Capítulo 33

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Capítulo 33

Moví mis dedos poco a poco, al abrir los ojos los vi recortados por la intensa luz de la mañana que se colaba por un alto agujero con barrotes que pretendían hacer pasar por ventana. Pequeñas ráfagas de dolor se esparcieron por toda mi epidermis ante el mínimo movimiento.

Fui levantando la cabeza y con mucho esfuerzo conseguí recostarme en una de esas peculiares paredes transparentes. Observé a mi alrededor por primera vez, cuando me trajeron anoche a punta de pistola apenas pude apreciar detalle alguno. El aire en aquel cubículo estaba algo cargado por la tormenta eléctrica inducida artificialmente. Inspiré ahogando un quejido cuando mis pulmones se expandieron.

Como bien había creído ver anoche, toda la habitación estaba repleta de jaulas similares a la mía, con inquilinos en su interior, nunca había visto otro ser mágico aparte de los allegados a mi familia. Escruté con la mirada la jaula que estaba pegada a la mía por el lado derecho, habían creado una especie de hábitat, seguramente virtual, había gran variedad de verdes arbustos, vegetación espesa, pero aun así pude encontrar a la pequeña hada que estaba con la cabeza enterrada entre sus rodillas. Tenía una altura casi como la mía, unos centímetros más baja, su complexión era extremadamente fina, delgada, ahora lucía algo demacrada, pero suponía que fue un hada brillante y espléndida. Un suave tintineo me llamó la atención, unas preciosas alas casi transparente con un brillo mágico, estaban adheridas a su espalda, miré con pena su maltrecha ala izquierda, tenía una incisión, lo que la hacía drásticamente distinta a su perfecta hermana.

El hada se percató de mi escrutinio hacia su persona, levantó la cabeza y me miró con unos ojos sin iris, completamente negros, todo el globo ocular, quedé impactada ante aquella imagen, sus finas y delicadas facciones contrastaban atrozmente con esos pozos oscuros. Su pelo castaño caía hasta el suelo, a la altura de su cadera, enredado y algo encrespado, pero aun así se veía bonito. Al ver aquella desolada expresión falta de toda esperanza algo dentro de mí se estrujó dolorosamente.

-Hola. -Me saludó. Su voz era tremendamente suave, con un toque que antaño habría sido cantarín, mas ahora destilaba pura tristeza.

-Hola, soy Jazz.

-Yo Meyne.

-¿Hace cuánto que estás aquí?

-No sabría decirlo con exactitud, pero aproximadamente un mes. -Bajó la cabeza clavando su mirada oscura en el suelo.

-Vaya.

-Sí, Dean no me trajo para subastarme, sino para que le abasteciera con mi sangre. -Mis tripas se revolvieron al recordar la mesa con las herramientas de anoche. No pude evitar que la pena se filtrara en mi mirada. -Cuando encuentre otra me venderá como al resto. -Esbozó una risa amarga. -Aunque le va a ser difícil encontrar otra.

-¿Por qué?

-Nuestra especie necesita vivir entre pura naturaleza,-hizo un ademán con la mano señalando su entorno con mofa impresa en su rostro al señalar aquella falsa vegetación. -Pero verás, el ser humano está acabando con todos los bosques, los tala sin piedad para su horripilante industria, y sino los contamina vilmente. Antes en mi comunidad éramos cientos. -sus ojos brillaron perdidos en recuerdos pasados. -éramos una población próspera y saludable. -Sus ojos se volvieron a apagar. -Ahora apenas somos una decena. Y por si no fuera poco, a los pocos que conseguimos salir adelante nos dan caza para conseguir nuestra sangre. -Suspiró apesadumbrara. No supe qué decir, aquello era trágico, una prueba más del caro declive humano. -¿Tú por qué estás aquí?

-Hay un loco obsesionado con mi especie. -Me encogí de hombros como si de colores de cortinas estuviéramos hablando.

-¿Tu especie? -Me miró con curiosidad, en especial mis ojos, como si intentara detectar qué tipo de criatura era.

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