15. Preguntas.

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Rachel miraba por la ventana y escuchaba música por su mp3.

Era in día soleado y habían decidido tomar el tren hacia Londres.

Llegarían en casi 8 horas porque Liverpool está al otro lado del país; lo cual era a la bastante malo, porque cualquier aliud de la alianza podría pillarlos y chafar el plan. Debía ser muy cuidadosa.

Ya tenían el mismo riesgo antes, cuando estaban en la calle, pero ahora, en un espacio cerrado como un tren, cualquier encuentro debía estar fríamente calculado. Quien entre al tren, sobretodo al compartimento donde estaban y sea un aliud, notaría casi al instante la presencia del otro. Y sobretodo, de un aliud enemigo.

Aunque hasta ahora, todo estaba limpio. Lo malo sería si un aliud de agua o tierra entrara, porque podría bloquear la señal emitida nada más notar su presencia, y se volverían invisibles para Rachel. Ellos manejan la telepatía, principalmente, no como los de aire o los de fuego, que controlaban la telequinesis.

Fijó la vista nuevamente en su mp3.

Se había fijado en descargar lo más hardcore que encontrase, así escuchaba menos de fuera. El volumen estaba al máximo.

En realidad, Rachel detestaba la música que escuchaba. Lo hacía para evitar el máximo contacto con el exterior que pase a través de sus sentidos "normales", y así estar alerta con sus sentidos extrasensoriales, o sea, su psique.

Es extraño, aislarse para estar atento, pensó. Pero la gente como ella está más alla de los sentidos carnales. En el mundo de la mente, no existe esconderse tras una esquina. Al cerrar los ojos y concentrarse, sentía como si el mundo fuese una gran planicie, sin lugar donde esconderse. No existe el espacio, ni el tiempo.

De hecho, los rastros de las batallas entre aliuds perduraban en el tiempo durante milenios, en forma de las conocidas "malas vibraciones", que todos los seres humanos pueden sentir, gracias a sus sentidos carnales. Si pasabas la noche en un lugar como ésos siendo un aliud lo suficientemente poderoso como para captar toda la señal, podías volverte loco, había oído alguna vez.

Era una maldición? Sí. Era una bendición? También.

Pensó en su misión. Era relativamente simple: tendría que hacer lo necesario para llevarla al Puppetman. Él determinaría el resto, como siempre.

Aunque sabía perfectamente lo que le harían.

Observó de reojo a Lyllith.
Ella sólo hojeaba la libreta una y otra vez. No podía evitar que miles de preguntas invadiesen su mente de nuevo.

Sin embargo, Rachel no podía contestarlas. No ahora. Ni nunca.
Según se lo habían marcado, "debía llegar sana y salva, pero sin ningún rastro de su vida anterior." Si no, podía ser extremadamente peligroso. Lo que le hizo a la sede en cinco minutos no lo podrán reparar en un año. Si ella recuperaba su identidad de una u otra forma, no habría vuelta atrás. No cometería los mismos errores.

La verdad era que Lyllith le daba pavor. Un miedo que nunca había experimentado. Intentaba no hablar con ella, ni tener ningún contacto, al ver lo que había pasado en el callejón.

Cómo podría ella defenderse ante un ataque de un aliud experimentado, que encontraba un arma en un tenedor de plástico, Cómo podría ella defenderse de eso, ella, un... Un simple saco de neuronas algo dopadas?

Eso era lo que ella era, verdad?

Un simple experimento, hecho con el cuerpo y cerebro de un aliud del que eliminaron todo ser, toda identidad, y educaron a su manera.

Un cerebro al que inyectaron innumerables químicos para que reviviese de las torturas a las que habían sometido a su psique anterior.

Un saco de huesos con una radio incluida de fábrica, un muñeco al que podían controlar como si nada.

Un esclavo.

Pero cómo denominarse esclavo si ni siquiera se es alguien real ?

Se tocó la parte detrás de su oreja derecha.

"Estoy siguiendo las reglas", pensó.

Miró hacia el exterior. El paisaje era algo aburrido, con simples campiñas y bosquecillos típicos ingleses, y no servía para escaparse de lo que sentía, así que volvió a caer en el pozo de sus pensamientos.

Tras un tiempo sentadas en el tren, sintió el letargo del aburrimiento, así que se quitó los cascos, asumiendo el riesgo de distraerse, y se quedó mirando a su acompañante, sentada enfrente suyo.
Eso, esa figura casi raquítica, con la cabeza calva y cicatrizada cubierta con un gorro de lana, había reducido la mitad de la Corp a cenizas en menos de diez minutos.

No era odio lo que sentía hacia ella. Era una mezcla entre miedo, envidia, y admiración. Pero el odio estaba muy lejos de esa sensación.

Lyllith alzó la cabeza, distrayéndola de su abstracción.

-Quería mostrarte esto- Le dijo alcanzándole la libreta- no pude antes, y tampoco te tenía confianza- dijo algo avergonzada- Pero necesito que me expliques algunas cosas.

Rachel le extendió la mano.
La libreta era marrón, con manchas causadas por la lluvia, con las páginas cosidas al lomo. La abrió lentamente, como si tuviese miedo a que se disolviera.

Vio las entradas.

Su cara cambió al ver una palabra.

"Debí haber hecho caso a Rachel."

Se notó temblar. Con fuerza. Respiró hondo. Dejó caer el libreto.

No podía ser ella. Pero...

El 25. Ella... Ella había despertado el...

Ella había despertado el 27.

-Estás bien?-Preguntó Lyllith, poniendo su mano sobre la de Rachel.

Ella la miró a los ojos. Una gota de sudor recorrió su frente.

-Qu...qué necesitas saber?

Su voz temblaba. Le sudaban las manos. Si le preguntaba lo que pasó en la libreta, lo que le había dicho ella, se había terminado la confianza. Sospecharía. Y el viaje sería casi imposible.

Lyllith entrelazó los dedos. Miró alrededor, posó sus ojos en el resto del compartimento durante un rato bastante largo. El silencio reinó durante unos segundos, que parecieron horas.

-Quién es Amber Ferno?-preguntó al fin, sin dejar de mirar a la lámpara del techo.

Rachel espiró. Empezó a pensar.

Quién es Amber Ferno?

Los Elegidos- respirandoWhere stories live. Discover now