OCHO

138 13 3
                                    


¿Alguna vez has tenido la experiencia, que, tienes que hacer algo y temes no ser bueno en ello, pero te motivas constantemente, diciéndote a ti mismo que lo puedes hacer, te lo crees y cuando al fin pasa, estas muerto de miedo porque ya no estás tan seguro de que fue una buena idea?

Así me sentía en estos momentos.

Había dado a luz.

Tenía un bebé.

Mi hijo.

Estaba abrumada. No podía definir lo que estaba sintiendo en estos momentos.

Estaba en mis brazos, era tan pequeño, su carita estaba roja y un poco arrugadita por lo que no sabría decir con certeza si se parecía a mi o estaba imaginando cosas, creo que hasta le encontraba cierto parecido a mi papá.

Tenía apenas dos horas de haber nacido y en ningún momento había visto a mis padres, quería pensar que no les habían permitido entrar, me hacía sentir un poco mejor.

Cuando la enfermera me lo trajo ya limpio y vestido con la ropita que había preparado para él hace algunos meses, la realidad se asentó en mí de golpe. Este ser humano en miniatura era mío y dependía absolutamente de mí y eso, era enormemente aterrador.

No sabía qué hacer. Cuando la enfermera me dijo que tenía que sostenerlo, entre en pánico. Es tan pequeñito y se veía tan frágil, que parecía que con solo mirarlo se rompería, pero fue mucho peor cuando me dijo que tenía que amamantarlo.

Esa había sido la experiencia más extraña de mi vida, pero al ver como se alimentaba, como si fuese lo mejor de la vida, me hizo sentir importante, necesitada, querida.

Ahora dormía plácidamente en una cunita al lado de mi cama, yo sólo lo observaba.

No podía creer que yo había contribuido a la creación de este angelito.

A mis ojos era perfecto, pero había algo que me impedía sentirme completamente feliz, supongo que el ser repudiada por más de seis meses, había hecho algún efecto en mí.

Un suave golpe en la puerta me sacó de mis confusos pensamientos.

Al abrirse la puerta lo primero que vi fue un enorme oso de peluche que tenía atado al cuello varios globos celestes, pensé que era Isa, pero me sorprendí un poco cuando vi que era mi papá.

Dejo el oso que era casi de mi tamaño en una silla situada en una esquina y se acercó nerviosamente a mí.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó sin mirar todavía hacia la cuna.

—Un poco cansada y dolorida, pero bien.

—Disculpa que haya tardado tanto en entrar, pero necesitaba tiempo para adaptarme a la idea de que mi bebé ahora tiene su propio bebé— susurró con cierto brillo en los ojos, se me hizo un nudo en la garganta.

Mirándome directamente a los ojos dijo con voz quebrada:

—Lo siento mi niña —eso no lo esperaba. — Siento tanto la manera en que te trate desde que supe que estabas embarazada, te dejé sola para enfrentar todo esto, cuando se supone que es mi trabajo protegerte. — jamás había visto a mi papá llorar y eso solo logró que empezara a llorar yo también. — Pero te prometo que de ahora en adelante siempre estaré ahí para lo que necesites, para lo que los dos necesiten —dicho esto dirigió al fin su mirada hacia la cuna.

Sorprendiéndome aún más, lloró un poco más fuerte.

—Se parece tanto a ti. Aún recuerdo la primera vez que te vi, supe en ese momento lo que era el amor verdadero, puro y sincero.

Mi Pedacito de CieloWhere stories live. Discover now