Alfa

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—Cierra los ojos o te marearas.

Ken me estaba tomando en brazos, nos estábamos mirando tan fijamente y profundamente.

Cerré mis ojos como lo pidió y en segundos sentí como el aire chocaba contra mi rostro y como la velocidad en la que corría Ken era algo sorprendente.

Solo tardamos unos cuantos segundos y Ken se detuvo. Su pecho subía y bajaba lentamente.

Abrí mis ojos.

Sus brazos fuertes me sostenían con fuerza pero, sin lastimarme.

Mientras que yo me encontraba agarrada de su cuello con fuerza. Mire a mi alrededor, Ken no dejaba de mirarme y sus brazos me seguían sosteniendo. Estábamos en medio del bosque, una parte del bosque que nunca había visto, estaba escondida entre montañas y muchos pinos y árboles. Un paisaje fresco y el aire limpio.

Más adelante se encontraban dos hombres.

Ken me bajo y me dio la mano. Caminamos hacia ellos lentamente.

Los hombres pasaron sus ojos de Ken hacia a mí y, sin decir ni una sola palabra, seguimos caminando.

—¿También son hombres lobos?

Seguimos caminando esquivando algunas ramas y hojas para darnos paso.

—Sí, pero necesito que te quedes conmigo, jamás han estado tan cerca de una humana.

Ken levantó un par de arbustos permitiendo que pudiera pasar.

Entonces, ahí estaba la aldea.

Había mujeres, niños y hombres. Las casas eran rústicas. Como en los tiempos de la edad medieval. Todo era distinto. Era una cultura diferente. Eran diferentes.

—Te presento mi Aldea.

Seguramente, ahora tendría un rostro de emoción y, al parecer, a Ken le encantaba porque no paraba de verme con una sonrisa.

Seguimos caminando y él nunca soltó mi mano. Nos acercamos a una mansión, era muy grande para llamarlo casa, estaba hecha de piedra y cubierta de ventanas, y la puerta principal era grande y de madera.

La puerta estaba siendo vigilada por un hombre grande y fuerte.

Nos acercamos a él y no me dirigió la mirada solo a Ken.

—Sus padres lo están esperando, mi alfa.

Se hizo a un lado y nos permitió pasar.

Esperen, ¿Qué acaba de decir Alfa? Eso quiere decir...

Mi sonrisa pronto desapareció.

—¿Alfa?— repetí.

—Sigue caminado— ordenó Ken, siguió tomando mi mano pero, esta vez con mucha más fuerza.

Si Ken era el Alfa de esta aldea solo significaría una cosa.
Tendría que irse y alejarse de mí de nuevo, y no lo soportaría de nuevo.

No otra vez.

Los lobos aman #1 De LLAWhere stories live. Discover now