Capítulo X

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Mi lobo se apoyó en la pared en la entrada, cerca del guardaropa y me preguntó:

-¿Vives en la ciudad? -y le dio un sorbo a su bebida.

-Sí ¿y tú?-.

-También - dijo mientras me acariciaba algunos rizos necios que caian a un lado de mi rostro de forma sumamente delicada desnudándome con la mirada. Se quedó pensativo un rato y me soltó la bomba:

-¿Pasamos de presentaciones y protocolos absurdos y nos vamos a la parte posterior del guardaropa? Te prometo que no te vas a arrepentir bonito.-

¡Toma! Sin preámbulos ni anestesia, esto al borde de un ataque de nervios ¡me tiemblan hasta las pestañas!

-Yo... no suelo hacer este tipo de cosas...-

-Tranquilo, te guardaré el secreto -me dijo con una voz super melosa mientras me guiñaba un ojo.

-No puedo, lo siento -le dije y me dispuse a irme, pero me agarró por mi brazo y me atrajo hacia él.

-Ey, no te vayas dulce Caperucito, prometo ir despacio y no hacer nada que no desees- dijo y sus ojos se concentraron en mí con tal intensidad que casi podía oír como me zumbaba la sangre.

-Si... si no me comes como a la abuelita del cuento...-

-Bueno, sinceramente admito que mi mayor deseo es devorarte, pero no para saciar mi hambre de alimento precisamente- Aun me tenía agarrado por mi brazo y tiró de mí mientras me atrapaba por la cintura con uno de sus brazos mientras con el otro abrió la puerta del cuarto que había tras el guardaropa, una especie de almacén de objetos perdidos donde hay chaquetas y abrigos que sospecho que nadie reclamaba o se dejaban olvidados.
Me empujó hacia su interior y apenas sin parpadear me tenía atrapado entre la pared y su cuerpo mientras cerró la puerta tras nosotros de una patada.

¡Qué destreza!

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•El Espanta Hombres• |Larry| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora