DOS.

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— ¿Por qué mejor no hacemos cosas más interesantes? —dijo Alan muy cerca de mi oído mientras intentaba recostarme en la cama.

Llevábamos un poco más de un mes saliendo, y en todo ese tiempo no hubo un sólo día en el que no intentó llevar las cosas un poco más lejos.

Habíamos compartido besos y caricias bastante subidas de tono, pero siempre con la ropa puesta y para ser sincera mientras mayor era su insistencia, más nerviosa me ponía yo.

Estábamos en mi casa, en mi habitación, viendo una película, aunque lo que él había hecho todo el rato era besar mi cuello y acariciar mi cintura. Sorprendentemente mi mamá había estado de acuerdo con mi relación con él, pero según ella debía mantenerla escondida de papá y dado que él casi nunca estaba en casa por trabajo, no tenía mucho problema con eso.

Logre soltarme de su abrazo y volví a sentarme en la cama.

—Ya te dije que no estoy lista todavía —dije en voz muy baja.

El lanzo un brazo sobre sus ojos mientras permanecía acostado. Abruptamente se puso de pie y en el proceso su codo conectó dolorosamente contra mi labio inferior. El golpe me hizo balancearme hacia atrás cayendo sobre la pila de almohadas afortunadamente. Lágrimas caían rápidamente de mis ojos y llevé tentativamente mi mano hacia mi labio, estaba partido y salía abundante sangre.

— ¡Maldición! —grito asustándome, apretando mi brazo mientras me levantaba hasta estar de pies. —Esto no lo hice a propósito lo sabes ¿cierto? —su mirada era francamente aterradora. Debió ver el miedo en mis ojos porque respiró profundamente y colocó sus manos en mis mejillas con sorprendente suavidad. —Muñeca, no llores, lo siento ¿sí? No fue mi intención, sabes que te quiero y eres muy importante para mí. Di que me perdonas, ¿por favor?

Sus palabras sonaban tan sinceras, que le creí y le di un débil asentimiento. Cuando lo hice me abrazó fuertemente y estuvimos así unos cuantos minutos. Luego salió sin decir nada y regresó con un paquete de toallitas húmedas y un poco de hielo envuelto en una toalla.

—Voy a limpiar toda esa sangre ¿está bien? Y tendremos que pensar en el algo para decirle a tu mamá, porque si le dices que fui yo, creerá algo que no es y ya no me dejará venir más a verte.

Abrí mucho mis ojos, era verdad y no quería que eso pasara. Alan me gustaba mucho y se con total certeza que lo de mi labio fue un accidente.

—Está bien no te preocupes, puedo decirle que fue mi hermano —dije con una débil sonrisa.

Mi hermano menor, Samuel, tenía trece años y de vez en cuando peleábamos a golpes solo por diversión. Era la excusa perfecta.

—Esa es mi chica, me encanta la forma en que me comprendes —murmuró con un guiño mientras terminaba de limpiar mi labio y presionaba suavemente la toalla con el hielo dentro.

—Sé que fue un accidente, así que está bien.

—Por supuesto que fue un accidente, pero bueno, esto no hubiese pasado si no me hubieras rechazado. Sinceramente muñeca estoy empezando a creer que no me quieres.

— ¿Por qué dices eso? —chillé. — ¡Claro que te quiero!

—Entonces demuéstramelo.

—Lo haré, solo dame un par de días para prepararme, ¿por favor?

Su cara se iluminó.

—Me parece perfecto muñeca, ves que no era necesaria tanta resistencia, solo me dices el día y la hora y estaré más que listo —me dedicó una sonrisa perversa.

Mi Pedacito de CieloWhere stories live. Discover now