Capítulo VI

12.6K 1K 750
                                    

Supongo que mi rostro le dijo todo lo que no dije. Pero no se la iba a hacer tan fácil.
—Dilo, ¿crees que no sé —y lo tuteé, por fin, después de tantos años. Estaba fuera de mí —como me llaman aquí? Con el espanta hombres, no te cortes—.

—Lo siento —expresó incapaz de mirarme directamente.

—Estoy acostumbrado, tranquilo—.

Entonces se me cayó el móvil al suelo, mi torpeza acompañándome siempre, como no. Louis se agachó para cogerlo al mismo tiempo que yo y nos tocamos las manos. Él se quedó mirándome y yo quedé petrificado porque jamás lo había tenido tan cerca, el corazón me latía a mil, la boca se me secó, casi podía sentir su aliento en mi rostro y se quedó allí, así sin inmutarse mirándome.

—No me había dado cuenta antes de que ... tienes unos ojos preciosos— me soltó con su crónica mirada seductora e irresistible.

—¿Te medicas? —le pregunté mirándolo con escepticismo. Louis no contestó, esbozó una sonrisa y yo me derretí y comencé a sentirme pequeño, diminuto como si estuviese a punto de desaparecer.

¡Ay madre! Nos incorporamos después y yo me sorprendí de poder hacerlo porque las rodillas no dejaban de temblar y odiaba que hiciese esos estragos en mí un asalta camas como él. Entonces su mirada abandonó la mía y descendió hacia la abertura de mi camisa y recordé que Joana me la había desabotonado. Mientras pensaba, será descarado...

—Tienes un cuerpo muy bonito siempre me he preguntado por que vistes así—.

—No me gusta exhibirme—.

—Pues es una pena que no desees compartir con el resto del mundo... algo tan bonito —me soltó sin cortarse deslizando su dedo índice desde mi clavícula hasta donde terminaba la apertura de la camisa.
¿Acaso coqueteaba conmigo? ¡Era de locos!
Ese atrevido dedo en contacto con mi piel era comparable a una descarga eléctrica. Estaba de los nervios, no paraba de pensar en violarlo.
¡y varias veces! Y comencé a tartamudear intentando cambiar de conversación:

—Sa.... Sa.... ¿Salva qué te ha dicho? ¿Nos sacan de aquí hoy o qué? Louis palpó mi nerviosismo y bajó la cabeza soltando una carcajada, pero un instante después volvió a poner esa cara seductora mientras dirigía de nuevo su mirada a la mía y me dijo:

—Si no fueses tan eficiente...—

—Si no fueses tan eficiente ¿qué?—le pregunté.

—Me acostaría contigo—.

—Tú definitivamente te medicas. ¿Y quién te ha dicho que yo accedería? — le espeté, aunque en realidad era mi mayor fantasía, pero que él lo supiese no entraba en mi lista de prioridades.
Louis me acorraló contra la pared entre sus fuertes y robustos brazos después de escuchar mi respuesta y me dijo con una mirada penetrante:

—Accederías, ten lo por seguro— Me temblaban las piernas, el corazón estaba a punto de salírseme del cuerpo, comencé a tener palpitaciones y no en el pecho precisamente, en un gran esfuerzo le solté:

—Eres un poco arrogante ¿no? ¡Pues lo llevas claro!— A Louis eso lo descolocó, quizás no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de respuesta y ni yo mismo sabía como había tenido el valor de pronunciar esas palabras.
Él aun me mantenía acorralado, escudriñaba mi mirada como si me estuviese psicoanalizando o intentando descubrir como pudo recibir una negativa de alguien como yo.

Un instante después escuchamos un ruido al otro lado de la puerta del ascensor y se abrió, era Salva el de mantenimiento. Yo solté un gran suspiro, aliviado y dentro de mí gritaba:
¡Gracias a Dios!

—¡Ya era hora! —le recriminé a Salvador. Louis por fin se separó de mi cuerpo. Salió antes que yo del ascensor y me miró por el rabillo del ojo para decirme con aire perverso y esa sonrisa picarona que me desmontaba:

—Hasta luego Señor Profesional— Yo lo ignoré, me hice el indiferente aunque dentro de mi había un incendio provocado por ese maldito pirómano. Y volví a mi planta, eso sí, esta vez por las escaleras. Joana me vió y me preguntó:

—¿Y mi sándwich?—.

—¿Tu sándwich? ¡Un valium necesito yo ahora mismo!— exclamé y me fui a la parte posterior de mi mostrador y retomé mi trabajo. Se me había ido el apetito, al menos de comida.

—¿Qué te ha pasado?—.

—Ni preguntes. —Tengo hambre, venga bajamos y llamas a Lia también, que es la hora de su descanso—

—Está bien— Un rato después allí estábamos, a veces me preguntaba si había vuelto al instituto.
Miriam estaría en el grupo de las populares... ¡Cómo no! Y yo en el de los frikis. Era como viajar en el tiempo al pasado.

****************************

•El Espanta Hombres• |Larry| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora