Malvado italiano.

Leí primero el de la bandeja, y efectivamente era de mi rubio malvado.

"No te molestes siquiera en enojarte. Debías descansar, te oí hablar de chocolates y café, el único que no pude dejarte, dudo lo quisieras frio para cuando te levantaras sírvete en la cafetería. F".

Arrugue el ceño sin entender que había querido decir, pero al menos descubría había una cafetería, así que iría a desayunar en ella. Luego revisé los de la aplicación y era mi hermano preguntando como estaban las cosas y donde me encontraba ahora, tecleé rápido saludándole junto a la pequeña bandera argentina de los emoticones más un guiño.

Sonreí, extrañando la casa, las cosas y hasta el olor de un dulce café con leche. Limpié una de mis lágrimas que amenazaba con salirse, me levanté yendo a asearme, me cambié y justo cuando estaba por salir entendí a que se refería. Una caja color crema, con un lazo rosa, para mi encanto eran bombones de varios sabores, al aspirar el aroma, sentí hacérseme agua la boca; Sinceramente debía pesarme más seguido últimamente me veía más pesada a lo normal.

Baje a la cafetería y los mil y un aromas allí, me dejaron plantada en la puerta, gracias al cielo aun seguía vacía, quizás todos estaban ocupados para estas horas. Había una chica y un chico charlando del otro lado del meson sonriéndose entre ellos, no era muy difícil entender que se gustaban, ambos me sonrieron al acercarme.

- Buenas tardes, ¿Qué podemos ofrecerte?

Sentí una terrible culpabilidad por mi desayuno – cena. A mi abuelita no le habría gustado nada.

- Buenas tardes. – correspondí la sonrisa. – No sé, realmente. Observé el menú. ¿Qué me recomiendan ustedes?

- Podemos preparar lo que nos pidas. – Alzo los hombros el chico.

- ¿De verdad? – Miré a ambos. – Quieren decir... con... - me callé mientras ambos se miraban. – Bueno.

- ¿Humana? – preguntó la chica.

Observé a ambos y asentí lento.

- Oh, ¿estas acompañada de alguien acá? – preguntó temerosa.

- Si. Vengo con uno de los, Delucios.

Ambos dejaron salir de inmediato el aire, que no sabia aguantaban.

- ¡Cielos! Que susto nos has dado, pensamos alguien te había traído sin saber. – dejó la chica en el aire.

- ¿Suele pasar muy a menudo? – Ambos negaron.

- No, por eso nos dio tanto susto ¿Qué íbamos a saber hacer en tal caso? Hay que comunicarle esa duda al mando para que preparemos un plan de contingencia. – Señalo el chico a la chica.

- Si, de eso ya lo anoto. – Soltó la chica escribiendo algo en su teléfono. – Enviado.

Mire a ambos extrañada. Sentía hablaba con el grupo científico del lugar. Ambos se miraron y luego carraspeo la chica.

- Disculpa, soy Elena.

- Manuel, es un gusto.

- Ah, María... es un placer. – Miré a ambos y señalaron el menú.

- El placer es nuestro. Discúlpanos la charla tan extraña. ¿Se te antoja algo en especial? – procuró saber Manuel.

- Bueno, yo... - ordene mis pensamientos volviendo a la carta pero sin leer nada. – Traía antojos de algún café con chantillí pero no sabia si ustedes lo preparaban.

El chico rodo los ojos, y sonrió.

- Pídeme como si lo vieras en la carta, es lo que quieras. Siempre que tengamos materiales detrás para prepararlos. – Reí un poco. – Bien... ¿Expresso largo con chantillí?

- ¡No!. – Me miro extrañado. – Quizás... podría ser ¿un café con leche? ¿Con chantillí por encima? – Tanteé observándolos, quienes se cruzaban miradas.

- Chica, también compartiremos uno si no te molesta, hace mucho no tomamos uno. – La chica daba saltitos yéndose por fin caminando y no se habían cerrado las puertas cuando traía la bandeja con pedazos de bizcochitos dulces para remojar y una alta cafetera.

- Oh, huele tan... - dije.

- Delicioso. – Aspiró el chico. – Lo sé, me recuerda a nuestras casas.

- ¿De donde son? – Pregunté mientras ambos preparaban las tazas para verter el líquido.

- Yo de Colombia, ella de Ecuador. – Sonreí a ambos, y luego le miré a el.

- De Venezuela. – Sonreí como niña al tragar un poco comiendo con un bizcocho crema de la superficie. – Oh, esto esta tan exquisito, ¡gracias! Me han hecho aguárseme los ojos.

- Si, hace el mismo efecto. – Suspiraron al dar varios sorbos. Y continuó el.

Al cabo de un rato contándole a Manuel sobre la familia que tenia allá, describirle lugares a Elena, esta se quedo mirando mi mano izquierda al subir el tazón nuevamente, pensé eran cosas mías, mientras compartíamos los chocolates que había traído, pero, luego Manuel entrecerró las cejas también.

- ¿Elena, ¿ves lo mismo?

- Si. – Susurró, con ambos fijos en mi mano. La baje lentamente, mirando con cuidado sobre mi hombro. Quien sabe si había alguien ahí, ¿no? Pero resultaba que mantenían su vista fija en la mano.

- ¿Qué sucede...? ¿Qué ven así?

- Tu mano... - Soltó Manuel, extendiendo la suya. - ¿Me permites?

Tras unos segundos pensando, asentí extendiéndola a ellos. Quienes ojeaban mi lunar de color como una mancha café, en alguna forma rara, siempre me llamó la atención pero nunca le preste mayor atención. Finalmente ambos se miraron y me soltaron.

- ¿Sucede algo? – pregunté asustada.

- No, no nada malo en si. Creo. – Dijo Elena, dejando caer un dedo sobre su labio inferior. - ¿Este Delucio que te acompañaba, tienen algún rollo ustedes?

- ¿Rollo? ¿Cómo así?- Inquirí.

- Quiero decir, pareja, de gustarse, atraídos. No lo se cual sea su conexión sentimental.

- Ah... bueno. Si, algo así.

Ambos se miraron, y Manuel dejo caer el peso de su cuerpo en el pie derecho.

- ¿Crees que sea casualidad, o? – Cuestionó en dirección a Helena. Yo estaba comenzando a perder la paciencia, alcé ambas manos en forma de rendición, y para que notaran seguía presente allí, si acaso lo habían olvidado.

- Oigan, ¿puede alguno explicarme? ¿Por qué el misterio? Y porque, ¿Qué tiene que ver mi mancha familiar en todo esto?

Ellos apretaron los labios e intercambiaron miradas, mientras yo apremiaba con la mía.

- ¿Por favor...? – Volví a pedir.

Manuel resopló y finalmente asintió.

- Bien, es que... no es la primera vez que vemos ese lunar. Son más que nada, teorías. 



Saga Delucios 3: Magnate Atemporal (En Proceso)Where stories live. Discover now