E2: El niño de Hong Kong (Kai)

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—Te ves muy feliz, Kyungsoo —habló Minseok.

—¿En serio? Es que papá compró chocolates —replicó Kyungsoo, con los ojos brillantes y con la sonrisa en forma de corazón—. En el recreo, te invitaré un poco, ¿sí?

—Gracias, por eso eres mi amigo favorito —bromeó el chico de mejillas abultadas.

—¡Hola chicos! —aparecieron Baekhyun y Junmyeon.

—Hola chicos —saludó también Luhan, el niño con ojitos de ciervo, mientras tomaba asiento.

—Buenos días a todos —respondieron Minseok y Kungsoo.

—Baek, bonito corte de pelo —El pelirrojo sabía que halagar la apariencia de su joven amigo, lo ponía de buen ánimo.

—¿Tú crees? —el castaño se sonrojó un poco.

—Yep, ¿a qué se debe el cambio de...?

La llegada del profesor Changmin calló todas las conversaciones.

—Luego les cuento —susurró el niño de sonrisa cuadrada, sentándose en su pupitre.

—Comenzaremos con la clase —miró el aula llena y su vista se detuvo un momento en la dulce expresión de Luhan—. Creo que nadie faltó... —carraspeando, le echó una ojeada a su registro.

Luhan tenía un ligero enamoramiento hacia su profesor y sus amigos lo sabían. Así que cuando Changmin lo miró por unos segundos, solo le quedó sonreír ignorando las risitas de sus amigos.

—Bueno, hoy les presentaré a un nuevo compañero que se une a nosotros —se dirigió a la puerta y la abrió—. Por favor, pasa.

—Es extraño que en esta época del año alguien se haya trasladado... —musitó Minseok.

Kyungsoo solo asintió, distraído, como siempre. Su mente no podía dejar de torturarle con la regla de tres simple y compuesta; cielos, su cuaderno de prácticas tenía ciertos borrones que solo le provocaba golpear la cabeza contra la mesa hasta perder el conocimiento.

Cuando se dio cuenta que el salón se llenó de murmullos, levantó la mirada y vio a un niño vestido con el uniforme escolar, con la mirada tan neutral que le recordó a su amigo Sehun.

—¿Deseas presentarte ante tus compañeros?

El niño de piel canela asintió, mirando a todos fijamente.

—Mi nombre es Kim Jongin, pero solo díganme Kai —dijo en tono seguro—. Nací en Seúl, pero me crié en Hong Kong. Por favor, cuiden de mí —e hizo una pequeña reverencia.

El pelirrojo de ojos grandes notó la emoción de algunas niñas y enarcó una ceja.

—Aw, miren qué mono es... —susurraban.

Minseok rodó los ojos. 

—Bien... Veamos dónde puedes sentarte... —murmuró el profesor—. Ah, verdad, atrás de Kyungsoo no hay nadie.

Apenas oyó su nombre, el niño de cabello azabache miró atrás suyo, corroborando que era cierto. Kai caminó hacia su dirección y Kyungsoo no pudo evitar sentir pena por él. Ser el nuevo a mitad del semestre significaba estar en boca de todos. Uf.

Ambos niños cruzaron miradas.

Ambos orbes marrones conociéndose por primera vez...

Y luego, cada quién siguió en su mundo.

Do Kyungsoo regresó la mirada a su cuaderno, refunfuñando por la tonta tarea de matemáticas.

Kim Jongin, bajo esa máscara fría, sentía tanta tristeza y añoranza por su antiguo hogar que parpadeó fuertemente para disipar sus ojos empañados. Pero desde que había pisado Busán, no había soltado alguna lágrima. Les iba a demostrar a todos que era fuerte y que el dinero no era importante para adaptarse en un lugar con distintas tradiciones.

—Kyungsoo, por favor, ¿podrías enseñarle los temarios de los cursos a Kai?

El chico de ojos grandes asintió, sacando un fólder con diseños de música que él mismo había hecho. Buscó los temarios y se giró para dárselos a su nuevo compañero.

—Eh, soy Do Kyungsoo, mucho gusto —murmuró, dándole una sonrisa amable—. Cuando acabe la clase te sugiero que vayas a la oficina de la secretaria para que fotocopies las hojas. Si quieres me lo puedes devolver mañana.

—Gracias —respondió Kai, suavizando su expresión, no quería ser maleducado. Le pareció curiosa la figura que formaba la sonrisa de su compañero: un corazón.

—¿Ya te explicaron la metodología curricular?

—El director me lo explicó apenas llegué, gracias.

Kyungsoo asintió en respuesta y se giró de nuevo, frunciendo el ceño. Juraría que Kai tenía los ojos muy brillantes... Bah, tantas fórmulas lo estaban haciendo alucinar.

Con un suspiro, centró su atención en lo que sea que estuviera explicando el profesor. 

Benditas matemáticas del mal, lástima que no conociera a alguien experto que le ayudase en esa materia.

Lástima...

Se corre el rumor de que le gustas » KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora