Capítulo 26

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Capítulo 26

Los combates contra las invictas campeonas sí eran más complicados, pero ninguna conseguía resultar un reto para mí, es más, aquello tan solo lo empeoraba, cada vez quería más y más, pero nada conseguía saciarme, ya nada me aliviaba, solo la música conseguía mitigar un poco aquella angustia, me volví más despiadada en las peleas, la gente comenzó a reconocerme sobre el ring, cuando "El Caos" llegaba es que había sangre asegurada. No me enorgullecía, pero llegados a ese punto no podía parar, mi hambre era voraz, y eso llamó la atención. Debí haberles hecho caso a mis padres, mantener un perfil bajo, pero el daño ya estaba hecho. Aunque yo no era consciente de ello.

Los viernes solía ir al bar donde Aiden tocaba, a veces me unía, aquella era mi diversión semanal. El cielo escupía pequeñas gotas aquella noche, metí las manos en mis bolsillos mientras caminaba con Julie, Ethan y Leiva por la calle dirección al concierto. Entramos en el bar y nos sentamos en una de las esquinas camufladas en la oscuridad. Los sillones de tonos cálidos siempre estaban adornados con manchas y pequeños desgarrones, mas nosotros no nos quejábamos. Leiva fue a pedir una ronda a la barra mientras Ethan, Julie y yo nos sentábamos en nuestros sitios de siempre. Mi pulsera de Blink-182 se me había caído, fue un regalo de navidades adelantado de Julie, me agaché a recogerla del mugriento suelo, la soplé como si mi aliento llevara algún tipo de sustancia desinfectante e intenté ponérmela.

-Yo te la engancho. –Julie cogió mi muñeca derecha con su delicadeza y comenzó a ajustarla. Por otro lado, Ethan, a mi izquierda, me tendió dos vasos, aguanté el de Julie hasta que acabó de abrocharme la pulsera y lo cogió. Leiva se sentó frente a nosotros y comenzamos con nuestras conversaciones demenciales. El bar se fue llenando, al igual que nuestra mesa con copas vacías. Aquella ronda me tocaba pagarla a mí, así que me levanté y fui a la barra, esperé apoyada en ella sin tocar ninguna parte pegajosa. Observé a Aiden sobre el escenario, su sonrisa y el brillo resplandeciente de sus verdes ojos. La canción terminó, dando por acabado el concierto de aquella noche, esa noche me sentía extraña, tensa, pero a la vez relajada. Vi a Aiden recoger los instrumentos, me dedicó una sonrisa que devolví. El camarero reparó en mí y al poco me sirvió la ronda, fui hacia nuestros asientos, sentí un suave cosquilleo, parecido a cuando un elemento estaba cerca, pero dividido por mil. No le di importancia, dejé las copas sobre la mesa, y cuando iba a desplazarme hacia mi sitio Leiva me detuvo.

-Mira lo que me ha traído un amigo, Jazz. –Leiva abrió la palma de su mano y me mostró una pequeña cápsula de un color grisáceo. Fruncí el ceño mientras la observaba, aquello era lo que no me daba buena espina.

-¿Qué es? –Pregunté prensándola entre mis dedos índice y pulgar.

-Un poco de energía. –Mi corazón dio un vuelco.

-¿Esa mierda que te convierte en un zombi? –Las horribles historias que mis padres me contaban de pequeña me habían alejado de aquella droga irreversiblemente.

-No, está esta reducida, es un avance químico, en pequeñas dosis sólo te deja el subidón, es la puta hostia. –Leiva cogió la suya y se la tragó, Ethan lo siguió. Julie cogió su copa, me mostró la cápsula de su boca y le dio un trago al azulado líquido. Los tres inclinaron sus cabezas hacia atrás y aullaron extasiados.

-¡La puta hostia!-Gritó Julie.

-¡Joder! –Ethan sonrió como nunca lo había visto. Pero al ver sus ojos noté que cierto brillo había desaparecido.

-Vamos, Jazz, es genial.-Me animó Julie.

-Tienes que probarlo. –Ethan la secundó. Sus voces parecían más afiladas, y sus ojos cristalinos. Ellos eran mi grupo, mi familia, no me convencía la idea, pero Leiva había dicho que era una pequeña dosis... eran mi manada. Los tres me miraban expectantes, sus rostros me resultaron algo tenebrosos, hambrientos. Acerqué aquella pequeña cápsula, a ellos parecía haberles proporcionado un gran placer... Una mano apareció en mi campo de visión, un manotazo me hizo soltar la cápsula, la cual cayó al suelo y rodó hasta los pies de Leiva, la cogió y se la metió en la boca. Me giré, el rostro de Aiden estaba tenso, como nunca lo había visto. Observó a mis amigos detenidamente con el ceño fruncido.

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