Capítulo XXIII

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Yo me quedé congelado ¿Me había llamado por mi nombre correctamente?
Que bien pensé, ¡y solo he tenido que esperar siete años! Y acostarme con él aunque lo ignorara por completo.

- Bue... buenos días Louis, ¿necesitas algo? -.

- No de momento -dijo y continuó allí apoyado observándome con una extraña sonrisa.

Comenzaba a ponerme histérico, no se iba y mis pulsaciones empezaban también a dispararse mientras me preguntaba ¿qué le pasa? Rezando porque se fuese ya. En ese momento comencé a dudar si podría seguir trabajando en aquella empresa teniéndolo tan cerca a diario.

-Dime Harry, ese chico de la cafetería ¿no será tu novio? -.

- ¿Noel? No qué va a ser mi novio -.

Louis expiró una gran bocanada de aire e hizo un gesto de alivio que yo no logré traducir ni comprender.

- No sabes cuánto me alegro -soltó.

Ahora lo entendía menos. Entonces metió su mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó mis gafas de aviador que creía perdidas y me asestó:

- Caperucita, te dejaste tus estrafalarias gafas de sol en mi casa la otra noche -yo contemplaba el reflejo de mi cara en el cristal de la centralita, con la mandíbula desencajada e incapaz de articular palabra y observaba atónito como Louis daba tres pasos hacia el pasillo alejándose, pero se detuvo pensativo girándose y volviendo a dirigirse a mí:

- Por cierto, la próxima vez desearía que fuese sin antifaz a ser posible -.

Luego me miró observando mi boca desencajada y como seguía congelado así que me sugirió:

- Cuando salgas de tu estado vegetativo y reacciones me gustaría que vinieses a mi despacho, considero que deberíamos hablar sobre ello Caperucita -.

Yo continuaba petrificado, yo y mis despistes, ¡si no me hubiese dejado las gafas quizá nunca me hubiese descubierto!
En cuanto lo ví cerrar la puerta tras de sí y meterse en su despacho corrí al cubículo de Joanna.

- ¡Lo sabe! ¡Lo sabe! Por mis estúpidas gafas. Y dice que me espera en su despacho para hablar del tema -.

- Qué fuerte, pues no te queda otra que tener una pequeña reunión con él -.

- ¡No pienso ir! -.

- Pues tendrás que hacerlo Harry -.

Volví a mi mesa e hice un intento para seguir con mis obligaciones, pero me fue imposible, ni siquiera era capaz de teclear en el ordenador sin que me
temblaran las manos y solo escribía frases incoherentes e ilegibles.

Al rato Louis me llamó desde su despacho.

- ¿Sí? -
-¿Has salido de tu especie de letargo? Te estoy esperando -.

-No puedo dejar la centralita sola -le dije mientras presentía que estaba a punto de sufrir un infarto al menos.

Así como dije eso me colgó, lo ví salir de su despacho y se dirigió a Miriam:

- ¿Puedes hacerte cargo de la centralita toda la mañana? -.

- ¿Yo? -preguntó ella de forma exagerada y muy sorprendida, como si le hiciese falta incluir más fibra en su dieta personal.

- Sí, y puedes llamar a la agencia de contratación por favor, que vayan buscando a alguien para ocupar el puesto de Harry -le pidió Louis.

¿Qué? ¡Me va a despedir! Lo sabía, ¡me va a despedir! Gritaba dentro de mí.

Louis se volvió a dirigir a mí:

- Bien, Harry la centralita ya está atendida, problema resuelto, ¿puedes venir a mi despacho ya? -.

Yo bajé la cabeza y fui como un corderito a punto de ser degollado, mientras iba calculando los ahorros de los que disponía para ir tirando mientras encontraba otro trabajo.

-¿Dónde tengo que firmar el Despido? -le pregunté sin levantar la vista del suelo de su despacho...

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•El Espanta Hombres• |Larry| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora