Capítulo 36: Entre llamas.

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La leve mueca fruncida entre sus facciones desapareció para ser reemplazada por una delineada y maliciosa sonrisa mostrando sus firmes caninos. Lo emocionaba destruir cosas pero no la parte de levantar polvo sino los gritos de sufrimiento y súplica por parte de sus víctimas. Aquello si era interesante.

-Buen trabajo Gorin- felicitó a su cómplice que se encontraba a su mano izquierda -Así llamarás la atención de aquel estúpido saiyajin lo podremos liquidar en un santiamén.

-Exactamente mi Lord- contestó con la misma sonrisa malévola que su capitán y compañero. Sus cabellos cortos y pelirrojos hacían perfecto contraste con su terciada piel albina junto a un par de perlas doradas como ojos fulminando con una mirada áspera y macabra.

El jefe de todos manipuló su rastreador detectando perfectamente la ubicación del saiyajin y, según lo que podía ver, éste no venía solo. Unas ganas de reír lo invadieron, mientras más gente se tope en su contra más cuerpos serán degollados por sus manos, y mientras más gente él liquide más orgulloso estará.

No pasó mucho tiempo para poder divisar al sujeto que estaba siguiendo, el muy idiota regresaba hacia ellos en vez de escapar. No sabía si era un completo descerebrado o alguien buscando ser un futuro interfecto.

¡Y no venía solo! Al parecer detrás de él llegaba una hembra terrícola, no sabía si le faltaba una extremidad o los humanos nacen así, pero no parecía ser tan fuerte. Luego llegaron unos mocosos, uno de ellos tenía cierto parecido a la hija del saiyajin pero dudaba que fuera uno de aquella raza. También llegó un anciano a pata, el pobre enclenque empezó a temblar con tan sólo darse cuenta a quien se estaba enfrentando.

-Divertido Nasuiro...- murmuró observando a cada uno de sus acompañantes con desprecio y preponderancia -¿Pero traer humanos débiles? Por favor, sólo me servirán como una almohada mientras que descanso.

Nasuiro mantuvo la mirada seria ante el comentario del déspota que no paraba de sonreír diabólicamente. Odiaba a ese sujeto con todos sus sentidos.

Una figura llamó la atención de todos, Koron aterrizó finalmente al lado de su padre manteniéndose firme y valerosa cara a cara contra aquel demonio.

Redice sin dudas se sorprendió al observarla, pero a pesar de eso una emoción recorrió sus entrañas con tan sólo presenciar a su rival favorita. Y esta vez no dudaría en aniquilarla lentamente disfrutando su quejumbrosa tortura.

-Redice...- balbuceó la pequeña saiyajin presionando los puños hasta que casi su pusieron morados. Sus facciones se endurecieron demostrando un acumulado rencor en cada detalle, ni si quiera quería mirarlo a la cara, con tan sólo pensar que aquel idiota había exterminado a su familia era suficiente para hacerla desear verlo destrozado entre las junturas de sus dedos.

-Diminuta ¿con que aquí es el lugar donde te escondías?- se chasqueó observando los alrededores con vilipendio soltando una mueca burlona ante tan semejante lugar. Koron frunció el ceño al verlo tan despreocupado mientras se burlaba del planeta.

Un choque casi eléctrico asaltó la mente de Mirai, un escalofrío recorrió su espalda y un sudor frío recorría su frente. La imagen completamente clara se presentó ante sus ojos, una completa catástrofe, iluminado por cegadores luces azules y rojizas chocando entre sí creando un abominable terror a todos sus presentes.

Se llevó la mano a la sien intentando borrar tal increíble visión, si era eso lo que se trataba. Levantó la vista preocupada hacia Koron y al parecer, por su suerte, nadie había captado lo le había estado sucediendo.

Redice sonrió acercándose a todos a paso lento dejando atrás a sus cómplices y cientos de servidores guerreros. Un mohín se formó en su rostro blanco y rojizo, algo parecido a una sonrisa pero parecía ser más un chasquido de dientes.

¿Existen los finales felices? -DBZ Fanfiction-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora