32. No vuelvas a tocarme el culo

Start from the beginning
                                    

-A reventarle la cara a un cabrón pero gracias a ti me he dado cuenta de que no hay que juzgar a las personas por su pasado, ni por sus tontos intentos por ocultarlo. Gracias, creo que, al contrario que tú hermano que siempre lo hacía, por fin me has dado una lección que vale la pena emplear.

Encuentro a Hunter sentado en la sala común de los chicos, allí hay portátiles, ordenadores, mesas para estudiar o hacer deberes, maquinas de comida, un futbolín frente a un par de mesas de billar y algunos sofás para leer o charlar.

La nuestra siempre está llena de chicas desfilando sus mejores modelitos para escogerlos o no para sus citas así que no me gusta pasar tiempo ahí.

-Stewart, no puedes estar aquí, no sabes el placer que me da ponerte otro casti...- me saluda de su particular forma antes de levantarse.

-En realidad, he venido a hablar contigo- todos los chicos cuchichean y ríen ante mi comentario. Hunter viene hacia mí y me acompaña a la salida.

-¿De qué quie...

-Por aquí pasa gente, no creo que quieras que nos oigan- frunce el ceño extrañado.

-¿Yo? Mira Stewart como no...

-No te pongas chulo que bastante me estoy conteniendo. Vamos al cuarto de la limpieza- me sigue rechistando por detrás, lo cual tiene su gracia.

Entramos en la minúscula habitación y me preparo para soltar el bombazo.

-Hunter, quiero hacer las cosas bien, no quiero movidas ¿de acuerdo?- enarca una ceja sarcásticamente.

-Viniendo de ti, me cuesta creerlo- ignoro eso.

-Lo que he descubierto no ha sido a propósito y si te lo cuento es porque creo que nos podemos ayudar mutuamente...

-¿Tú? ¿Ayudarme a mí? ¿A qué?- se mofa divertido.

-A asumir de donde vienes, por ejemplo- el impacto de mi cabeza contra el armario que tenía detrás no ha sido nada comparado con el dolor de mi cuello por la presión de su antebrazo.

-No sé de qué me hablas pero va a ser mejor que alguien te calle la bocaza de una vez- mis brazos luchan por mi libertad aferrándose a los suyos pero no puedo ni si quiera hacerlos temblar.

-Hunter- cuando se da cuenta de que todavía puedo hablar ejerce más fuerza en mi cuello.

-Cállate- me cuesta respirar y me estoy agobiando, mis piernas buscan involuntariamente algo que golpear. Trato de hablar pero lo único que consigo es que un flemón seco atraviese mi garganta como un cuchillo afilado. Él se acerca a mi oído y me susurra con firmeza-; estoy harto de que una niña como tú se crea que puede amenazarme, si quiero puedo terminar lo que empecé en la habitación, me da igual lo que me haga tu novio. ¡Oh, vaya! Que ya no es tu novio- su mano libre se posa en mi trasero con rudeza.

Cierro los ojos y pienso que soy yo.

Que es a mí a quién se le ha ido de las manos y por mis malditos impulsos irrefrenables tengo a una persona agarrada del cuello. Me pongo en su lugar para averiguar cómo pararlo.

Entonces mi mano derecha deja de forcejear contra su brazo y se dirige hacia su mejilla y con delicadeza la acaricia. Él me mira directamente durante un segundo, sin entender. Intimidada trago saliva pero no me es posible y el sonido que sale de mi garganta sobresalta al chico y me suelta inmediatamente.

Yo comienzo a toser flemas y saliva mientras él retrocede y se aleja de mí todo lo que le es posible.

-No vuelvas... no vuelvas a tocarme el culo.

-¿Casi te ahogo y lo único que te preocupa es que te haya tocado el culo?

-Entiendo que a la gente le den ganas de matarme a veces, pero no encuentro explicación para lo otro- sonríe un poco antes de sentarse en el suelo. Siento que algo ha cambiado con ese roce tan pequeño e inesperado.

-Perdón, en realidad no quería hacerte daño- me pongo a su lado.

-No te preocupes, solo...

-Lo sé- me interrumpe-, no has venido a contarme esto con mala intención, si no probablemente me habrías dado un puñetazo en la sala común, no te habrías andado con tantos rodeos.

-Es lo que iba a hacer en un principio pero... bueno, han pasado cosas que me han hecho recapacitar- me mira con un poco de orgullo.

-Te felicito, eso es algo que yo aun no controlo bien como has podido comprobar- ambos reímos-. Igual somos más parecidos de lo que pensamos.

-Por dios, no me insultes- me propina un empujón cariñoso con el hombro pero a los pocos segundos, el silencio vuelve a inundar el espacio-. Creo que entiendo la razón por la que has actuado mal hasta ahora.

-Lo siento mucho, Dawn, cuando llegasteis eráis una amenaza, pensé que me descubriríais. Además, me daba rabia la facilidad que tenéis para admitir que venís de un centro de menores, no os avergonzáis y... yo nunca he podido hacer eso.

-¿Por qué te internaron?- baja la cabeza.

-¿Y a ti?- vuelve a mirarme.

-Entiendo- respondo sonriendo de medio lado.

-Solo quiero decirte que fue mi culpa, todo, y que si ahora te caigo mal y me odias, al ser despreciable que era  yo antes, no solo lo aborrecerías, sino que no podrías ni mirarlo a la cara del asco.

-Entre monstruos no nos juzgamos, Hunter.

-Ya, pero tú no eres ningún monstruo, de hecho, creo que eres demasiado buena persona.

-Te estás confundiendo.

-Deberías haberme partido la cara en cuanto me has visto e incluso contárselo a todo el internado y, sin embargo, has preferido venir a hablar como dos personas normales. Y por si fuera poco, después de casi matarte, sigues estando a mi lado. Creo, y lo digo aún a riesgo de no estar en lo cierto ya que no tengo ni idea de cómo alguien como tú acabó en un lugar como ese, que tu monstruosidad duraría unos minutos. Unos minutos muy valiosos para tu vida, aunque no lo creas, porque gracias a ellos ahora conoces a Jared y a todos los demás, tienes una buena familia, y a pesar de que hayas pasado mil penurias, creo que esos minutos han sido los que te han hecho la persona que eres hoy.

DescontroladaWhere stories live. Discover now