Capítulo 15

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Ha sido una de las gripes más virulentas que he sufrido, la fiebre me ha tenido en cama tres días enteros. Pero he conseguido sobrevivir. Escucho a mis queridos fantasmas, Kirk y Alicia, hablando en el salón sobre formas de matar a un bebé y que parezca el síndrome de muerte súbita. Quizás debería volver a tomar la medicación del psiquiatra. El litio silencia las voces. Pero cuando me medicaba me comportaba como un zombi, arrastrando los pies por la vida. Sin escribir. Sin emocionarme por nada. Una planta pudriéndose lentamente, disfrutando junto a otras de su triste fotosíntesis neuronal. Ahora tampoco escribo, y mi psicosis se ha acentuado, pero, ¿qué importa si es real o no, acaso hay algo real en nuestras vidas? Millones de personas creen que allá arriba, en el cielo, existe un señor de barba blanca que nos vigila y nos castiga o premia según nuestras acciones, ¿no es la fe un rasgo esquizoide? Por lo menos yo acepto mi locura, es una parte importante de mí que no quiero mutilar. Quizás la mejor parte. En general soy cobarde, adicto al quietismo, no soy un copo de nieve irremplazable. Lo único especial es mi enfermedad.

Me incorporo y me doy una ducha. Me miro al espejo. Estoy pálido, ojeroso, barba de varios días... no es un espectáculo agradable, parezco uno de esos mendigos que duerme entre cartones en los soportales de la Plaza Mayor. Estos tres días son un aviso de los achaques que me esperan en unos años, ya noto la vista cansada cuando paso más de dos horas delante del ordenador, ya noto la flaccidez, la ausencia de energía. Soy un alud de carne estropeada. Pero no quiero deprimirme. Me visto y bajo al chino de la esquina a comprar algo de comida y bebida. Me saluda uno de los chicos que ha alquilado el local justo debajo de mi casa. Le devuelvo el saludo. Está claro que los episodios de ultra-violencia son un fleco más de mi locura. Mejor. Cojo el portátil y me tumbo en la cama. Abro una cerveza y empiezo a revisar mi correo. Tengo algunas mails. Nombres de mujeres. Sí, me gusta esa interacción. Coñitos prietos humedeciéndose ante el anzuelo romántico de mi literatura. Debería de actualizar más mi blog. Y también debería de probar suerte con alguna. Lo malo de internet, al menos la experiencia que he tenido, es que solo conoces a mujeres traumadas. Mentirosas compulsivas que se obsesionan contigo. Personajes que viven más tiempo delante del ordenador que en la calle. Como la amante del BDSM que quería sodomizarme. O esa otra que vino a verme y se atrincheró en mi portal sin avisar. O la devota romántica de las relaciones a distancia, tan a distancia que siempre sucedía algo que le impedía venir a verme. O aquella de la voz melosa que me llamaba de madrugada... malditos escrúpulos, esa historia hubiera estado bien.

Pensamientos sórdidos. Quizás vaya siendo hora de acabar con el luto, Tamara me abandonó hace más de tres meses, necesito un poco de falda airada y sexo sucio contra la pared. Encontrar a otra musa descarriada que se arrodille ante mi decadencia y me deje marcas de amor en la espalda. Suspiro. No será fácil. Y para ello primero necesito volver a tener algo de vida social, lo cual será mucho más fácil en compañía, ¿a quién podría llamar? Israel, sí, es la única opción, además, hace mucho que no quedamos, ¿os he hablado ya de él? Es uno de mis mejores amigos. Uno de los pocos que sigue aguantándome. Le conozco hace más de quince años. Coincidíamos en una tienda de cómics y poco a poco fuimos cogiendo confianza. Con los años las confidencias se van acumulando: los primeros amores, las primeras juergas alcohólicas que se saldan con duermevelas en los parques y vergonzosas anécdotas, las depresiones, las decepciones sentimentales, la universidad, dejar la carrera e irse a Londres para intentar vivir algo real, volver y seguir con la misma precaria existencia. Discutir de política, de mujeres, de cine, de las vicisitudes vitales. Sabe que estoy loco, y yo sé que es un tarado depresivo. Quizás por eso nos llevamos bien, no hay que fingir. Ahora nos vemos menos porque él trabaja de teleoperador de lunes a viernes, y yo siempre estoy en trabajos nocturnos. Pero intentamos buscar siempre algún hueco cada dos o tres semanas. Una de sus últimas aficiones es traducir tomos hentai al castellano, maquetarlos y subirlos a foros. La cuestión es que le gustan subgéneros de tentáculos violadores, hermafroditas, incesto, cosas poco aptas para mentes sensibles. Creo que lo hace por pura sublimación sexual. Le llamo:

Memorias de un decadenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora