Capítulo XI

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- Estaba deseando besarte desde que te vi aparecer en el local -me confesó con su boca a milímetros de la mía con esos ojazos que tiene clavándolos en los míos. ¡Madre mía! Como se asemejaban a los de mi Louis quizás es lo que tengan en común en todos los espabilados como él.
Me miraba como si yo fuese lo más apetecible y bastó esa mirada para que me estremeciese de pies a cabeza y echase en falta la ausencia exagerada de saliva en mi boca.
Era un manojo de nervios y luchaba por que mis extremidades inferiores no me traicionaran y se doblaran ¡había perdido la fuerza de mis piernas y creía que estaba a punto de perder también el poder del habla! ¡Porque quería contestarle, pero era incapaz de articular palabra!

-Yo... yo... -fue lo único capaz que pronuncié antes de sentir sus labios sobre los míos. Mientras me besaba sentí como su excitación había aumentado desmesuradamente bajo su disfraz mientras mantenía la presión de su cuerpo contra el mío y se me escapó un gemido.
Sus manos descendieron por el contorno de mi cuerpo y las detuvo en mis caderas mientras comenzaba a acariciarme por debajo de la camisa. Yo separé mi boca de la suya para preguntarle:

-¿Qué haces?-

-Soy el lobo feroz ¿recuerdas? Es para verte mejor -y esbozó una sonrisa perversa y demoledoramente sexy.
El ritmo de mi respiración se disparó y volvió a besarme, esta vez su lengua buscando la mía que salió a su encuentro y se fundieron las dos en medio de aquel torbellino de sensaciones. Me tenía como quería en ese momento pero ese no era yo y no pude evitar murmurar:

-Yo... no puedo.- Él posó sus dedos sobre mis labios y me susurró:

-Relájate, no te arrepentirás te lo prometo precioso.-
Y me dejé arrastrar en aquel juego de la entrega sin saber las repercusiones que supondría para ambos.

Desabotonó mi camisa dejándola por debajo de mis hombros y se deshizo de mi pantalón de una forma sumamente delicada, y observé como contemplaba mi cuerpo como si estuviese a punto de perder los papeles de la forma más deliciosa y le agradase sumamente la imagen que tenía ante sus ojos.
En esos momentos me alegré de haber estrenado aquellas bragas de color rojo que me habían regalado las chicas por mi cumpleaños en una de sus tantas bromas. Sin tener la más remota idea de que terminaría la noche así, la verdad que se me había olvidado hacer la colada y tenía dos opciones: o ir sin ropa interior o ponerme aquella prenda totalmente de encaje transparente. ¡cuánto me alegraba en ese momento de llevarlo puesto!

- Veo que te has tomado al pie de la letra ir totalmente a juego con tu vestimenta. Oh, bebe eres una golosina para los ojos de cualquier hombre -Y me volvió a besar de una forma desatada, yo le correspondí de la misma forma después de que aquellas palabras hiciesen estragos en mí y disparasen mi libido como nunca y decidí dejarme arrastrar ¡Y que sea lo que Dios quiera!

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•El Espanta Hombres• |Larry| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora