9. No

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CHASE

Volver a sentir mis labios sobre los de ella no se sentía real. No podía creer que la estaba besando de nuevo, y vaya que se sentía muy bien.

No me duró mucho ya que se separó de mí, nerviosa. Me miró incrédula y yo suspiré frustrado. No debí haberla besado, por mucho más que todo en mí me lo pidiera. Ella era una mujer comprometida y no podía hacer que fallara a sus valores.

—Jade, lo siento. Yo no debí besarte —me disculpé, esquivando su mirada.

Ella asintió confundida para luego mirar a sus manos. Un silencio muy incómodo se apoderó de la habitación. Mi acción podía haber perjudicado la poca confianza que me había ganado por su parte.

—Esa mujer... ¿No tiene nada con William? —Asentí sin pensarlo y ella suspiró mientras asentía —. Bien, creo que tengo que disculparme con él. —Jade iba a salir de la habitación pero la detuve.

Esta vez fue por elección propia. Quería hacer tantas cosas y al mismo tiempo no me atrevía a realizar nada. La rodeé con mis brazos y deposité un beso en su frente, sorprendiéndola.

—Te quiero, ¿sí? —Jade asintió, confundida.

—Voy a ver a Alexander —susurró, para luego salir de la habitación lo más rápido posible.

Me maldije mentalmente mientras caminaba alrededor de la habitación. Miré varias veces mi mesa de noche, en la cual se encontraba una fotografía de Jade y yo en nuestro viaje a Cuba, aquel día la había preguntado para que fuera mi novia.

—Jade, ¿has tomado tus medicinas? —Los tres estábamos sentados en la mesa comiendo nuestra cena.

— ¡No! Oh por Dios, lo he olvidado por completo. —Sacó un frasco naranja desde su bolso, el cual contenía sus pastillas para su enfermedad.

— ¿Por qué mami tiene que tomar pastillas? —preguntó Alexander, mientras se llevaba su cuchara con puré a la boca.

—Por qué mami está enfermita y necesita tomar su medicina para curarse —respondió Jade, sonriéndole.

A pesar de todo, todavía seguíamos verificando que tomara sus pastillas contra la esquizofrenia. No había tenido ningún ataque estando con nosotros, pero de igual manera tenía que tomarlas.

—Oh —se limitó a decir Alexander —. Tío, mi amigo Lucio pensó que tú eras mi papá ese día que me fuiste a recoger —me comentó entre risas.

—Mejor que tu padre no escuche eso, o si no me matará —le aseguré, haciéndolo reír mucho más.

—Eres mi segundo papi, tío Chase. —Alexander puso su manita sobre mi mano —. Yo te quiero mucho.

Sonreí emocionado y deposité un beso sobre su frente. Jade miraba la escena enternecida. Alexander era como un hijo para mí, y siempre estaría a su lado para lo que sea que él necesitara de mí.

Veía como Jade lo echaba a dormir, mientras le cantaba una canción de cuna. El pequeño poco a poco se fue durmiendo y su madre depositó un beso en su frente. Jade salió de la habitación haciéndome sonreír.

— ¿Qué quieres hacer? —le pregunté, ofreciéndole una sonrisa.

— ¿Ahora? Sólo quiero dormir —dijo, a lo que yo asiento —. ¿Tendrás algo que me quede para que pueda dormir?

—Por supuesto.

Ambos caminamos hacia mi habitación y comencé a rebuscar entre mi cómoda algo que le quedara. Terminé sacando una camisa mía negra, para luego entregársela.

—Creo que me quedará algo grande —comentó, haciéndome reír.

—Se te verá precioso, amor —susurré, sintiendo como se tensaba.

Asintió con una sonrisa nerviosa para luego entrar a mi baño. Escuché la ducha prenderse y aproveché para irme cambiando. Comencé a desabrochar los botones de mi camisa blanca lentamente, y así quedarme en mi camiseta blanca sin mangas. Desabroché mis pantalones y me los quité, quedando en mi bóxer. Quité la camiseta blanca de mi cuerpo mientras que escuchaba el agua de la ducha caer.

Cerré los ojos y la imagen de Jade bañándose apareció en mi mente. Negué con la cabeza rápidamente mientras que quitaba mis calzoncillos. Tenía que bañarme pero lo haría en el otro baño. Estaba tomando mi toalla blanca cuando escuché un grito ahogado.

Me volteé con los ojos abiertos encontrándome con Jade, quien tenía sus ojos iguales que los míos. Rápidamente se cubrió los ojos haciéndome reír. No era como si fuera el primer hombre desnudo que viera.

— ¿Qué sucede?

— ¿Ya te cubriste?

—En mi casa siempre ando desnudo —comenté, alzándome de hombros.

—Pero no estás solo —replicó, aun cubriéndose los ojos.

—Normalmente cuando tengo compañía, también les gusta que esté desnudo —le aseguré, escuchando una risita de su parte.

— ¡Cúbrete! —pidió, a lo que yo puse una toalla alrededor de mi cintura —. ¿Ya?

Descubrió sus ojos y suspiró negando con la cabeza cuando la miré divertido. Tan solo tenía una toalla alrededor de su cuerpo y varias gotas caían por su cuerpo. Mi cuerpo comenzó a reaccionar al verla de aquella manera, pensando en la sola idea de que debajo de aquella tela, no tenía nada.

— ¿Qué tanto me miras? —preguntó, sacándome de mis pensamientos.

Me acerqué a ella lentamente, viendo cómo se ponía demasiado nerviosa. Cuando estábamos nariz con nariz, podía sentir lo acelerada que estaba su respiración. Me incliné y deposité un beso en la comisura de sus labios, viéndola estremecer.

—Pienso en lo hermosa que eres —susurré en su oído.

Jade mordió su labio inferior, haciéndome sonreír de lado. Puse mi mano derecha en su cintura, escuchándola soltar un leve suspiro. Sus manos se aferraban a la toalla, teniendo miedo a que mis manos pudieran quitar la única barrera entre mis ojos y su desnudez.

— ¿Q-Qué haces? —preguntó, cuando la pegué mucho más a mí.

Acaricié su rostro con mi nariz, el aroma que su cuerpo desprendía me hipnotizaba. Mis manos poco a poco comenzaron a subir hasta sus hombros, y en lo único que podía pensar era en el hecho de que ella no me estaba deteniendo para nada. Mis labios comenzaron a desear poder tocar los suyos, y algo me decía que los de ella también querían lo mismo.

— ¿Quieres que pare? —susurré, mirándola a los ojos.

Pude ver en sus ojos cómo batallaba consigo misma. Podía ver miedo en ellos, pero también había mucho deseo, demasiado. Ella me deseaba de la misma manera en que yo lo hacía con ella. Jamás había deseado tanto a nadie, y sabía que nunca tendría el mismo sentimiento por ninguna otra persona.

Lo único que me sacó de mis pensamientos fue cuando ella subió lentamente sus manos hasta mis hombros, cómo si tuviera miedo a que la fuera a rechazar.

—No.

Sonreí para luego guiñarle un ojo. Ella se alejó de mí un poco, mirándome con miedo. Caminé hacia ella sin prisa, a lo que ella comenzó a retroceder, volviendo a entrar al baño. Entró a la ducha y fue ahí en donde se dio cuenta de que ya no tenía vuelta atrás. Había pedido que no me detuviera, y por supuesto que no pensaba parar. Entré a la ducha y la vi temblar, mientras que me miraba con una sonrisa nerviosa.

Fue en dónde estampé mis labios con los suyos.

Un Solo Destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora