34. Gracias por tu servicio

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Él:

La amo, la deseo, maldita sea ¡La necesito!

Creía volverme loco de celos al ver como se besaban. Sé que ella ahora es su mujer y lo debo aceptar, pero nunca los había visto besarse y eso me desquiciaba. Me hacía perder el control.

Después de volver a probar sus labios en ese baño, de sentir su boca darme la bien venida. !No soportaba ver que pusiera sus asquerosas manos en ella, mucho menos que la besara!

Sus palabras resonaban en mi mente una y otra vez "voy a que me apague este fuego"

Era un masoquista, por más que me dolía no podía apartar mi vista de ellos.

Hasta que no pude controlarme más, era imposible ver como la mano recorría su muslo y se dirigía a su entre pierna.

Ella lo detuvo y le sonrió, se dijeron algo en secreto y poniéndose de pie caminaron rumbo a la recamara. Sabía exactamente a que iban "Voy a que me apague este fuego" resonaba una y otra vez

— Aquí nadie apagará ningún fuego — me dije entre dientes y caminé furioso a donde ellos. Con mi mano empuñada y decidido a darle su merecido a mi querido hermanito, pero mamá me detuvo a medio camino.

— ¡Detente! — ordenó. La volteé a ver, pero la ignoré. Me dolía demasiado, no podía soportar más — ¡Dije que te detengas David! No te atrevas a cometer una estupidez

Su voz era débil, pero autoritaria. No podía exaltarla, ella necesitaba estar tranquila. Me detuve y la volteé a ver, cerré los ojos, apretándolos fuerte, lleno de impotencia.

— Sé cuanto te duele hijo, pero ella no es tuya. Si de verdad la quieres como dices, buscala, hablen. Traten de arreglar los asuntos, lucha por ella, pero si no estas dispuesto a perdonar, déjala ir, a si de simple

No reaccioné por unos segundos, no sabía que hacer. ¿Deja la ir? ¡Que fácil era para ella decir eso! Si me estaba costando respirar sin ella, ahora que la he vuelto a ver... No veo forma de reponerme de ésta. En cuanto a eso de arreglar los asuntos, era imposible. Ella ya no era mía y por más que lo odiara en estos momentos, era mi hermano.

Abigail iba al cuarto con Elias, en donde harían el amor y yo no lo podía evitar. Si hacía algo, podría matar a mi madre de un disgusto. Prefería morir por dentro, a lastimarla.

Respiré profundo, le di un beso en la cabeza, tomé a Clarisse y me largue de ahí.

Después de llevar a mi prometida a su casa, me fui a un bar a olvidar mis penas.

A horas de la madrugada regresé a casa y fui como todas las noches al cuarto de mi hermano a verla dormir. Conocía a mi hermano y sabía que una vez que se acostaba, no había poder en el mundo que lo despertara.

Se veía hermosa, dormía plácidamente como los mismos ángeles y lo hacía sola.

Elias no estaba, de seguro se fue con Johny, no entiendo como puede dejar sola a una mujer como ella.

Una reina, mi reina, mis ojos la recorrían de pies a cabeza. Se bañaban de su piel suave he aterciopelada, que me invitaba a tocar, a marcar mis caricias en ella.

Vestía unos shorts y abrazaba fervientemente su almohada, como siempre.

Desde que llegó, nunca la he visto abrazarlo a él, siempre a esa maldita almohada.

!Hasta de ella siento malditos celos!

No cabía duda que estaba enloqueciendo. Siempre que estaba cerca a ella pasaba lo mismo, no podía pensar. Mis pensamientos se nublaban y lo único que quería era tomarla.

Huracan de emocionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora