3. Inútiles.

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Pasó el tiempo.
Y el mundo en el hospital estaba paralizado, como si lo único que cambiase y evolucionara fuese ella. Toda la vida era igual. Visitas de enfermeros, de doctores, la misma comida, la misma habitación. El mismo clima, la misma temperatura.

El mismo aire. La misma luz.

Cuando pensó que sólo habían pasado unos pocos días, ya había pasado una semana y media.

Pero a ella no le importaba. Tenía que recuperar su identidad. Debía recordar quién era. Le aterraba el hecho de no tener familia, a nadie a quien acudir, y ni siquiera una casa. Sentía pavor al pensar en los problemas en la que estaría metida legal y personalmente, si no recordaba. Pero los pensamientos no querían volver. Al cabo de un tiempo decidió vivir en el presente. También había dejado de lado el libreto. Era demasiada presión. No estaba siempre sola. John también parecía sentir la misma rutina y pareció haber encontrado en Amber una salida. Aunque ella se preguntaba a veces si en realidad no necesitaba a alguien con quien hablar.

La visitaba a menudo, cuando estaba libre. Conversaban, jugaban a las cartas.

John había sido un muy buen jugador de póquer, pero su padre, deseando que siguiera con el negocio familiar, le impuso el estudio de la medicina. No tenía hijos, pero su hermano era algo menor que él. Vivían juntos en un piso en el centro.

-No me desagrada-comentó alguna vez-pero hay veces que deseo escaparme de tanto silencio. Este lugar es muy silencioso, no crees?-y mientras preguntaba, observó la torre de cartas que Amber estaba construyendo concentrada.Con muy mala suerte, pues de repente la pierna le tembló al estar tanto tiempo quieta. La bandeja que tenía encima se tambaleó derribando la torre. Amber hizo un gesto de descontento y chasqueó la lengua.

De pronto, se dió cuenta de que le estaban hablando.

-...Qué? Ah sí.

John recogió las cartas.

-No pareces muy contenta de que en una semana te demos el alta. Te preocupa algo?

Amber bebía a sorbos de una botella de agua mineral. Se atragantó. Bajo los pitidos frenéticos del tomógrafo intentó recuperar el aliento.
-No-contestó con la mejor de sus sonrisas al recuperarse. Mentía.

Había fingido recordarlo todo.

Esquivaba sus preguntas al respecto, o inventaba datos falsos.

A pesar de todo, no quería irse. Había ganado peso la última semana, y se sentía mucho mejor. No había mirado al espejo aún, pero se lo tenía reservado para cuando pudiese caminar sin problemas. Ya había hecho progresos, podía caminar hasta el baño sin dificultades y podía inclinarse, al igual que ponerse en cuclillas. Esa posición le resultaba extremadamente dolorosa, pero lo lograba poco a poco.

Aunque no se había acostumbrado a sus ojos.

A veces necesitaba cerrarlos, pues la luz del mediodía sobre los muebles blancos le molestaba. Se preguntaba si la falta de pigmento en sus ojos le molestaría a otras personas.

-Dime, John- preguntó mientras el otro barajaba- Te ocupas muy bien de todos tus pacientes, no?- lo miró juguetona.

- Supongo- contestó el enfermero repartiendo las cartas- pero que sea enfermero no significa que quiera a todos mis pacientes- y se rió con tono burlón- el de la 386, entre tú y yo, lo doy casi por muerto. No es que no me caiga bien, pero me da mala espina.

A Amber le pareció extraño que un enfermero, de quien tenía una imagen distina, le dijese que un paciente no tenía esperanza. Eso rompía códigos, pensó. 

Los Elegidos- respirandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora