NUEVE

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—Dile que se vaya, no tiene nada que hacer aquí —la voz elevada de Isa sobresaltó al bebé, pero gracias a Dios no se despertó.

—Tomando en cuenta que es a mí a quien vino a buscar, creo que me corresponde decidir qué hacer —le dije bruscamente.

Me miró con incredulidad.

—Si sabes de quien estamos hablando ¿cierto? Del hombre que te dejo sola y embarazada, del hombre que te dijo que no era su hijo solo por no asumir su responsabilidad.

—Ya lo sé, pero es mi hijo, es mi vida y haré lo que yo quiera.

La sorpresa en su mirada fue reemplazada por dolor. No sé lo que había cambiado en mí, pero no sentí nada al saber que la había lastimado.

Se puso de pie con cuidado y puso a Ian en su cuna.

—Bien, tienes razón. Has lo que quieras, es tu vida. —salió sin mirar a nadie.

Salí tras ella, imaginé que trataría de pelear con Alan.

Al llegar a la sala, estaba de pies frente a él mirándolo con odio, Alan solo se veía incómodo y al lado de Alan estaba su mejor amigo, que miraba a Isabella de manera extraña. Sin decir nada, se fue.

Miré a Alan fijamente.

—Yo... ¿Puedo verlo?

— ¿Por qué quieres verlo? Dijiste que no era tuyo.

—Sé lo que dije, y sé que fui un idiota, pero quiero conocerlo, mi familia quiere conocerlo.

Me debatí entre si dejarlo entrar o no, cuando escuche una voz detrás de mí.

—Deja que lo vea, es su padre.

Mamá, que rara vez le prestaba atención a mi bebé, ahora hacía acto de presencia.

—Está bien, puedes verlo, pero no hagas ruido que está dormido.

Me siguieron en silencio. Cuando entramos a mi habitación los ojos de Alan inmediatamente se posaron en la cuna o mejor dicho en quien dormía en ella.

Vi sus ojos llenarse de lágrimas y eso me conmovió. Bastante. Bruno le puso el brazo en los hombros mientras decía:

—Se parece a ti amigo, se ve exactamente como tú, felicidades.

Alan solo asintió. Me miró.

— ¿Puedo cargarlo? —dudé. Pero luego de pensarlo por dos segundos lo saqué de la cuna y lo puse en sus brazos. —Es hermoso y tan pequeño —Ian abrió los ojos y empezó a llorar.

—Debe ser por lo que es la primera vez que lo cargas.

—Quiero darle mi apellido, tengo que ir contigo para hacer eso ¿cierto?

—De hecho, él ya está registrado, solo con mi apellido.

— ¿Qué? —eso solo hizo llorar más fuerte a Ian. Lo tomé de sus brazos. — ¿Por qué hiciste eso? Es mi hijo también.

—Bueno yo no tenía como adivinar que ibas a cambiar de opinión y venir a dártelas de padre abnegado.

—Era tu deber preguntarme si quería darle mi apellido o no. Espera, ni siquiera sé el nombre de mi propio hijo.

—Se llama Ian Samir Areilza.

—Dios, me imagino que esos nombres te ayudo a escogerlos la ridícula de tu prima, son tan horribles como ella.

—No tienes ningún derecho de venir a decirme esto, si no te gustan mal por ti, es mi hijo y se va a llamar como a mí se me dé la gana.

—A este punto ya no hay mucho que hacer. Mira no vine aquí a discutir, quería conocer a mi hijo y quiero verlo con regularidad.

—Bien. Tampoco estaría mal en que me ayudaras monetariamente.

—Eso no podrá ser, lo haría, pero no tengo trabajo, además veo que no le falta nada, está muy bien cuidado —solo lo miré boquiabierta. —No me mires así muñeca, es la verdad. Mañana vendré con mi mamá y mi hermana.

●●●●●

Hoy Ian cumplía dos meses.

No sabía a qué edad se suponía que dejaría de llorar por todo. Acababa de cambiarle el pañal y lo había mojado casi al instante. Bueno los pañales no eran baratos así que tendría que estar con ese un poco más.

Además estaba teniendo una interesante conversación por whatsapp con Alan. Venía bastante seguido a ver a Ian, pero últimamente me daba indirectas sobre que quería volver conmigo y yo no iba a quejarme. Tenía dos meses de no estar con nadie así que estaba más que lista.

Había perdido casi por completo la comunicación con Isabella. No sabía por qué, pero ahora muchas de las cosas que hacía o decía me parecían demasiado infantiles y yo no estaba para niñerías. Venia de vez en cuando a ver a Ian, le traía un presente, lo arrullaba y luego se iba. Yo estaba bien con eso, ahora podía ver lo que decía Alan, tal vez el ir con ella a todas partes no era buena idea, no combinaba conmigo y por supuesto, me espantaba a posibles pretendientes.

Estaba terminando de arreglarme. Iba a una fiesta. Casi me sentía como mi antigua yo.

Secretamente esperaba encontrarme con Alan, después de todo fue en una fiesta donde empezó todo. Bien podría repetirse la historia.

Papá iba a cuidar a Ian, lo que me daba la libertad de volver a la hora que yo quisiera.

●●●●●

Había bailado con muchos chicos, Alan seguía sin acercarse a mí, estaba un poco decepcionada por eso.

Me lleve la sorpresa de mi vida cuando vi a Isabella.

Luego recordé que la anfitriona era una amiga que teníamos en común, igual seguía siendo raro, ella odiaba las fiestas. Se veía bien sin embargo, digo, tanto como una persona de esa talla podía hacerlo. Me reí de mis propios pensamientos maliciosos, creo que eran los efectos del alcohol.

— ¿Puedo saber qué es tan divertido? —dijo una voz cerca de mi oído. La piel de mi espalda se erizó.

Al voltearme demasiado rápido para alguien con mi nivel de alcohol en sangre, me encontré con la mirada perversa de Alan.

—Te he observado toda la noche, has sido una muñeca muy mala.

Sintiendo atrevida repliqué:

— ¿Qué piensas hacer al respecto?

—Tengo muchas ideas en mente. No te preocupes, todas divertidas. Pero quiero seguir con la tradición, vamos a bailar.

No me opuse.

Bailamos alrededor de diez canciones seguidas, mis pies estaban matándome. Al llegar a la mesa, me disponía a quitarme los zapatos cuando Alan me detuvo.

—No te molestes muñeca, nos vamos ya.

— ¿Nos vamos?

—Sí, nos vamos. A mi casa.

Tampoco me opuse.


Mi Pedacito de CieloWhere stories live. Discover now