que una sonrisa se escapó de mis labios. Era hermosa, Jesucristo, era la mujer que estaba en mis sueños y en mis pensamientos todos los segundos de mi vida. No había segundo, minuta o hora que no estuviese pensando en lo hermosa y valiosa que era.

Y lo que más dolía era que no me ámese. A pesar de que ya no hubiese oportunidad para nosotros dos, ella siempre estaría en mi corazón. Yo siempre la iba a amar, de eso no me quedaba dudas. Nunca iba a dejar de hacerlo por qué dejar de amarla era cómo dejar de respirar para mí. La necesitaba a mi lado, aunque no pudiese tocarla o besarla, decirle cuánto la amaba. Estaría con ella y eso era suficiente para mí, no pedía nada más que estar a su lado.

—Te amo, Jadeline —susurré, a lo que ella abrió sus ojos.

—Will.

—Y tú no me amas —concluí, alejando mi mano de su rostro —. No importa cuántas veces te haya demostrado mi amor por ti, tú no me ves de aquella manera. Mi esfuerzo por enseñarte lo mucho que vales y lo mucho que te mereces a alguien que de verdad te ame tanto cómo yo lo hago ha sido en vano.

—No ha sido en vano —replicó.

Negué con la cabeza mientras que un nudo de frustración se formaba en mi garganta. Mis ojos se llenaron de lágrimas y suspiré para regresar mi mirada a las constelaciones. En aquel momento quería ser una de ellas, resplandecían y nunca dejaban de hacerlo, siempre estaban llenas de felicidad.

—William, eres el mejor hombre que conozco —susurró, apoyando su cabeza en mi hombro —. Eres atento, maravilloso, cariñoso y encantador. Eres todo lo que una mujer puede desear —me aseguró, apretando mi mano —. Y no creas que no me he dado cuenta de lo que eres capaz por amor. Sé que amas y estoy segura que siempre va a ser así, por qué yo también estoy segura de mi amor por ti.

Giré un poco mi rostro para verla a la cara. Jade rozó nuestras narices y cerré mis ojos al igual que ella. El silencio se apoderó de nosotros por varios segundos, pero ambos nos estábamos deleitando solamente con la respiración del otro.

—Yo también te amo —susurró.

Solté una pequeña carcajada mezclada con un sollozo y ella me ofreció una sonrisa a pesar de que las lágrimas ya estaban corriendo por sus mejillas.

—Y estoy perdidamente enamorada de ti y de tu forma de ser —continuó —. Y siempre te voy a amar, siempre William.

Depositó un beso en mi frente y poco a poco fue bajando hasta quedar cerca de mis labios. Rocé los suyos y ella sonrió, entrelazando nuestras manos.

—Nunca dudes de mi amor por ti —pidió —. Jamás.

La miré a los ojos y le ofrecí una sonrisa.

—Jamás.

Un Solo Destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora