Capítulo 8

47 2 0
                                    


Mientras Manolo se viste cojo el móvil y busco en internet su dirección. Bingo. A fin de cuentas hace poco que es un personaje público y todavía se filtran datos sobre su vida personal. Se ha mudado a Madrid y ahora vive en una zona residencial en la zona norte. Bien. Bajamos a la calle y cogemos un taxi. Tardaremos en llegar y debo ordenar mis pensamientos. A mi lado está Manolo, somnoliento pero dispuesto. Me deja perplejo lo fácil que ha sido convencerle. Si él me despertara de madrugada histérico, y me asegurase que han secuestrado a una chica y que debemos ir a rescatarla, todo eso sin dar más explicaciones, le hubiera mandado a la mierda. Un punto a mi favor. Todo lo demás está en mi contra.

Pero vamos a lo más importante: sé quién es el hombre que aparecía en mi sueño, ¿cómo no hacerlo cuando medio país está empapelado con su rostro, como no reconocerle cuando seguramente será el próximo Presidente del Gobierno? Alberto Riveira. Su historia es bien conocida: hombre de éxito, metido en política por su noble necesidad de ser útil como ciudadano. De ideología de centro, joven y guapo, representante indiscutible de la nueva política, la política del cambio, un cambio tranquilo y moderado, la persona adecuada para acabar con las corruptelas de los viejos partidos, y también el elegido para contrarrestar el auge de Pokemon, un nuevo partido de izquierdas, que por real suena demasiado radical para los ciudadanos más adormecidos, y horrible para las viejas élites económicas que se asustan ante la posibilidad de perder privilegios.

Y si solo fuera un burócrata elegido a dedo, con una ideología flexible o inexistente, cuya mayor virtud es su sonrisa perfecta, no me quejaría, a fin de cuentas, en esta lamentable democracia que hemos sufrido los españoles las últimas décadas, la ciudadanía tampoco se ha mostrado muy exigente, nos ha dado igual que no se cumplan los programas electorales o que los partidos políticos no respetasen sus siglas ideológicas. Muchos mártires de la izquierda luego han trabajado en puestos de administración de grandes empresas, las llamadas "puertas giratorias" demostrando que eran simples títeres de intereses espurios, eso de "trabajar para el pueblo" se quedó en simple morralla de mitin. Y aquí nadie ha alzado la voz. Pero volviendo a nuestro querido Alberto, el problema de fondo es que él sí tiene muy clara su ideología: de extrema derecha. Además es el clásico neoliberal que considera que todos somos "clase media trabajadora", y después de ese desatino empieza a hablar de contrato único, de privatizar la sanidad y la educación, de que, a fin de cuentas, lo mejor es perpetuar una sociedad clasista del sálvese quien pueda y arrasar con cualquier tipo de ayuda, subsidio o beca. No lo digo yo, lo decía él en los mítines que daba hace nueve años, cuando era un completo desconocido y su partido político estaba repleto de fachas y xenófobos. Pero es que además esas medidas las insinúa con cinismo en su programa económico. Y la gente no se percata de ello. Ni siquiera los del IBEX35 se dan cuenta del peligro que tiene financiar las campañas de alguien así, todo por su miedo a que Pokemon toque poder. Me recuerda un poco al libro de Stephen King "La zona muerta". Gente que vota solo porque les parece atractivo, por su carisma. Como si Hitler no hubiera tenido carisma. No he sido el único, hay muchos medios digitales que han investigado su pasado, que han advertido cual es el pulso ideológico de sus bases y sobre sus votaciones en según qué asuntos, como quitar el derecho a la sanidad de los inmigrantes. Pero nadie los escucha. Ruido de fondo mientras él sigue haciendo entrevistas y dando lecciones de democracia.

El taxista se para. Ya hemos llegado. Miro por la ventanilla: La Moraleja, la zona más cara y exclusiva de Madrid. Grandes avenidas con chalets de lujo a ambos lados. El chalet de Riveira no es una excepción: solo el jardín ya es más grande que mi casa. Pasa un coche de seguridad a nuestro lado. Reduce un poco la velocidad, nos observa y sigue su camino. Mierda. Bajamos y le digo al taxista que espere un momento. Estoy nervioso. Saco un cigarrillo, le ofrezco otro a Manolo y empezamos a fumar en silencio. Esto ha sido una idiotez. Que pueda ver desde aquí hay por lo menos dos cámaras de seguridad cerca de la entrada. Si intentamos entrar lo más probable es que en menos de media hora ya estemos detenidos y en comisaria. Es gracioso, había olvidado como era esa zona. También había olvidado a Sara. Era una chica con la que salí durante dos meses. Vivía también en uno de esos chalets con su padre. Me tenía obnubilado, ¿qué pensar de alguien que en vez de tener un perro o un gato de mascota tenía un caballo al que montaba todos los domingos? A veces me quedaba con ella por las noches, y luego, sobre las siete de la mañana, justo antes de que se despertara su padre, me hacía salir por la puerta de servicio, la que usaba la criada que tenían contratada. También me acuerdo del sistema de seguridad y la alarma que ponían todas las noches, cualquier movimiento, salir fuera de la habitación, la hacía saltar. Tardó solo dos meses en aburrirse de mí y buscar a alguien que, palabras textuales, "tuviera más ambición". También recuerdo aquella frase tan maravillosa que me soltó después de follar por primera vez: "no te preocupes por tenerla más pequeña que mi ex, no siempre es agradable esa sensación de empalamiento cuando te pones arriba". Bueno, las mujeres, ya se sabe, ángeles de luz. Miré a Manolo:

Memorias de un decadenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora