Capítulo 30

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M: Imagine Dragons - Hear me.







Siloh entornó los ojos cuando vio que me levanté de la cama y caminé hasta el umbral de la puerta. Mientras pensaba en cómo reaccionar delante de aquella bruja, me pregunté si acaso podía ser más cínica. Llegué a la conclusión de que sus capacidades empáticas eran muy limitadas.

En mi caso, quedaron reducidas al desprecio.

—No quiero oírte —le dije, y sujeté la puerta con la mano izquierda. Siloh se retiró a un lado al tiempo que se abrazaba a sí misma—. Ya te puedes ir al infierno...

—Esto te interesa —replicó la muchacha, que ya era una mujer entrada en los veinticinco años también.

Permanecí examinándola por lo que fueron largos minutos. Los pasos de Siloh y su posterior ruido al acostarse en su cama, acompañaron al ronroneo de mi respiración y me ayudaron a espabilar.

—Nada que puedas...

—¿Te acuerdas de esto? —me interrumpió.

De la pequeña bolsa interior de su chaqueta café, sacó un papel mate arrugado. Al darle vuelta para ponérmelo frente a la cara, la sangre se me acumuló en las mejillas y la frente. Admiré la foto en sus manos y cerré los ojos. No iba a dejar que aquel pedazo de escarnio me cayera encima como si tuviera parte o suerte en mi vida actual. Así que pestañeé, respiré profundo y le dije—: Cómo olvidarla. ¿La tienes para recuerdo?

—La tengo porque me quedé con ella después de subirla a internet —sonrió Cristin.

Ese día no quise hablar con nadie. Las dos primeras horas me acurruqué en el cuerpo de Sam y dejé que me contara sus mentiras; dejé que me dijera las cosas que quería escuchar. Luego, en mi habitación, pasé una de las peores noches de mi vida.

Entre pesadillas y recuerdos, decidí que no estaba lista para enfrentar a la sociedad. Tal vez esa fue la primera elección que tomé para alejarme de mis problemas. Quizás no fue lo más sano, valiente o correcto, pero ¿quién me podría asegurar que incluso Cristo, antes de ser llevado al pretorio, no tuvo miedo?

—¿Y? —insistí.

Cristin chasqueó la lengua contra los dientes.

—Que no fue Nash quien la subió —repuso, las cejas hundidas hacia el tabique de la nariz—. ¿No escuchaste?

—Te escuché, pero no me importa —mentí.

—Mentirosa —refunfuñó la chica, apoyando el hombro en el marco de la puerta—. Mira, Penélope, yo solo vine a dejarte en claro que...

Como se había dado la vuelta, aproveché para empujar la puerta lo más fuerte que mis manos me lo permitieron. Observé, muda, la madera libre de marcas.

Regresé a la cama, el corazón palpitándome en el pecho.

—Aquí hay gato encerrado —dijo Siloh. Se había levantado de su cama y ahora estaba sentada en la mía, frente a mí—. Dijiste que Nash y Clarisa hablaban de una supuesta amenaza de Cristin. ¿Qué clase de...?

Nasty (A la venta en Amazon)Där berättelser lever. Upptäck nu