INTRO- El comienzo de un fin.

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2001, CIUDAD DE MÉXICO, DF.

Una bella casa, un maravilloso esposo, el trabajo soñado, familia a la cual adoraba y amigas entrañables, podría decirse que tenia todo lo que podía desear, pero no, se sentía incompleta, algo en su vida faltaba.

Eso se decia Isabel, en su casa, a obscuras, siendo solo iluminada apenas por la luz que irradiaba el fuego de la chimenea, sola, como desde hace un par de semanas se sentia, todo a raiz de que el médico le dijera claramente que su cuerpo necesitaba descansar de los tratamientos de fertilidad, llevando su matrimonio a un quiebre que, aunque no lo admitiera, ninguno de los dos, era fatal.
Tomando aire se puso de pie, se acercó al calor del fuego, inclinandose en frente, poniendo sus manos a templar, y así, dejando caer las primeras lagrimas de un llanto que se avecinaba pero que con fueza controló, habia tomado una decisión, tenia una semana para hacerle creer a su marido que ya no lo amaba, no podia atarlo a ella, no después de que él tomara el valor de casarse por el motivo más importante para ella, tener un hijo, una familia, algo que no podia darle. Y ella, por más que adorara a la hija pequeña de él, no podia ni debia sentirla suya, esa niña tenia su madre, ella era solo la esposa de su padre, romperia la ilusion de la criatura, la ilusión de un hermanito, pero más valia alejarse que cargar con ello constante, el tiempo que permanecieran juntos.

Regresó al sofá, tomo su copa de vino, bebió y siguió pensando, ¿como hacerle creer a su marido que ya no lo amaba? No tenia caso seguir juntos, ya que ni siquiera les habian concedido la adopción, nada de esto era para ella... -indiferencia- murmuró para si misma Isabel, la misma que han estado llevando desde hace aproximadamente tres semanas, tiempo en el que ninguno de los dos se ha vuelto a tocar, sus labios apenas se encuentran de vez en cuando y las palabras son escasas.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un sonido, proveniente la entrada, la puerta y no era nadie más que su marido que desde entonces parecia procuraba estar menos en casa, soltó un gran suspiro... -Aqui vamos Isabel, comencemos el final- dijo con un dejo de triateza, sin moverse, fijando su vista al frente.

-Isabel- se escuchó enseguida una voz, esa voz que extrañaba que le dijera palabras de amor, de consuelo, de esperanza... la voz de su amor, de su verdadero amor, que tendria que dejar para ser feliz.

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