Día 27

04:52. Estoy seguro de que aquí sucede algo extraño. He mirado la pantalla del monitor de la tercera planta, todo normal, he vuelto a mi libro, no sé el tiempo que ha pasado, quizás cinco, diez minutos, y cuando he vuelto a mirar el monitor la ventana estaba abierta. Mierda, dentro de una hora empieza mi última ronda y tendré que subir a esa planta. Compruebo el registro de nuevo: todo el mundo ha salido. El tiempo pasa deprisa, me planteo no subir y dejarlo para otro día, pero si les da por comprobarlo me despedirán. Es una posibilidad remota, pero llevo poco tiempo, no puedo dejar que una chorrada así me condicione. Cojo la linterna y me dirijo hacía los ascensores. Las dos primeras plantas son fáciles, pero cuando llego a la tercera estoy acojonado, camino lentamente enfocando con la linterna a mi alrededor, noto más frío de lo normal, quizás me esté sugestionando demasiado. Le echo valor y me acerco a la ventana. Compruebo el cierre: todo está en perfecto estado, es imposible que se haya abierto sola. La cierro y me dirijo con lentitud hacía la salida. Estoy seguro de que en cualquier momento una pequeña pelota de juguete llegará rodando hacía mí por la moqueta, la típica escena de película de fantasmas que todos hemos visto alguna vez. Llego a los ascensores y doy más veces de las necesarias al botón de la planta baja. Las puertas se cierran lentamente, muy lentamente. Joder, casi me da un ataque de ansiedad. De todas formas, ¿no serán imaginaciones mías, tan seguro estoy de que no estaba antes abierta? Seguro que ha sido ese mentecato de la limpieza el que me está jodiendo... Pero todos esos pensamientos tranquilizadores se disuelven en cuanto llego a mi puesto y vuelvo a mirar en el monitor la cámara de esa planta: la ventana está de nuevo abierta...

Día 30

04:40. He comprobado las cintas de grabación una y otra vez. Hay algo -o alguien- que abre esa ventana, y lo hace siempre a la misma hora: 4:48. En la grabación sucede como en una televisión analógica que pierde la señal de antena, ruido blanco, dura unos segundos y cuando la grabación se restablece aparece la ventana ya abierta. Como curiosidad esa es la hora en la que más suicidios se cometen ya que, según las estadísticas, es cuando se suelen disipar los efectos de los fármacos que se han tomado antes de dormir. Datos maravillosos que mi cerebro se empeña en almacenar. Dicho lo cual, ¿por qué estúpida razón en vez de estar en mi casa buscando otro trabajo me encuentro en la tercera planta a esta hora administrándome largos chutes de valor directamente de mi petaca? Quizás porque ya tengo demasiadas cosas raras en mi vida y no necesito acumular más. Mierda, ahora que lo pienso esa era una razón para no estar aquí. 04:45. Bueno, ya es demasiado tarde para cambiar de idea, vamos allá. Silencio. Silencio. Joder. Nada ocurre. Miro el reloj de nuevo: 04:47. Quizás no suceda nada... empiezo a respirar aliviado cuando aparece: resplandeciendo ligeramente en la oscuridad, con ese extraño efecto traslucido que solo he visto en Kirk, es una chica de unos diecisiete, vestida con el uniforme de algún instituto privado, pelo largo azulado, delgada, de nariz picuda. Parece en trance, ni siquiera me ve, va directamente a la ventana, la abre, se agarra al marco y sale fuera. Se queda ahí, erguida, apoyada en el escaso espacio que deja el quicio de la ventana. Su pelo fantasmal se mueve al viento, parece como si flotara, como si la gravedad estuviera luchando por encontrar una forma de ejercer su poder sobre ella. Mi instinto, todas la células de mi cuerpo, me gritan que no intervenga, noto como el aire empieza a vibrar a mi alrededor, como todo se ralentiza, la herida del cuello me duele como si estuvieran tatuándome el hueso. Pero la situación también despierta algo en mi interior, algo que combate el miedo, que es salvaje, que quiere romper las reglas solo por pura diversión. Me lanzo justo cuando empieza a inclinarse hacia adelante y consigo agarrarla del uniforme y tirar de ella hacía dentro. Caemos juntos al suelo. Abre los ojos sorprendida y me mira con asombro.

- ¿Qué... qué has hecho? –su voz es cálida y sensual, quizás demasiado para venir de un fantasma. Nos levantamos del suelo lentamente

- Bueno, no sé... -titubeo, no sé qué contestarle-, solo quería ayudarte, te vi en la ventana y...

- ¿Quién eres? –se acerca a mí y me toca el cuello con suavidad-, ah, ya veo, tienes la marca. En cualquier caso, sí, me has ayudado, aunque ahora estoy atada a ti.

- ¿Qué marca? Oye espera, ¿qué significa eso de que estás atada a mí?

- Querido subterráneo, ¿nadie te ha enseñado lo básico? –me mira con curiosidad e incredulidad mezcladas-. Qué extraño. Aunque ahora que te miro bien, parece que todavía no estás completo. Quizás sea mejor así, te lo explicaré: cuando nuestra muerte es demasiado violenta nuestra alma queda retenida en este plano, en el lugar dónde hemos fallecido, atrapada en una especie de bucle que se repite todos los días y del que no podemos escapar. Si no conseguimos librarnos del peso que nos impide transcender acabamos enloqueciendo. Pero si alguien nos ve, si alguien es capaz de interrumpir el...

- Oye, espera, mira, no entiendo nada de lo que estás diciendo. Lo único que quiero es conservar este trabajo y...

- Ja, ja, ja –me corta con voz angelical-. Eres tan gracioso. ni siquiera entiendes lo que acabas de hacer, ¿verdad? Bueno, no importa. En cuanto al trabajo, sí, puedes conservarlo si lo deseas, pero primero me ayudarás a vengarme de mis asesinos...

Memorias de un decadenteWhere stories live. Discover now