38. Me dejó plantada

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Él:

Esos ojos, esos ojos nunca antes me habían visto así. !Hicieron el amor! Ahora si la había perdido para siempre. Me dolía más de lo que podía imaginar, pero mi amor por ella era lo suficiente mente fuerte, como para seguir lastimándola.

La dejaría en paz, la dejaría ser feliz, aunque fuera lejos de mi.

Los próximos meses fueron los mas difíciles de mi vida. Cuando pensé que me había dejado por mi hermano creí morir, pero nunca los vi juntos, ahora sin embargo los veo todos los malditos días.

Veo como llegan a la oficina muy sonrientes, tomados de las manos y de vez en cuando besándose.

No creó soportar más, venir a buscarla fue la peor decisión de mi vida. No porque no la amara, si no porque veo como se me resbala de las manos, o más bien, como ya se me salió de las manos.

No me podía quedar con los brazo cruzados, observando como Andree se ganaba su amor día a día, debía luchar por ella.

Una tarde por fin me arme de valor y fui a hablar con ella, aprovecharía que Andree no se encontraba.

Entré a su oficina una vez más sin anunciarme, volteó su mirada a mí y observó en silencio como me acercaba a ella.

Di la vuelta al escritorio, gire su silla hacía mí y sin decir palabra alguna caí de rodillas a sus pies. Abracé su cintura, aferrándome fuertemente a ella. Se quedo como estatua, inmóvil y creo no respiraba, pero no me quitó.

— Por favor Abigail perdóname, ya no continúes con ésta tortura !Te amo! — sé me veía patético y no me importaba, la amaba y la necesitaba a mi lado y si para eso me tenía que humillar, con gusto lo haría. ¿Orgullo? Cual, me valía un bledo mi orgullo, yo no valía nada sin ella. Sé que soy un imbécil que no te supo valorar lo suficiente, pero para mi defensa, todo fue por miedo a perderte. Te necesito

¿Lloré? Sí lo hice, como un niño y no me importó verme vulnerable ante ella, porque de todas las personas en este planeta, ella era la única que me conocía como de verdad era. Ella era la única con la que podía ser yo mismo, sin importar las apariencias.

Sentí como su cuerpo se tensó al principio, pero poco a poco se fue relajando. Escuché como inhaló profundamente y cuando creí me alejaría de su cuerpo, llevó sus manos a mi pelo.

Fue como un analgésico a mi dolor, como agua fría apagando el combustible que ardía en mi. Volteé a verle la cara y ella no estaba mejor que yo, su rostro descompuesto me dejaba ver que sufría tanto como yo.

— Abi te amo y sin ti estoy perdido, siento que me estoy volviendo loco....estoy muriendo poco a poco sin ti. Acaba con este dolor por favor. Perdóname — supliqué. Ella solo cerro los ojos, pero no respondió. Tenía una lucha interna que no la dejaba en paz. Sé que me amaba lo podía ver en sus ojos, pero también lo quería a él y el miedo a volver a ser lastimada por mi le impedía admitirlo — amor abre los ojos, mírame por favor — supliqué.

Ella hizo precisamente así y al encontrarme con ellos, no pude más y me abalance a sus labios. La besé como loco, tal como me sentía en ese momento.

Ella al principio desistió, pero no por mucho tiempo, porque de pronto se entregó como siempre lo hacía conmigo.

Enredo sus dedos por mi pelo y me pegó más a su boca, como si cualquier distancia fuera demasiada para nuestros labios.

La tomé por la nuca, profundizando más nuestro beso. Necesitaba amarla, tomarla en ese momento. Me valía mierda si alguien entraba, ella era mía y la necesitaba. La levanté de las caderas, sentándola en su escritorio.

¡Era hora de tomar lo que era mío!

En ese preciso momento, tumbé un cuadro que tenía una foto de ella con Andree.

La observó unos segundos y pude ver la culpa correr por su rostro, volteo a ver mis ojos y con su mano me detuvo.

— No, no Abigail por favor, no me hagas esto — supliqué. Me empujó y como pudo se bajo del maldito escritorio.

— Lo siento David, pero lo nuestro no puede ser. Perdón — salió corriendo de la oficina como alma que lleva el diablo.

La seguí, no podía permitir que se alejara de mi, no al saber que me sigue amando.

Al abrir la puerta de su oficina, me topé con el cuerpo rígido de mi chiquilla y frente a ella una mujer furiosa, escupiendo su veneno como si de una serpiente se tratara.

Clarisse, que al verme se dirigió a mí.

— Ya decía yo que aquí estarías, siguiendo a esta mujerzuela — volteó a ver a los presentes — sabían que ésta zorra — apuntó a Abigail con rabia, pero ella no se movió, era una estatua -
— ¿Me quitó a mi prometido? Hizo que me dejara plantada frente al altar

— ¡Basta Clarisse! — la tomé del codo, pero ella se jalo furiosa

— ¡No, no basta! Ella es una cualquiera, logró que me dejarás dos veces. La primera me hice a un lado, porque creí que se amaban, pero te dejó por tú hermano — gritó en mi cara. En ese momento todos supieron que era mentira lo que decía, conocían muy bien la preferencia sexual de mi hermano y sabían nunca podría existir algo entre ellos. — La segunda vez logró que me dejaras a días de nuestra boda.. Y tú como pelele bienes hasta acá a buscarla, siguiéndola como perrito faldero, dejandome sola y embarazada

Esas ultimas palabras fueron como balde de agua fría sobre mi cabeza. ¿Embarazada? No, eso no podía ser, yo siempre me cuidaba cuando teníamos relaciones. Los ojos de Abigail volaron a los mios

— No es cierto — le aseguré viéndola a los ojos, pero ella no se movió. Le dolía, pero no lo demostraría, no frente a ella.

— Si es cierto y tú lo sabías, yo te lo dije cuando me dejaste — volteo a ver a Abigail una vez más — maldita zorra, ahora si estarás feliz — le mostró la barriga. Es verdad que se veía un pequeño bulto, pero no podía ser menos de cuatro u tres meses, ese bebe no era mío — yo te creía mi mejor amiga y terminaste destrozando mi vida — caminó a donde ella furiosa, lista para atacar. Corrí a meterme en medio, pero antes que lo pudiera lograr lo hizo Andree.

— ¡Basta! — le exigió y volteó a verme — limpia tu mierda Gandy y cuidado con que llegue a escuchar por los pasillos algo de lo sucedido aquí, porque quedan automáticamente despedidos — se dirigió a los presentes con gran autoridad. abrazo a Abi y la sacó de allí.

Nunca me había sentido más feliz que en ese momento de verlo aparecer y de que sacara a Abigail de ahí. De Clarisse me encargaría yo.

Ella lo siguió sin decir media palabra, en ningún momento se defendió, solo escuchó. Estaba destrozada, lo podía ver en su rostro. Si acaso se había abierto una pequeña puerta en esa oficina, se acababa de cerrar y con candado.

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