SIETE.

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Semana veinte de embarazo.

— ¿Quieres saber el sexo? —me pregunto alegremente la doctora Vega.

Me encontraba en mi revisión de rutina, que secretamente había estado esperando con ansias, ya que, por lo que había leído ya podría saber si era niño o niña. A mi lado se encontraba una muy entusiasmada Isa, esperando por la misma información que yo. Ella se había hecho cargo en las últimas semanas de lo que por lo general le tocaría al padre de mi bebé. Me acompañaba a las consultas, se aseguraba de que comiera saludable y cumplía mis antojos, era la mejor prima del mundo.

—Si —dije sonriendo ampliamente mientras tomaba la mano de Isa.

—Bien, veamos si está dispuesto a dejarse ver —dijo entrecerrando los ojos al monitor. —Ahí está, si, se ve claramente, es un niño —anuncio con entusiasmo la buena doctora.

Un niño, mi niño.

Isa apretó fuertemente mi mano y nos miramos sonriendo como bobas, sabía que mi niño seria amado completamente por ella.

—Todo se ve muy bien, cosa que me alegra, ver que estas siguiendo todas mis instrucciones para que sea un embarazo saludable, nos vemos el próximo mes.

Dándome un cálido abrazo, la doctora se despidió.

— ¡Un niño! Oficialmente ya puedo comprar toda la ropa para bebé que encuentre en mi camino —el entusiasmo de Isa era un poco contagioso.

Sin embargo dije:

—No quiero que te gaste todo tu dinero comprándole cosas a mi bebé, no es justo.

Me lanzó una mirada sombría.

— ¿Quieres callarte? Según recuerdo, no te pedí permiso, lo haré porque quiero. Ese niño es una parte de ti Naia, mi familia, por lo que ya lo amo, así que si quiero malcriarlo, tu no serás la que me lo impida.

Mi labio inferior temblaba, cortesía de las hormonas.

—Te amo ¿sabes? Eres la mejor.

—Lo sé, ahora vamos a casa, que tengo muchas tiendas en línea que acosar.

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Mi vida en el último par de meses había sido miserable.

Papá rara vez me dirigía la palabra, por lo menos mamá había logrado reconciliarse con él. Ella tampoco me decía mucho, solo de vez en cuando para reclamarme algún gasto innecesario según ella que había realizado con la tarjeta de crédito que me dio papa. Hasta eso había hecho, darme una tarjeta, para los gastos del embarazo, eso si, no abuses, me había dicho fríamente. Con eso, no tenía una excusa para hablarle y dolía mucho cada vez que me ignoraba.

Samuel era el único que no me hacia la ley del hielo.

Por eso evitaba lo menos posible estar en casa. Así que la casa de Isabella era mi refugio, más en concreto su habitación, ya que el tío Noah me ignoraba, mientras la tia Mildred solo me daba miradas compasivas.

Había abandonado la escuela hace tres semanas, porque mi vientre ya se había empezado a notar, no era muy grande pero ya no lo había manera de ocultarlo, era bastante evidente.

Las que hace unos meses eran mis amigas ahora solo, hablaban de mí a mis espaldas, burlándose según ellas de lo estúpida que había sido.

Así que eso solo dejaba a dos personas que aún me veían como la Naia pre embarazo.

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Desde que volvimos desde la consulta habíamos estado viendo películas, bueno yo lo hacía mientras Isa estaba pegada a su computadora.

Mi Pedacito de CieloWhere stories live. Discover now