Epílogo

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Epílogo

Deslicé los dedos por la rehabilitada mesa de madera repleta de muescas. Suspiré, no me gustaba recordar. Ahí me encontraba, en nuestra cabaña, finalmente le había echado aceite a las bisagras, con un desconocido sentado frente a mí, el cual había allanado mi morada, diciendo llamarse Kaidan, su demoníaca esencia era claramente detectable por mí, era bastante intensa, junto con otra cosa que no conseguía reconocer, estaba fuera del alcance de mis conocimientos.

Las sombras de los recuerdos amenazaron con aparecer en la cabaña aun con Kaidan aguardando mi respuesta, a lo largo de los siglos fue lo único que me quedó, cientos de recuerdos.

Él me había pedido que le contara mi historia, que le dijera quién era, clavé amenazante mis orbes lilas en sus negros y profundos ojos.

-Soy Jazz, el Caos, el Cosmos. – Simplemente, el desorden frente a la armonía, una entropía, sí, algo comprensible. Un amago de sonrisa tiró de sus comisuras, pero consiguió detenerlo.

-Bien, tienen una nueva misión para ti. –Una carcajada sin gracia fue lanzada por mi garganta.

-¿Quién?

-El consejo. –Ni idea de a quienes se refería.

-¿Qué te hace pensar que voy a aceptar una misión? –Extendí mis brazos englobándolo todo. –Es obvio que el mundo ya no tiene arreglo, no me hagas perder el tiempo.

-Hay una forma, una manera de que todo vuelva a ser como antes. –Lo miré con interés, el traicionero brillo de algo que hacía tiempo que no sentía parpadeó dentro de mí, una partícula de esperanza, a la que sin reconocerlo sabía que agarraría y tiraría de ella con todas mis fuerzas.

-¿Cómo antes? –Mis ojos lo analizaron con cautela, demasiado bonito para ser cierto, pero tampoco podía perder nada.

-Cuando existían los elementos. –Mi inhabilitado corazón dio un vuelco descubriéndose de escombros. "Volver a verlos... creía que jamás lo haría de nuevo..."

-¿Cuándo empiezo?

-Cuanto antes. –Su rostro relajado parecía complacido. –Recoge tus pertenencias y nos vamos. –No le quise preguntar a dónde, solo nos retrasaría. Subí las escaleras y entré en la única habitación. Abrí mi bolsa de lona verde militar, metí dentro un par de recambios de ropa, mis dagas, mi ballesta, mi caja de recuerdos y... me quedé unos segundos observando las tres katanas colgadas en la pared, no iba a dejarlas. Cogí a Zanire, Hailess y Kandarha y las introduje en la bolsa, revisé mi habitación por si me dejaba algo y, viendo que no, bajé las escaleras de nuevo.

Kaidan estaba de pie frente a la puerta, se giró cuando escuchó el ruido de mis botas contra los escalones, parecía sorprendido, había recogido casi cuatrocientos años de existencia en diez minutos.

-¿Preparada?

-Siempre.

Le seguí en silencio, pero cuando llegamos hasta el destartalado sótano de un viejo edificio lo tuve que preguntar, acababa de descubrir que aún tenía instinto de supervivencia.

-¿A dónde vamos?

-Al Olimpo. –Su voz era seria, directa. Frenó ante una extraña figura en la mugrosa pared, era como un círculo con una pluma, parecía que hubiera sido plasmado con fuego. Puso la mano sobre la puerta y recitó unas palabras que me fueron imposibles de retener, cerró los ojos y el viento removió su oscuro cabello. –Dame la mano. –Llevaba siglos sin ningún tipo de contacto físico, así que lentamente rocé nuestros dedos y finalmente presioné nuestras manos en un firme agarre. Él se tensó, podía oler su incomodidad a kilómetros.

De la pared comenzó a surgir una luz cegadora, sentí el viento por primera vez en cien años, con mi mano libre protegí mis ojos. La luz se había apagado, nuestras manos seguían en contacto, pero Kaidan se apartó soltandome, quité el brazo desvelando el Olimpo. No creía que volvería a sorprenderme de nuevo, pero aquello me dejó sin palabras. Nubes, dorado, luz solar acariciando las relucientes superficies que formaban los imponentes edificios. El aire olía a armonía, el suelo parecía cristal con tenues brillos de colores suaves. Pero lo que más me impactó fueron las hermosas criaturas que volaban surcando las nubes con unas espléndidas alas de impolutas plumas blancas.

-Ángeles. –Ni siquiera reconocí aquella anonadada voz como mía. Un movimiento a mi izquierda me hizo mirar a Kaidan. Segunda sorpresa en menos de dos minutos, mi corazón podría sufrir un colapso.

El cabello de Kaidan ahora era del más puro dorado, haciendo un llamativo contraste con sus oscuros ojos. Un suave movimiento me hizo mirar a su espalda, unas enormes y brillantes alas negras ondeaban sus plumas con la suave y deliciosa brisa. ¿Aquella era la esencia que había captado? Aún seguía percibiendo su demoníaca esencia, pero esas alas eran de ángel, mas no eran blancas como las del resto. Kaidan desvió la mirada incómodo ante mi escrutinio, frunció el ceño pareciendo irritado, sus alas se encogían a su espalda en un vano intento de pasar desapercibidas, no como el resto de ángeles, que las mostraban orgullosos.

Aquello era totalmente inesperado, después de doscientos años de una rutina sin variabilidad, que un día se presentara un ser de otro mundo en mi modesta cabaña y me llevara al Olimpo, un celestial lugar lleno de ángeles, a través de un portal mágico con la esperanza de salvar el mundo de sí mismo... daba qué pensar, un brusco giro de mi vida, un caos.

                                                                                                         


                                                                                                              Fin


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