Sophie Clare

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-¡Abby! - llamé todo lo fuerte que mi voz me permitió - ¡levántate o llegaremos tarde!

Al no oír ningún ruido de la planta de arriba, me alarmé, y me dirigí a las escaleras.

Aquel día estaba siendo de lo más extraño, primero el supuesto dragón en mi ventana, y ahora, algo aun mas inaudito, ¡Mi hermana se levantaba tarde para ir a clase!

Ella era mayor, por seis años, y yo, con 16, era la menor. Ella cuidaba de mi.

Me encantaba mi hermana, era irritable, adorable, cariñosa, y un poco diva, vamos y la quería muchisimo, mas de lo que este mundo haya visto jamás.

Pensaba en ello mientras subía las escaleras, hacia el dormitorio de el monstruito.

Al llegar, mi sorpresa fue máxima al encontrarme la puerta abierta, la ropa tirada por el suelo, y a mi hermana sentada en la silla con una expresión extraña en el rostro.

Nunca me habría imaginado algo así de ella, la siempre pulcra y ordenada Abby, que hacia las tareas de la universidad antes siquiera de comer y no soportaba llegar tarde a ningun sitio.

Pero lo que más me sorprendió fue lo que me dijo a continuación:

- Tu la mataste y por eso ya no está aquí, largate de esta casa, y no vuelvas jamás, ¡te odio! ¡te odio con toda mi alma, muerete!

Solté una exclamación de asombro ante sus duras y horribles palabras, y cuando trate de acercarme a ella para hablar, arremetió contra mi con todo lo que tenia, me tiró de todo, pero lo conseguí esquivar, hasta que un O.V.N.I me dio de lleno en un lateral de la cabeza, haciendome gemir de dolor.

Me alejé de allí mientras ella gritaba todo tipo de cosas horribles, llamandome asesina, monstruo, y otras cosas demasiado dolorosas para ser repetidas.

Me llevé la mano a la cabeza, y al bajar la vista hacia la mano, me la encontré teñida de rojo oscuro, me sorprendí tanto, que salí corriendo a mi cuarto, cogi una mochila, y poniendome un trapo en la cabeza para impedir el sangrado, metí todo mi dinero, un par de camisetas y pantalones, ademas de un libro y una botella de agua, sin faltar de mi cuaderno de bocetos con un lapiz, todo ello, apretujado en la mochila.

Me puse una cazadora y corrí todo lo rápido que mis piernas me permitieron.

Una vez lejos de aquel que habia sido una vez mi hogar, me até el pelo en una coleta de lado, fui a la farmacia y compré gasas y cintas adhesivas medicas, con las que me hice un parche para ayudar a sanar la herida.

Me sentía tan absolutamente devastada por el rechazo de mi hermana, mi única familia, que no pude hacer otra cosa que tirarme en la acera y apoyarme contra una pared, esperando que el frío de la mañana y el dolor de la cabeza me mataran.

Tenía aquella vaga esperanza, aunque sabía que no se cumpliría, al menos no muy pronto.

Sin pensarlo si quiera, me quedé dormida.

Desperté ya entrada la noche, el entumecimiento del sueño fue suficiente como para brindarme unos instantes de paz, pero me sentí fatal al recordar que ya no tenía un hogar, ni una familia, ni si quiera tenía amigos, ya que en el colegio todos me odiaban.

Entonces me di cuenta de algo, ¡alguien me había robado la mochila! ¡con todo lo que tenía dentro!, bueno, todo no, aun me quedaba el dinero, que habia tenido la sensatez de meter en mis bolsillos, y el cuaderno de bocetos, que me había metido en la cazadora por pura precaución.

Con esta nueva decepción, me sentí como Atlas, teniendo que soportar el peso del cielo sobre mis hombros.

Pero antes de nada mas, necesitaba comer algo, estaba muerta de hambre, y en este estado no iba a durar mucho, por ello, cuando vi una esperanzadora M mayúscula iluminando la oscuridad, no dudé, y entré en aquel McDonalds.

Estaba casi vacío, solo estaban, la cajera, y un chico que llamó sumamente mi atención.

Tenía el pelo negro azabache, la puel blanca como... Bueno, como algo muy blanco. Unas ojeras increibles en el rostro, y una chaqueta de aviador encima de sus negras ropas, estaba con otro chico, alto, rubio, de ojos color tormenta y un buen humor envidiable, todo lo contrario que su pelinegro acompañante.

Acercandome a la cajera, le pedí una cajita feliz, para ver si me animaba, aunque lo creía bastante improvable.

Por cierto, antes de nada, me llamo Sophie Clare, y por lo visto, ahora mi vida es un infierno.






Before the after... (Nico di Angelo) Where stories live. Discover now