7. Con solo tocarla.

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Corrí. Me dirigía hacia la iglesia.
Recuerdo que estaba algo apartada del centro más comercial, pero estaba casi en el centro del casco viejo de Londres.

Recién había dejado el hotel, y me había tomado demasiada prisa al bañarme y prepararme. De todas maneras, seguía preguntándome si no me había olvidado de nada. Si no servía de nada al fin y al cabo.

En realidad, mi idea era simple, pero al ser espontánea y poco segura me preguntaba y cuestionaba constantemente mis pensamientos.

Sin embargo, mi corazonada me decía que después de tanto tiempo, él seguiría allí. No me importaba el no conocerlo. Él conocía a Jana.

No estaba segura de si era uno de ellos. Pero ya estaba segura de que alguien que se ha pasado ordenando una biblioteca con libros más viejos que la iglesia misma durante veinte años seguidos debía de tener algo de especial. Y lo que era mejor, reconocería lo especial y lo distinto.

Maldije mi asma al tener que parar mi marcha para secarme el sudor y recuperar el aliento sobre un banco de una plaza.

Hacía algo de calor. No es raro, pues hace unos días hubo una tormenta eléctrica. El cielo no tenía ni una nube, y en su cúspide reinaba el brillante sol otoñal.

Observé la plaza. Todo estaba tan tranquilo. Los árboles cubrían con una luz dorada el banco y toda el camino donde pasaba la gente haciendo ejercicio matutino. Yo parecía ser la única que faltaba por unirme a toda la paz reinante.
Miré mi reloj cuando me saqué la chaqueta.

Las once menos veinte.

Aún tenía tiempo. La misa empezaba en veinte minutos. No estaba tan lejos, según mi móvil. Sólo un par de calles más. Decidí quedarme sentada un poco más.

Agarré mi mochila y mi botella de agua de la bolsa isotérmica. Estaba helada. Me tomé un par de tragos y al poco me sentí mejor. De repente, escuché el sonido de una fuente y la algarabía de unos niños alrededor detrás mío.

Detrás de aquella arboleda debía haber un parque infantil. Eché hacia atrás la cabeza.

Aunque recordar me lastimaba, siempre me sacaba una sonrisa el pensar en Fee.

Recuerdo cuando solíamos jugar en el parque cuando nos dejaban salir. El parque olía igual, ese olor a hierba fresca y a humedad cerca de la fuente. Aquel era nuestro sitio favorito, y con el tiempo memorizarnos donde sentarnos para ver entre los chorros de agua y observar un hermoso arcoíris, daba igual qué momento del día era.

Me acordé de aquel juego que jugábamos siempre, sin darnos cuenta de que nadie más podría hacerlo, ni el más talentoso doctor.
Me di la vuelta.

Toqué con la mano el tronco de un árbol detrás del banco.

"Venga. Esta es fácil."

Dejé que las yemas de mis dedos se apoyaran suavemente sobre la corteza. Primero no sentí nada. Sólo el rasposo tacto de la madera.

Apoyé la palma, algo nerviosa de que no funcionara. Cerré los ojos y me dejé llevar.

No dejé que nada más llenase mis sentidos. Era el árbol. Era yo. Sintonicé. Me empecé a sentir cansada, pero a la vez muy, muy lúcida. Pero ya conocía esa sensación. Todo esto era conocido.

De repente, lo sentí.

Pude sentir en mí toda su energía fluir, a través de mi cuerpo, entrando y saliendo de mí como si formase parte de él. Sabía toda su información. Intercambiábamos energía. Sentía sus ramas, sus ojas moverse con el viento. Sonreí, aún con los ojos cerrados.

Muy complicado?

Sí, cuando lo escuché yo también me pareció un sinsentido, pero sin querer, todos nosotros lo ponemos a prueba cada día, sólo que en otro grado.

Hay que partir de la idea de que nosotros somos como radios. Pillamos frecuencia como la enviamos con nuestras ondas vitales. Todos los seres vivos lo hacemos, porque al estar vivo se consume energía y obviamente también se produce, y las ondas energéticas actúan como producto de nuestra vida. Como un dínamo.

Vivimos, producimos energía.

Los seres humanos poseemos ondas vitales extremadamente fuertes.

Normalmente, los animales con mayor encéfalo son más receptivos.

Ahora bien,...alguna vez has sentido el rechazo de alguien hacia ti, a pesar de que te sonría, o te trate normalmente?
Alguna vez has experimentado ese sexto sentido, donde puedes "sentir" cosas que no notas con los otros sentidos, más que con él?

Por ejemplo, nos despierta el casi imperceptible sonido de una rata por la pared, porque son energías de alta frecuencia. La rata despierta está enviando con su movimiento ondas, que percibes con menor dificultad al estar en calma y quieto, la combinación perfecta para que tu cerebro actúe de radio. Sin embargo a veces no te despierta el despertador por las mañanas cuando estás dormido demasiado profundamente.

Aunque la cosa se complica aún más...

Hay seres en nuestro mundo que emiten una frecuencia alta, como nosotros. El resultado? El "sexto sentido", o esa comunicación extraña entre amigos muy unidos o padres e hijos, donde podemos sentir que ellos están bien o mal con sólo verlos, y da igual cuánto oculten.

Otros, una muy baja, como las plantas, de las cuales no sentimos demasiado, porque como a un infrasonido, no lo podemos sintonizar. Sin embargo, en un bosque, por simple agrupación y suma, mucha gente siente paz y armonía, y es obviamente una de las armas contra el estrés.

Y finalmente, están esos seres con ninguna energía, tal como la gran mayoría de las piedras, o los objetos inertes, como... Un despertador. Lo único que percibimos de ellos lo hacemos gracias a los sentidos.

Por eso, un despertador puede a veces no despertarte, pero la suave voz de tu madre sí.

Todo esto lo aprendí con Fee, porque ningún profesor del mundo te podría enseñar algo así.

Aunque el juego con ella consistía en algo tan fácil como macabro: adivinar lo que la gente pensaba, o sentía, con sólo tocarla.

Siendo todos humanos era fácil si te concentrabas.

Recuerdo que algunos no sentían nada especial más que sorpresa además si una niña de siete años te roca el hombro de pronto.

Pero recuerdo el caso de Billy, un joven adolescente que vivía en el mismo piso. Estaba secretamente enamorado de una chica llamada Margaret.

Una vez, probamos con él, pidiéndole que la llevase a Fee a caballito hacia el bebedero al otro lado del pasillo, cerca de su clase.

Como era de esperar, accedió y
-obviamente- al llegar a la clase, él observó detenidamente a Margaret.
Al otro día, ella encontró una nota "firmada por él" donde él la invitaba al cine el sábado. Él se encontró lo mismo, pero escrito "por ella".

A los meses, se habían convertido en una pareja.

Abrí los ojos. Observé a mi alrededor.
Instintivamente, miré la hora.
Eran las once y diez.

Agarré mis cosas y me levanté. Miré hacia el banco, para ver si no me olvidaba de nada. Vi el árbol.

Salí corriendo con lágrimas en los ojos al ver que estaba completamente seco.

Los Elegidos- respirandoOn viuen les histories. Descobreix ara