ONCE

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—No hablas en serio —mi mirada le dijo todo. Hablaba totalmente en serio. Luego de verlo besarse con esa fulana, había tratado de llamar su atención pero me ignoró por completo. Con la poca dignidad que me quedaba tomé un taxi y regresé a casa. — ¿Qué pasa con Ian?

—Nada. El estará muy bien con su madre, como antes de que aparecieras.

—Pero es mi hijo.

—En ningún momento he dicho que no lo es.

—Pero quiero vivir con él, verlo todas las mañanas y mecerlo hasta que se duerma por las noches.

—Lo siento pero eso ya no podrá ser, quiero que te vayas de mi casa, ya.

—Muñeca, no hagas drama de todo esto, solo fue un simple beso.

Tenía inmensas ganas de golpearlo.

—Soy la madre de tu hijo, estás comprometido conmigo, no puedes hacer cosas como esas y menos estando yo presente.

Me miró con confusión.

— ¿Comprometido? ¿En qué momento dije eso?

—El tener un hijo conmigo y vivir en mi casa lo dice perfectamente claro.

—Estás mal Naia, vine a vivir a esta casa porque tú lo sugeriste y me daba la oportunidad de estar con Ian. Pero eso no significa compromiso, yo no quiero comprometerme contigo, eres la madre de mi hijo, eso es todo. Ni siquiera estoy enamorado de ti.

Y fue con eso que me di cuenta que, toda mi vida estuve bien con actuar indiferente con los chicos para hacerme más deseable, y estaba segura que jamás iba a involucrar mis sentimientos cuando estuviera con alguien, pero eso fue exactamente lo que hice. Me había enamorado de Alan y para él era un pasatiempo con el que tuvo un desliz que resulto en un bebé, y eso es lo que sería siempre, alguien con quien se acostaba porque estaba disponible y lo aceptaba, ni siquiera me respetaba.

—Bien, dejando eso claro, puedes empezar a recoger todas tus cosas. Llevaré a Ian al parque, cuando vuelva no quiero verte.

Me tomó fuerte del brazo.

—Me quedaré, quiero estar con mi hijo.

—Si no te vas, estaré feliz de decirle a mi papá por qué quiero que te vayas, incluyendo el que no llegaste a dormir.

Su mirada era odio puro.

—Como quieras, igual vendré siempre que quiera a ver a Ian.

Salí sin responder a eso.

Quería hablar con Isabella, pero estaba bastante segura que me odiaba en este momento. Todo por culpa de Alan. No tenía con quién hablar, salvo mi hijo de cuatro meses, que estoy bastante segura, no tendría ninguna palabra de consuelo para mí.

Cuando me vio acercarme a su cuna, agito más fuerte sus pequeñas piernas. Sonreí. A pesar de que no era la mejor madre del mundo él se alegraba de verme. Lo coloqué contra mi pecho e inmediatamente su cabecita estuvo en mi hombro, era un buen niño. Tomé su pañalera y salí de casa.

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—No Ian, las llaves no son para que las pongas en tu boca.

Llevábamos la mayor parte de la mañana en el parque. Había extendido una manta en el suelo en la que cabíamos perfectamente.

Ian estaba feliz recostado con todos sus juguetes alrededor, pero al parecer pensaba que sus llaves de plástico serian buen material para morder. Cada vez que las alejaba de su boca me fruncía el ceño.

Mi Pedacito de CieloWhere stories live. Discover now