15. Una llamada inesperada

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No vamos a engañarnos, la trastada llevaba nuestro nombre grabado a fuego.

Sin embargo, el director Fleming no tenía ninguna prueba contra nosotros así que tras veinte inútiles minutos en su despacho, decidió dejarnos libres. Había sido un éxito.

Un éxito que para mí acabó convirtiéndose en una pesadilla unos días después pero un éxito al fin y al cabo.

Sucedió un par de días después de la trastada, unos días en los que nos sentíamos tan satisfechos con los resultados que ni si quiera los estúpidos comentarios de nuestros compañeros sobre lo publicado en el periódico consiguieron amargarnos.

No obstante, fue mucho peor la noticia de que el instituto Elite East High citaba a drogadictos en hall de este, aquello revolucionó a alumnos, profesores y seguramente a padres también.

Era fantástico. Pero duró poco.

Me había levantado con el pie izquierdo aquella mañana, para empezar me había puesto la camisa reglamentaria del revés, por lo que tuve que cambiarme en el baño del comedor cuando Lia exclamó:

-¡Dawn la gente va a pensar que no lavas la ropa!- no comprendí la frase así que se vio obligada a aclararme como llevaba la camisa y que parecía que la quería reutilizar una vez usada.

En fin, chistes tontos de Lia.

Reí porque me apetecía reírme, no porque me hubiera hecho gracia.

Después, en los pasillos de clase, Jared me dio un codazo en la frente de una proporción considerable.

-¡Lo siento! Estaba contándole a Homer cuando...- no recuerdo cuál demonios era el motivo por el que narraba tan emocionado y gesticulando tan exageradamente pero sí el dolor en la cabeza y la sensación de que el cerebro me rebotaba de un lado a otro dentro del cráneo.

Sinceramente, mi mayor preocupación era que el golpe no me hubiera provocado daños irreparables en el cerebro y quedarme tan tonta como Amber y sus secuaces, repasé mentalmente la tabla del dos para asegurarme de que no, el hecho de habérmela sabido me daba ventaja antes ellas, seguro.

Hoy el apodo de Trece me venía como anillo al dedo, no cabía la menor duda de que no era mi día, pero yo estaba feliz, de alguna manera era uno de esos días en los que la realidad parece disiparse y perderse durante unas horas.

Sabía que la recaída era la peor parte y que nunca merecían la pena unas horas de completa ignorancia para que los hechos te azotarán en la cara como un huracán malhumorado, pero sentía que esta vez debía dejarme llevar.

Entonces sucedió.

Estábamos sentados en clase de la misma forma que siempre; Chris solía sentarse solo, una fila delante nuestro, de Jared y mío, pero ahora que teníamos a Miles, él se sentaba con nuestro amigo en la parte delantera, lo cual era estupendo para Chris ya que su privilegiada mente le permitía hablar y atender a la clase al mismo tiempo. Para finalizar, Lia y Homer detrás nuestro, en una tercera fila, todos colocados hacia la mitad de la clase.

-Entonces Lia, que llevaba una borrachera brutal- relaté para Miles poniendo especial énfasis en la última palabra-, se subió al coche y se levantó la camiseta...- de repente la secretaría que nos había atendido el día que llegamos a la presentación del curso, se asomó por la puerta.

-Perdón- dijo colocándose el pelo detrás de la oreja, recuerdo haberme burlado de ese gesto que estaba claramente dedicado al profesor de economía- ¿Dawn Stewart está en esta clase?

-¿Y ahora qué has hecho?- me susurró Jared conteniendo la risa mientras me daba una palmadita en el muslo.

-Soy yo- me puse en píe para que me viera.

DescontroladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora