24.

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Amber entró al hotel. La gente se agolpaba y miraba a su alrededor con ojos llenos de ajetreo y espíritu libre. Ella miraba dentro de aquellos ojos llenos de cansancio, pero a la vez llenos de vida. Ellos caminaban como un enjambre de abejas, amontonados, pero sin molestarse, como si supieran de los movimientos de los otros. Detectó de súbito algo parecido a un zumbido distante que venía de todas partes. Era insistente y se hacía cada vez más fuerte. La gente dejaba de tener esas miradas efímeras. Cada vez más eran serios y se veían fuertes, más fuertes de lo que parentaban.
Y es que aquella manera de moverse no era normal. La masa era una unidad, nadie era un individuo. Las miradas parecian comunicar más que gestos. Pensar "en privado" requeria mucho esfuerzo, pues pensamientos de otros se hacian paso y quebraban las barreras del ego, haciendo a todos partícipes de su propia persona.

Aliuds. Era como un centro neurálgico de ellos. Amber sintió como si fuera parte de una plaga. Todos estaban conectados. Todas las mentes eran una sola. Amber sentía el esfuerzo mental que tenía que hacer para no desconcentrarse, y meterse en mentes que no le correspondían.
El mostrador. Cada vez más cerca. Se acercaba lentamente, haciéndose espacio entre la multitud de aliuds.
A Amber se le hacía cada vez más claro el hecho de que no estaba sola. Ella necesitaba respuestas sobre quien era ella, y qué era la Corp.
De repente sintió un dolor punzante en el oído derecho. Un pitido que le resultó algo familiar la obligó a inclinarse a causa de un mareo repentino. Se tocó la oreja. Se sentía húmeda. Se observó la mano. Hilos de sangre se deslizaban por la punta de sus dedos. La gente se empezaba a a agolpar a su alrededor, y cuanta más gente concentraba sus pensamientos en ella, más mareada se sentía. Sus piernas no pudieron sostenerla más y cayó de rodillas. La gente se reunió a su alrededor y empezaron a aumentar el volumen de sus voces. Amber sintió un olor a sangre, y su nariz estaba húmeda. Dirigió su mirada a el montón que la rodeaba. Un hombre se acercó y la levantó ligeramente. Empezó a decir algo, pero Amber perdió el conocimiento, siendo lo último que escuchó un agudo pitido.

Amber despertó, pero decidió no abrir los ojos. Se sentía agotada y la brillante luz de la mañana caía directamente sobre su cara, haciéndola ver sólo una pantalla roja con los ojos cerrados. El simple hecho de que la luz la cegaría dolorosamente por unos minutos le quitaba toda voluntad para abrirlos.

De pronto, un ruido entró en el cuarto. Escuchó unos pasos. Se dirigieron hacia la fuente de luz a su izquierda, y un sonido de cortinas moviéndose oscureció la habitación. Amber suspiró lentamente y abrió los ojos, de los que salió una pequeña lágrima. Sentía ardor, así que parpadeaba rápidamente.
Estaba en una habitación del hotel, echada en la cama.
Recordó el incidente que la llevó a desmayarse. No podía recordar ningún detalle. Se llevó la mano a la frente. Notó que tenía una toalla húmeda en la frente.
Su mirada se dirigió a los movimientos a su alrededor.
Una mujer con una vestimenta étnica se dirigía hacia la mesa enfrente suyo. No pareció notar que Amber estaba despierta.
-Hey-pronunció Amber con una voz débil. La mujer se giró rápidamente, y se dirigió hacia la cama sonriente.
-Hola! Te encuentras mejor?
Amber examinó a la mujer. Tendría unos 35 años, y parecía de origen indú. Tenía muchos anillos en los dedos, que reflectaban en las paredes con todos los colores del arcoíris.
-Sí, supongo...
Hubo una pequeña pausa.
-Qué... Que ha sucedido? Porqué estoy a-
-Amber- habló una voz masculina desde la puerta-todo a su tiempo.
Un hombre mayor entró a la habitación. Tenía puesto unos pantalones de pana y un jersey verde. Su rostro le resultaba a Amber demasiado familiar, y era difícil verlo a los ojos sin sentirse incómoda.
El hombre saludó a la mujer indú y le dijo algo al oído. Ella saludó a Amber amablemente y salió del cuarto.
Entonces el desconocido se sentó en la cama.
-Amber. Sé para qué has venido.
Buscas respuestas. Sobre quién eres.
Amber se enderezó.
-Me ha enviado el Padre Clapton. Él me ha dicho que pregunte por un tal Karl Worm.
Es usted Karl Worm?

El hombre la tomó de los hombros y la miró a los ojos.

-Amber, querida niña... Sé que te ha enviado Clapton. Lo sé todo.Yo soy Thomas Catbell.

Amber sintió esas palabras como un golpe en el estómago. Los ojos de ese hombre miraban más allá de lo que ella podía ocultar.
Su respiración se aceleró.
No podía ser él.
Amber rodeó sus brazos alrededor de aquel desconocido y lo apretó contra sí por primera vez en su vida.

-P-padre!

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⏰ Última actualización: Jan 26, 2017 ⏰

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